4/9

608 82 29
                                    

Capítulo 4:

Libertad, perdón no cedido y exigencias incumplidas.


Por la mañana te pusiste de pie tan rápido como viste el sol salir, ni siquiera estabas segura de si siquiera hubieras dormido algo, pero no te importaba, tenías una sola cosa en mente, exigías una explicación, exigías que Erwin cambiara de opinión y te dijera a la cara sus verdaderos sentimientos.

Te vestiste y peinase tú sola de manera apresurada, nunca habías salido de una manera tan descuidada a la calle, un abrigo gigante cubría el holgado vestido que te habías puesto para no salir corriendo a la calle en camisón y bata, avanzabas a grandes zancadas con dirección a la estación más cercana para cruzar al muro Rose, a las ocho en punto, a las ocho en punto Erwin se marcharía de tu vida, lo haría para siempre si no llegabas a tiempo.

Nunca habías corrido tanto, realmente nunca habías corrido realmente ¡Que libertad! Que bien sentaba no llevar corset, que maravilla que la velocidad te despeinara la descuidada coleta, el rubor en tus mejillas era euforia total, estabas corriendo empujando a quien se te atravesara para llegar hasta tu verdadero amor.

-¡Erwin! –Gritaste casi sin aire al llegar y saltaste a sus brazos sin dudar apenas lo viste.

Él correspondió aquél acto, realmente lo hizo y te levantó del suelo para poderte pegar más a él, sintiéndote tan cerca, estando tan cerca como en verdad querían.

-¿Qué haces aquí? –Preguntó bajándote al suelo, al darse cuenta del acto tan indecente que aquél abrazo había sido en público, pero lo notabas, en el fondo Erwin estaba feliz.

-¡Leí tu carta! ¡Leí tus disculpas y no pienso aceptarlas! –Soltaste a gritos todo lo que llevabas dentro.- ¡No pienso dejarte ir y perdonarte! ¡Quiero quedarme contigo y que me compenses toda la vida que hayas intentado dejarme! ¡Quiero cobrarte lo de esa noche todos los días tu vida y que me pagues con una deuda de amor incondicional a partir de hoy! ¡Eso quiero!

Tomaste sus manos y las apretaste ligeramente, en espera de una respuesta.

-Discúlpame. –Fue lo que contestó a tus exigencias y no dabas crédito por segunda vez a lo que te decía.

-¿Disculparte? ¿Disculparte qué? ¡Acabo de decir que no quiero disculparte nada, estás en deuda conmigo!

-Entonces temo que tendré que marcharme sin tu perdón, ahora mismo me arrepiento profundamente de haberte dejado esa carta, no pensé que la leerías y egoístamente sólo quise desahogar lo que a mi me atormentaba.

Querías llorar nuevamente, con la disciplina en tu hogar, un berrinche de tu parte jamás fue visto como una posibilidad, pero en esos momentos todo era tan absurdo, tan complicado, tan injusto.

-No entiendo... Erwin ¿Qué te impide estar conmigo?

-No soy el hombre que mereces, mucho menos el que te podría asegurar una buena vida.

-¿Estás hablando de dinero? ¡No me interesa eso, no quiero nada!

-Es tan fácil para ti decir que el dinero no te importa cuando has vivido acostumbrada a tenerlo de sobra. Es distinto, aún y siendo comandante, tengo el mejor puesto en la peor división militar que pueda haber, no estoy a la altura de tus expectativas de vida.

Negaste con la cabeza.

-Eso es mentira, te escuchas tan repetitivo, como si buscaras la excusa más obvia para alejarme de tu lado... -Y entonces, lo comprendiste, cayó en ti la realidad como un balde de agua fría al poder abrir más tu perspectiva de la vida.- ¿Hablas de que en cualquier momento morirás por tu trabajo, verdad?

Erwin te miró con pesar, lamentando que hubieras comprendido tan rápido lo que ocurría en realidad.

-Si me caso contigo, tu destino más seguro es el de una viuda, yo no puedo permitir que así sea como termines tu vida, es por eso, que debo ponerte un alto.

-Espera ¡No! ¡Renuncia a tu puesto como comandante! ¡Yo estoy dispuesta a dejarlo todo, haz lo mismo y empecemos de cero, sea cómo sea!

De pronto, la expresión del hombre frente a ti se tornó sombría.

-No puedo dejar la legión de reconocimiento. –Dijo con firmeza.

Pero poco te importó.

-¡Si puedes, al diablo lo que vayan a decir de nosotros, vamos a ser un par de egoístas, pero un par de egoístas felices!

-¡Basta! –Te alzó la voz y enseguida dejaste de insistir, parecías haber cruzado una línea que no debías haber cruzado al pedirle dejar su trabajo.- Deja de hacer esto tan difícil, deja de aferrarte a algo que te estoy diciendo de mil maneras que es imposible, deja de insistirme que deje mis obligaciones por ti, porque lamento decepcionarte pero yo sí soy alguien que tiene muy en claro sus prioridades y tú, no eres una de ellas.

Un profundo silencio inundó el lugar, parecía que incluso las pequeñas multitudes a su alrededor habían callado.

Erwin te dirigió una última mirada.

-Deja de buscarme, no arruines tu compromiso o te arruinarás la vida.

Fue lo último que te dijo antes de marcharse, de marcharse definitivamente. 

Amor Clandestino // Erwin Smith x ReaderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora