Capítulo 2

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Matthew estaba a mi lado...

Durmiendo boca abajo...

Desnudo...

Ni siquiera sabía a qué hora había llegado, solo sabía qué estaba ahí. Si bien estábamos en la misma cama, estaba casi en la orilla, un solo empujón que yo le diese y se iría directo al piso. Ganas no me faltaron, pero preferí levantarme antes de que mis instintos asesinos salieran a flote. Miré el reloj y me di cuenta que se me habían pegado las sábanas, eran las siete de la mañana y debía estar a las ocho en la oficina. Así que me apuré en darme una ducha, medio comí cualquier cosa y salí del departamento. Cuando estaba cerrando la puerta, vi que Matthew se dirigía solo en bóxer hasta el comedor.

—¿No te vas a despedir de mí? —hice una mueca.

—Chao —y cerré de un portazo.

¿Qué esperaba? ¿Qué me lanzara a sus brazos y le besara la boca? Que se joda, no estaba para eso. Antes hubiese aguantado hasta su aliento matutino, pero para ese punto ni a un metro estaba. Además, ¿desde cuándo me preguntaba aquello, si él tampoco tenía la decencia de hacer lo mismo? Ni un puto: "Nos vemos", me decía. Chaqueé la lengua y preferí olvidar que me había cagado la mañana con su burdo cuestionamiento.

El elevador se estaba demorando más de lo habitual, pero no estaba dispuesta a bajar seis pisos por la escalera. Así que solo me armé de paciencia para esperar. No, ese día había comenzado con el maldito pie izquierdo. Solté una grosería al recordar que había dejado una importante carpeta sobre la mesa. Me vi obligada a devolverme, entonces al abrir, puse los ojos en blanco al ver a Matthew tomándose una foto con su erecto miembro en la mano.

Cuando se dio cuenta que estaba viendo su deplorable espectáculo, el color de su rostro desapareció por completo. Estaba pálido y se quedó tan quieto como pudo. Ni siquiera atinó a subirse el bóxer, que lo tenía hasta las malditas rodillas. Yo solo caminé dignamente hasta la mesa, donde reposaban los documentos que necesitaba. Lamentablemente estaban esparcidos, así que tuve que ordenarlos y armarme de paciencia para aguantar su estupidez.

—Te iba a enviar una sorpresa.

¿Cuán cínica podía llegar a ser una persona?

—No la necesito, pero gracias por el esfuerzo —le miré la entrepierna —. He de suponer que no te ha costado endurecerte, ya que no estuve ni unos putos cinco minutos afuera.

—El recuerdo de nosotros me ayudó.

Sí, el segundo nombre de Matthew era: hipócrita.

—Curioso que hace casi un año no pasa nada entre nosotros, y de la nada me sales con que me quieres enviar una foto de tu polla —grosera, pensé —. Mejor guárdala, ya me refrescaste la memoria con esta penosa representación.

No me contestó absolutamente nada...

Pasé por su lado y el empujón que le di en el hombro, provocó que se le cayese el celular al piso. Cerré con un portazo que casi desarma la pared. Tremendo imbécil, por último, si estaba tan ansioso por mostrarle las partes íntimas a su amante, debió esperar unos largos minutos más. No era anormal que yo me devolviese porque, a veces, tenía la cabeza en otros lugares haciendo que las cosas se me quedaran. Pero no, ni eso era capaz de aguantar. Esa nefasta necesidad por fotografiarse cuando la noche anterior ya había estado con ella.

En fin...

Bien podía irse a la mierda...

Estaba segurísima que mi rostro reflejaba todo mi enojo, podía sentir como mis facciones se habían endurecido. Como mis labios llegaban a incomodarme de lo fruncidos que los tenía. Es más, algunas de las personas que subían al elevador junto a mí, rehuían de mirarme a la cara. Ese Matthew había terminado por joderme la mañana. Solo tenía que olvidarme de él, como lo venía haciendo cada vez que veía una actitud indecorosa de su parte.

Dulce destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora