-5-Al fin.

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La señora rubia comenzó ha hablar con una voz no tan cantarina como me hubiese imaginado, oía sus palabras, que atravesaban mi mente, pero ninguna tenía la suficiente importancia como para que yo decidiese retenerlas en mi mente para recordárlas en algún momento de mi vida; en lo que me quedé totalmente absorta fue en Darren, en como levantaba las cejas sin dejar de mirarme para intentar descubrir que es lo que yo estaba pensando... Caleb les ofreció una taza de té a ambos, aunque los dos la rechazaron amablemente.

- Muchas gracias. - dijo la madre de Darren - pero solamente hemos venido para daros la bienvenida, es un barrio pequeño, enseguida nos conocereis a todos. Recordad vivimos en la casa de al lado. - añadió con una enorme sonrisa de oreja a oreja.

- Está bien, señora West, pero no creo que necesitemos nada...¿verdad, hermanita? - contestó mi hermano llamando mi atención para que apartase los ojos de Darren, lo cual a él no le gustaba ni lo más mínimo.

- ¿Eh? - me sobresalté distraida - sí, claro.

Escuché como la débil risa de Darren inundaba toda la estancia... y la memoricé, seguramente porque más adelante la necesitaría, la necesitaría oir de nuevo cuando ya no estuviesemos en Roland.

- Bueno...nosotros tenemos que ir desempaquetando las cosas e ir organizándolas, así que... - les invitó a marcharse lo más educadamente mi hermano.

Me giré molesta por la idea de que Darren se fuese tan pronto y cogí una de las cajas de cartón que estaban apiladas sobre la encimera de la cocina, aunque fue demasiado tarde cuando descubrí lo mucho que pesaba y supongo que mi cara lo reflejó de alguna forma porque unas manos tostadas por el sol envolvieron las mías en el lugar donde sujetaba la caja.

- Yo te ayudo. - se ofreció Darren.

Su madre carraspeó con una sonrisa dándose cuenta de lo que de verdad estaba sucediendo.

- Darren, cuando acabes aquí ayuda a tu hermano con lo del garaje, ¿de acuerdo? - dijo mientras se acercaba a la puerta delantera, Darren asintió.

Mientras sucedía todo esto Caleb me fulminaba con la mirada, acusándome de que, al chico de ojos grises, se le hubiese ocurrido la increible idea de quedarse en nuestra casa durante más tiempo del que mi hermano desearía que estuviese en ella; a su acusación sin sentido me encogí de hombros, yo no tenía la culpa de nada.

- Es...por aquí. - le dije a Darren, señalando las escaleras que subían al piso de arriba, donde estaban las habitaciones.

- Okay, yo te sigo a donde vayas. - le sonreí, pero segundos después un golpe sordo me sobresaltó haciendo que pegase un brinco del susto.

- ¡Caleb! - le reproché a mi hermano, que acto seguido cogió la sartén que se le había caído "accidentalmente" al suelo.

- Uy, se me ha resbalado. - mintió - No tardeis.

Puse los ojos en blanco desesperada por el carácter de mi hermano. Subí las escaleras seguida de Darren, lo cual me hizo que me pusiese demasiado nerviosa para mi gusto. Deslicé la mano por la barandilla de madera, hasta que un ligero pinchazo me recorrió el dedo inundando toda mi mano con palpitante dolor.

- Joder... - mascullé lo más bajo que pude.

Llegamos a la planta de arriba y Darren se giró para mirarme y ladeó ligeramente la cabeza hacia la derecha mientras preguntaba dónde dejaba la caja, levanté la vista de mi dedo y le señalé la puerta de su izquierda.

- Ahora ya se cual es tu habitación, eh vecina. - dijo sonriendo.

Me ruborizé...y me quedé sin aliento. Esos ojos...esos tormentosos ojos.

- Déjame ver. - dijo cogiéndome la mano por sorpresa, hizo fuerza en mi dedo hasta que la astilla salió, pero no soltó mi mano; tampoco quería que lo hiciese...

Estábamos tan cerca...tan cerca que pronto empecé a apreciar en sus ojos distintos, pero débiles, colores que no eran precisamente el gris, sino que un azul pálido brillaba alrededor de su pupila.

Estaba tan cerca que pude oler el perfume que desprendía. A pino. A bosque. A mi bosque.

- Al fin te encuentro. - murmuró él cerrando los ojos.

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