| Once.

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Su cuerpo se encontraba recostado sobre aquel mueble grande que solo había visto de reojo, llevaba una camisa de botones negra, un tanto abierta dejando a la vista aquella piel ligeramente bronceada, la corbata seguía después aflojada sobre sus clavículas, quizás poseía algún pantalón caquis oscuro terminando en sus zapatos que con sutileza se presionaban sobre la piel acolchada de la alfombra. Mantenía las piernas cruzadas por lo que si figura resultaba imponente, la luz amarillenta de las llamas iluminaba algunos mechones de su cabello y rostro haciéndolos ver brillantes.

Tan solo le faltaban unos buenos cuernos sobre la cabeza y la imagen entraría en una clara y exacta representación del mismísimo infierno.

Ladeó la cabeza haciendo que las sombras cambiaran de lugar, sus ojos brillaban y en su mano grande sostenía un fino vaso de vidrio lleno de vino...

O quizás sangre.

Estábamos un poco cerca por lo que pude escuchar el ronroneo de su voz invitándome a entrar. Vacilé, como cualquier tipa sensata que sabía a ciencia cierta que sobre la cabeza de aquel cosplay de Lucifer había un enorme letrero que significaba peligro. Pero aun así, una enorme parte de mi deseaba entrar e interrogarlo hasta que amaneciera. Quería llegar a ser capaz de poder sonsacar cualquier información nueva que me ayudase en algo.

Las piernas me dolían, algunos insectos subían entre ellas y el frío calaba mi pobre cuerpo, no obstante sabía que me sentía más segura aquí que ahí adentro sin la supervisión de nadie...

Después de todo entré, quería borrar aquella sonrisa socarrona que se reflejaba en sus ojos. Decidí que si iba a entrar sería bajo mis términos, no pensaba pasar tranquilamente por la puerta de su casa como si nada, así que me levanté, subí la ventana agradecida internamente de que no estuviese cerrada y con su mirada curiosa obtuve mi sueño frustrado de allanar su morada.

El cambio de temperatura fue drástico, bajé la ventana inconscientemente y tan solo me limité a observarlo. Parecía extrañamente divertido por mis notorias precauciones.

— ¿Cómo sabías que estaba ahí? — señale con la cabeza la ventana sin despegar mi mirada.

— Te he visto correr por el patio. — aclaró preso de la risa. — También puedo agregar, si me permites que tu olor es un tanto delatador...— al ver que no decía nada meditó por unos segundos hasta que su sonrisa se ensanchó aún más. — ¿Qué sucede mi Sorah? ¿Acaso me tienes miedo?

Repasé mi plan con rapidez, aquí la que haría las preguntas sería yo y sería completamente patético que no pudiera emitir palabra alguna, así que me acerqué dispuesta a tomar asiento en uno de los muebles individuales de la habitación. Él se encontraba en el más grande y yo opté por recurrir a uno de los pequeños. No comprendía por qué me sentía así, presa del pánico y la vergüenza, ya había hablado con él en reiteradas veces que incluso sin poder evitarlo podía detectar sus cambios de voz, pero esta vez era diferente. No me encontraba en el aire libre rodeada del cálido sol o de mis amigos, tampoco en una fiesta llena de testigos... cuando mi ira se disipaba dejaba de ser atrevida y audaz, haciéndome cortar toda esa palabrería que encaraba su rostro sereno y vehemente.

El alcohol me ayudaba como una descarga de energía, me permitía no sentirme presa entre mis sentimientos, pero ahora me encontraba aquí, en la noche, apoyada en uno de los muebles de su casa, presa entre sus paredes sin ninguna ira potente que arrasara conmigo, llevé mi vista por la estancia topándome con la botella de vino en la pequeña mesa, de acuerdo...

—No entiendo...—comencé, sus ojos cayeron sobre mí con más intensidad que antes, tensa miré la botella rojiza— Dices que las bebidas no te afectan en lo más mínimo, entonces ¿Por qué la consumes?

「Hell」 ;+k. thDonde viven las historias. Descúbrelo ahora