01. El Regreso.

658 104 40
                                    

4 meses después.

Camina a pasos lentos.

Se esfuerza por colocar una sonrisa en su rostro, solo logrando una mueca que dejaba a la luz su tristeza.

Saluda a quien se le pone en enfrente, ver a las personas mantener en pie el negocio de su padre.

Cuatro meses después de la muerte de Ernesto Bondoni.

Cuatro meses donde su vida se convirtió en rutina.

Me levanto.

Veo el cielo gris por la ventana.

¿Es necesario bañarme?, Pues lo hago.

Ir a la empresa. Estar ocho o más horas ahí dentro, Alan me acompaña.

Regresar a casa, hundirme en mi cama y respirar el aroma de Emilio en el abrigo que se olvidó la primera noche que estuvimos juntos.

Y con todo eso, entró a su oficina, tomó asiento tras su escritorio, abrió el portátil y fingió trabajar, las lágrimas mojando sus mejillas, sabe que Alan es quien hace todo el trabajo, se encarga de las negociaciones y contratos, algo que le agradece enormemente.

Se siente desfallecer, cada día que pasa muere un poco más, está cumpliendo su condena en el purgatorio y ya después Dios decidirá si va al cielo o al infierno.

La puerta es tocada dos veces, rápidamente limpia sus lágrimas y saca unos papeles que ni él sabe que son, musita un leve "pase" y no levanta la mirada para ver quien entra. Es tan bueno fingiendo, ese supuesto interés en las gráficas y cifras en las hojas.

- Hola, cariñito.

Esa voz. No puede tratarse de él.

Sus manos se quedaron estáticas, sus ojos y su boca abiertos con grandeza, la respiración atorada en su garganta, nervios corriendo a toda velocidad, un sudor frío bajando por su columna, el aroma de aquel perfume, todos los recuerdos asaltando su mente.

- ¿No vas a saludarme, cariñito?.

Con temor, despegó la mirada de las hojas, elevandola lentamente hasta que, frente a él estaba el hombre de sus sueños, el hombre que soñaba todas las noches, por quien lloró durante horas, el anhelo de volver a verle, sentir sus brazos abrazandole, sus labios arrebatandole el aliento y elevandole al cielo.

Los latidos de su corazón son rápidos. Su mente deja de procesar para solo enfocarse en él, en la sonrisa ladina que siempre le encantó, los ojos negros que perforan su alma, la piel canela cubierta por una playera color vino de cuello alto y una gabardina negra, sus rizos sujetos como siempre.

- ¡Emilio!.

Rápidamente se levantó, no le importa si tira algo, lo único que quiere es estar cerca de él, aspirar su aroma particular, hundir su rostro en el cuello, sentir ese calor, que aquellas manos de acaricien, la voz salga en un susurro con palabras lindas, los labios poseen los suyos y nunca dejen de besarle.

Rodeó la cintura con sus brazos, estrechando con fuerza para cerciorarse que realmente es Emilio, siente vibrar el pecho y el sonido de esa risa sensual llega a sus oídos, cuanto extrañaba esas sensaciones, cuanto extrañaba volver a tener a Emilio.

- ¿En dónde estabas?, Los peritos no encontraron ningún rastro de ti en el accidente - Habló con torpeza, la emoción le impedía formular con claridad las palabras.

El Recuento De Los Daños | EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora