│Catorce.

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Dedicado a todas esas personas que han esperado por mí, hacen que el mundo sea más brillante. L@s amo ♥

¿De verdad vendría a mi casa?

¿Me bañaría?

¿Aceptaría el hecho de que soy patéticamente débil?

Después de la "súper fiesta" había casi corrido hasta mi cuarto dispuesta a ordenarlo en tiempo récord. Había tomado una ducha fría para despejar el alcohol y me había preparado un té para el dolor de cabeza que comenzaba a crecer. Había ignorado en el carro a los chicos, especialmente a Jimin, estaba nerviosa y el tener el peso de sus burlas no era necesario. Necesitaba un momento de paz.

Y en estos momentos, en esta noche, no me conocía. No era yo. Así que solo me haría la desinteresada con respecto a mi vida en general hasta el otro día; hoy toleraría a Kim, mañana lo odiaría.

La casa estaba vacía así que merodeaba varias veces por el comedor y la cocina sin saber qué hacer. Eché unos cuantos ojos hacía su casa, pero parecía una casita embrujada. Lo único que se mantenía iluminado en su cueva era el pequeño bombillo amarillento de su frente, que de manera tétrica dibujaba figuras en la madera y se balanceaba un poco con la brisa. Quizás estaba sobrepasando los límites de la estupidez humana al reaccionar así, pero en el momento en que sus labios se presionaron sobre los míos me sentí débil y emocionada, ¿qué se le podía hacer?

Las horas pasaban con rapidez siendo más de medianoche, ¿a qué noche se refería?, ¿acaso había una noche más noche que esta? Solo me dispuse a esperar en la sala, revisaba mi celular viendo vídeos aleatorios mientras respondía mensajes de mi madre de vez en cuando. Veinte minutos después había dejado el celular en la mesa mientras miraba el techo con el alcohol por las nubes. ¿Quién dijo que era tan fácil librarse de un mareito en plena cúspide de la borrachera?

Ya cansada de esperar como un tapete en la sala, decidí subir hasta mi recamara y dedicarme a caer como una tabla hasta el otro día.

—Ya era hora, estabas tardando mucho ahí abajo, ¿no crees?—mi cuerpo quedó a mitad del marco de la puerta, pues todo Kim se mantenía postrado sobre la cama con los brazos detrás de su cabeza y los ojos cerrados. Lucía tranquilo con la misma ropa de la fiesta, su cuerpo era iluminado a medias por las luces artificiales de la calle. Haber escuchado su voz en mi cuarto en plena oscuridad me había bajado todo el alcohol en un dos por tres, o al menos eso pensaba yo.

—Tenía cosas que hacer. — ¡Por dios!, ¿cómo le iba a decir yo que estaba como una pendeja esperándolo en la sala? Había caído torpemente en la idea de que tocaría la puerta y subiríamos a mi cuarto.

Sra. De la idiotez me dicen.

—Ya veo. —murmuró con una sonrisa burlona. Abrió los ojos y me miró con firmeza, parecía que estaba a punto de confesar algo, pero después de unos segundos calló.

—Y bueno, ¿qué haces en mi cuarto?—pregunté tomando valor mientras me acercaba a la cama y me sentaba en una de las puntas, alejada de su cuerpo. Mi corazón cabalgaba mientras mi cabeza chocaba varias veces con un suelo ficticio. Él pareció titubear con el ceño fruncido y su mirada al techo. Después de unos segundos cambió su expresión por una más juguetona y poco seria.

—Quiero que hablemos de cómo puedo cortejarte.

—Súper interesante. —murmuré juntando la punta de mis pies. Me sentía patética, el alcohol estaba haciendo todo lo contrario a lo que esperaría. ¿Por qué no me sentía más valiente?—Aunque sería más interesante si me interesara.

—Puedo hacer que te interese. —agregó aun sonriendo con lentitud.

Me jodió.

Sin saber que más soltar, comencé a contar mentalmente los dedos de mi mano. Por su lado él se levantó separando su espalda del colchón, podía sentir sus ojos clavados sobre mí, pero no me atrevía a mirarlo. Quizás curioso y entretenido agregó:

「Hell」 ;+k. thDonde viven las historias. Descúbrelo ahora