05. Antecedentes De Culpa.

318 57 50
                                    

Después de 4 horas de viaje, con los ánimos por los suelos, el corazón tan apachurrado y los ojos acuosos por las lágrimas que se detienen y pican por salir.

El aire de Los Angeles llega a sus narices, la frescura de la ciudad, el ambiente nocturno.

Miente si dice que no extrañó su hogar, con las personas yendo y viniendo, negocios con las puertas abiertas, algunos con las cortinas metálicas abajo, anuncios de neón, risas y personas bailando sin importarle el que dirán.

- Ahí está Esteban.

Entre sus pensamiento se coló la voz de Emilio, su mirada buscó por inercia al hombre, encontrándolo recargado sobre la puerta del copiloto del convertible negro.

La sonrisa amable le provocó sonreír, recuerdos de sus días en Malibú asaltaron su memoria, lo feliz y tranquilo que estaba, con los nervios haciendo temblar su cuerpo, el deseo quemando sus entrañas, ese anhelo con el que vió a Emilio Marcos, las ansias que tenía que aquel hombre le sostuviera entre sus brazos, le diera besos hasta que se quedara dormido y le despertara con caricias.

Pero todo se queda en eso, recuerdos.

Suspira, limpia rápidamente la lágrima que logró escapar, camina lentamente tras Diego y Melissa, observa a Emilio cojear hasta llegar dónde Esteban, viendo como el hombre abraza con fuerza a Emilio.

- Calma, Esteban. Puedo mantenerme en pie - Dijo entre risas, correspondiendo el abrazo con la misma fuerza.

- Señor, al menos permitame conducir, no quiero que haga esfuerzo - Esteban habló con súplica, sonriendo victorioso cuando Emilio aceptó su petición.

Pronto, subieron al convertible, Esteban tenía órdenes claras, obviamente no llegarían a Los Angeles así cómo así, todos los detalles estaban listos para ese día.

- A nosotros déjanos en el hotel, Esteban - Diego habló después de un rato, recibiendo una respuesta afirmativa por parte del hombre.

- Pueden quedarse en mi casa, aunque sea por esta noche - Joaquín dijo deprisa, mirando a la pareja a su lado.

Emilio les miró por el espejo retrovisor, asintiendo levemente, indicándole a Esteban que condujera hasta la casa de Joaquín.

El viaje continuó en silencio, su mirada aprecia la vida nocturna, cuanto desea poder regresar a esos tiempos en donde se daba el lujo de salir, beber un poco y meterse a la cama de algún hombre que haya captado su atención.

Pero ahora, con el negocio familiar sobre los hombros, un sujeto con un nivel de maldad incalculable pisándole los talones, el corazón roto y el alma enjaulada.

La vista de su casa llega, se alegra por un instante, mientras cruzan la entrada principal, el alivio invade su cuerpo, como si reviviera, el despertar de la pesadilla y todos los recuerdos escabrosos se detienen por un momento.

El auto se detiene en la entrada de la casa, las lágrimas brotan y una paz indescriptible azota su cuerpo.

Baja con rapidez, no duda un momento y entra a su casa, donde la sala de estar le recibe, ese aroma a lavanda permanece, el suelo limpio, los sillones en perfecto estado, todo en su lugar tal y como estaba la última vez que estuvo ahí.

Entonces rompe en llanto y el sonido de su lamento provoca que su nana Becky dirija su mirada hasta él, la mujer rápidamente se levanta de su asiento, con la mano en el pecho, camina deprisa hasta llegar a su niño, corroborando que sea él, le abraza con fuerza, susurra y agradece al cielo que esté ahí, en su casa de donde nunca debió salir.

- Mi niño, perdóname por no cuidarte, por favor, perdóname - Le ruega la mujer mientras sostiene su rostro, intentado limpiar las lágrimas que no dejan de salir.

El Recuento De Los Daños | EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora