| Nueve.

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El vaivén de lo que parecía ser un auto en marcha me despertó provocando así un dolor de cabeza infernal. Un poco más y juro que quedaría decapitada. Las luces bailaban sobre mi sien mientras el aire frío artificial del auto me golpeaba levemente la cara, joder, la cabeza me palpitaba de una manera horrible...

— Buen día, dormilona —su voz canturreó sobre la radio que sutilmente se expandía por la fiera metálica, traté de incorporarme llevándome consigo una punzaba prominente en la sien. — No te precipites, los diez vasos aún siguen haciendo efecto en tu organismo.

— Vaya dato. — Propiné tratando de observarlo— ¿Cómo he llegado hasta aquí?

Parecía extrañamente divertido, como si por su cabeza se estuviese reproduciendo una clase de película chistosa de la cual no era partidaria. Su sonrisa de medio lado provocó un leve escalofrío que me hizo temblar, me miró para luego llevar la vista nuevamente a la carretera desolada— No me había quedado de otra... — comenzó. — Te encontrabas indispuesta a irte, luego te desmayaste y al final tuve que cargarte como un pobre diablo llevando un saco de huesos... en resumen, eso fue lo que ocurrió. — trató de parecer sereno pero su sonrisa socarrona llegaba hasta sus ojos, era más que obvio que algo más había ocurrido.

Así que con mirada culposa lo escrute, sintió mi mirada y dándose por vencido muy rápidamente, agregó; — De acuerdo, mientras te cargaba ibas murmurando ciertas cosas.

Mi cuerpo entró en completa alerta, joder, Sune de seguro ya la has cagado en banda.

— ¿Qué se supone que dije?

— Cosas.

— ¿Qué tipos de cosas, Kim?

Dijiste que no querías perderme.

Mi corazón pegó un brinco al tiempo en que el carro levemente desaceleraba, lo agradecía internamente pues aún no estaba en mis planes irme, no sin antes escuchar el monologo interno de mi yo alcohólica. Podía sentir como mis mejillas se calentaban como si estuviese en la orilla de la playa con el sol abrazador mezclado con el agua salada cubriéndome la cara. Pudo notar que me tomo desprevenida, así que preso de aquel goce de seguro producto de mi vergüenza prosiguió eufóricamente.

— También me has dicho que me odiabas...

— Eso es completamente cierto. — puntualicé cortando su cuento.

— Porque aún me sigues amando.

Está vez se me cortó la respiración. Traté de no mirarlo presa del pánico, detalle mi silueta distorsionada que sutilmente se movía sobre el vidrio de la ventana, no había nada, solo él y yo, juntos en una pequeña jaula metálica.

Haciéndome la desentendida lleve mi mano de lleno sobre la radio, quizás un rock pesado ayudaría con la incómoda situación, pero antes de tan siquiera rozarlo una de sus manos llegó hasta mí sujetándola con firmeza así que tragando duro lo miré. Sus ojos brillaban gloriosos de saber que aún le quería, pero aún con eso parecía que ese brillo no llegaba a consumirlo por completo. De un momento a otro detuvo el automóvil con cautela, quedé aturdida sin comprender del todo el por qué nos detuvimos hasta que vi mi casa. El alcohol ya no circulaba con la notoria fuerza de antes sobre mi organismo, por lo que podía girar deliberadamente mi cabeza sin el sentimiento de estar cayéndome en picada.

Su mano helada aún sostenía la mía, mis ojos se encontraban inquietos por lo que sin pensármelo mucho recorrí varias veces su rostro y parte del interior del vehículo, hasta que habló: — No tienes idea de cuánto te odio, Sune. — su voz gruesa pero casi como un mormullo llegó hasta mis oídos dejándome sin que pensar. Suspiró, como la clase de chico ordinario que está a punto de terminar contigo, de decir "no eres tú soy yo" soltó mi mano dejando que cayera plácidamente sobre el cuero del asiento y con un movimiento poco brusco se acercó más a mí, podía sentir su respiración fría sobre la punta de mi nariz, su mano llegó más allá de mi pero rápidamente caí en cuenta del tic rápido que daba la señal de que la puerta se abría.

Se alejó, colocó ambas manos sobre el volante y mirando hacia la nada: — Hasta pronto, Sune.

El pesado sonido de las ruedas sobre el asfalto se iba desapareciendo poco a poco mientras se alejaba. Me encontraba demasiada ida como para permitirme procesar todo lo ocurrido, solo quería llegar y enterrar mi cabeza en la primera almohada que encontrase, pero aun así, había demasiadas dudas que aún con mi borrachera no dejaban de llegar a mí. ¿A dónde habrá ido? ¿Qué demonios pasaba con él? ¿Acaso sufría de bipolaridad? ¿Por qué soy una borracha estúpida?

Dejando caer mi cuerpo sobre mi suave cama caliente, un mensaje llegó llamando mi atención, sonreí como mensa al leer el nombre de NamJoon, aunque estén borrachos no son malas personas. Omitiendo las graves faltas de ortografía debido al exceso de alcohol, un mensaje lindo lleno de preocupación y pena me encogió el corazón.

Traté de plantearme la fiesta desde cero mientras observaba sin mucho interés el techo de mi recamara, Kim Taehyung era un caso perdido, sus palabras creaban más dudas innecesarias provocando que me doliera la cabeza. No llegué tan lejos puesto que me quedé dormida, no podía mantener el barco a flote por lo que preferí dejar que se hundiera solo por esta vez, luego tendría tiempo de procesar todo.

Entonces Kim Taehyung, ¿Me odias?

「Hell」 ;+k. thDonde viven las historias. Descúbrelo ahora