Madison.
¿Se puede cambiar el pasado?
¿Se puede cambiar el presente?
¿Se puede cambiar el futuro?
¿Quién sabe?
Solo nosotros somos dueños de nuestro destino...
Solo nosotros podemos redirigir nuestras vidas...
Mi cuerpo temblaba. Mis manos temblaban. Mis labios temblaban. Mi vista se sacudía. Luego de que Damián se fue del departamento, me di cuenta que ya no tenía nada a que aferrarme, solo a mí. Lo amaba. Lo amaba como a nadie, pero me era imposible perdonarle tal traición. Yo creo que nadie en sus cinco sentidos podría hacer como si nada hubiese pasado. Y quizás con el tiempo podría menguar el dolor que habitaba dentro de todo mi cuerpo.
Necesitaba espacio para mí, mi mente y mi corazón, aunque eso me costase lágrimas de sangre. Sentía que en ese momento las grietas del suelo que pisaba, se abrían con fuerza, pero puse los pies muy firmes para no caer hacia aquel abismo que se me avecinaba. Porque fácil sería dejarse derrumbar sin intentar, aunque fuese un poco, ponerle el pecho a todo ese jodido caos.
No existía otra salida más que esa...
Estaba absolutamente sola, aún con el sabor de su boca sobre la mía. Todavía con la tibieza de sus labios rozando los míos. Seguía palpando el salobre de sus lágrimas en mi lengua. Seguía sintiendo sus brazos envolverme con desesperación. Podía ser capaz de oír su corazón latir con fuerza, junto al mío. Sus roncos sollozos, mientras se disculpaba por el daño que me había hecho. Creí que me ahogaría, ya que el aire comenzó a volverse pesado.
Me había quedado sin él...
Había sido un trágico final para una relación tan increíble que tuvimos, sin embargo, todo estaba formado a base de mentiras y silencios. Todo no fue más que un plan en el cual caí como si me hubiese enredado en la tela de una araña. A pesar de ello, quería salir corriendo a decirle que lo perdonaba, pero no lo hice porque primero estaba yo. No era el orgullo el que me pesaba en abrir esa puerta, era mi sentir y mi dignidad. No podía mentirme a mí misma, lo quería. Adoraba a ese maldito y jodido mentiroso.
Damián fue mi todo y mi nada...
Abrí el ventanal y me paré en la pequeña terraza, dejando que el viento se llevase toda mi mierda. Toda mi decepción y mi tristeza. Todo mis líos y mis frustraciones. Sabía que era una mujer fuerte, siempre lo fui, así que estaba segura que saldría adelante, con la cabeza bien en alto, de ese desastre. Debía encontrar la manera de hacerlo. No iba a esperar a que el diablo viniese, me tomase de la mano y con una sonrisa llena de burla, me llevase con él al infierno. Todo estaba solo en mis manos y estaba muy consciente que no era demasiado tarde para volver a comenzar.
Desde cero...
Giré la cabeza sobre el hombro cuando la puerta sonó con un pesado golpe. Damián se había ido, definitivamente de mi vida, o eso era lo que creía, al menos hacía una media hora. No sabía que quería de nuevo, ya todo estaba claro entre nosotros. Sin embargo, si lo veía, mis defensas y raciocinio se harían pedazos, dejaría todo atrás y lo abrazaría para no volver a soltarlo nunca más. Lo amaba, con mi vida, y verlo sería mi total perdición.
La puerta volvió a ser golpeada...
Tomé un gran respiro y caminé hasta ella con el estómago contraído y las palmas sudorosas de los puros nervios que me atacaron sin piedad. No obstante, en cuanto abrí, me arrepentí porque aquel ser que estaba frente a mí, era alguien completamente irreconocible para mis ojos y recuerdos. No sabría decir que me produjo ver aquella masa amorfa que se suponía era el rostro. El miedo pudo más e intenté cerrar, pero no me dejó y a la fuerza empujó, casi lanzándome directo al piso.
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Dulce destino
RomanceTu cuerpo se vuelve frío cuando te das cuenta que tus años de matrimonio han sido casi una pérdida de tiempo. Tu mente indiferente tras percatarte que vives en un castillo de naipes. Tu corazón se torna distante al saber el porqué, pero al final, no...