Eleanor
— ¿No recuerdas habértelo hecho?
— No.
— ¿Estás segu...? — Oh, vamos...
— Recordaría si me hice un maldito tatuaje en el brazo, Jimmy.
Van a ser las 9 de la mañana y ya estoy causándole problemas a mi mejor amigo del orfanato. Bueno, en realidad no estoy causándole problemas pero en general que te nazca un tatuaje de la nada en un brazo es un problema.
— ¿Ese niño con el que sales no te habrá drogado, Elie?
— No, Jim. Créeme que no le dejaría. Y tu lo sabes. Menos para que me haga un enorme signo de nosequecosa azul. Lo peor es que arde como la mierda.
Soy Eleanor, voy a cumplir quince años la próxima semana y no sé ni cuando ni como me hice una marca en el brazo. Me sentía como drogada, como si de la nada me hubiera dado amnesia y me hubiera vuelto tan loca como para hacerme... esto.
La peor parte es que no podemos salir del orfanato a menos que sea domingo, día que no es hoy porque es miércoles. Tal vez... ¿Tendrá algo que ver con mi cumpleaños? Tal vez sea una marca de nacimiento... Pero, ¿Azul? Además, si fuera de nacimiento lo tendría desde hace –mucho más tiempo.
— ¿Y si le preguntas al Director?
— ¿Albert?
— Sabes que te trata como una hija, no te regañaría ni aunque estuviera borracho.
Puede tener razón, pero no quiero aceptar que esto apareció. Ni siquiera quiero ver la cara que pondrá la gente esta tarde en la escuela. Empezarán a decir cosas como: ¿Cuándo te hiciste eso? ¿Es un tatuaje?¿Te lo hizo tu novio? Dios, no... Si me lo hubiera hecho por voluntad propia probablemente contestaría las preguntas muy felizmente pero, no es el caso, por lo que me hace no querer contestar nada de eso.
— Bien.
— Adiós, Jimmy.
— Adiós, nena. — Oh, no lo dijo.
— ¡QUE TE DIJE SOBRE ESAS PALABRAS!
— ¡NO TE OIGO! — Jim ya corría muy lejos de mi como para poder darle un puñetazo antes de ir a clase, que seguro es donde recibirá la paliza de su vida.
Odio las palabras como nena, amor, cielo, corazón... Aún teniendo un novio no dejo a NADIE que me diga de ninguna de esas maneras. Mi mejor amigo lo sabe, pero para molestarme siempre va cambiando las palabras. Cada una mas dulzona que la otra. Puaj.
Me vestí con la única polera de mangas largas que tenía y unos bonitos shorts que ayudaban a combatir el calor. Subiendo el cierre, comenzé a vibrar. Si, vibrar. Y no, no era mi celular. Era yo. Al 100%.
- ¿Pero qué...?
Mi cabeza empezó a latir y por un segundo pensé que iba a desfallecer ahí. Mis piernas empezaron a flaquear y mis brazo izquierdo me quemaba. Soltando un gemido sordo de dolor me sujeto el lugar donde estaba la marca azul, sintiendo que me quemaba la mano. Soltando otro chillido me miré la mano y vi que estaba roja, haciendo una pequeña forma idéntica a la que tenia en mi extremidad. La maldita cosa me había quemado. Eso era lo que hacía que me ardiera todo.
Corrí al baño, rezando para que con agua pasara el intenso dolor que sentía. No pasó.
Salí corriendo de mi habitación descalza y fui a buscar a Albert. Seguro que él sabría que hacer.
- ¡Albert! ¡ALBERT!
Solté otro pequeño gemido porque la quemazón se sentía cada vez peor. ¿Que me estaba pasando?
- Eleanor, ¿Pero qué...? Oh, no.
- ¿Oh no qué? - Le dije entre jadeos, me sentía horriblemente mal.
- Ven conmigo. - Me agarró del brazo bueno y me sacó de su oficina. - ¿Le has contado a alguien de esto?
- Em... - Au, esto no me dejaba ni pensar. No sé como llegue hasta aquí sola. - Solo a... Jim... ¡Auch!
Albert me llevó a su pieza y saco un frasco de su cómoda. Lo abrió y un poco de humo salió de él. Pero no fue eso lo que me impresionó. Si no la forma que hizo el humo.
Era igual a la que tenía en el brazo.
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The Princess of Magic
Fantasy« — Necesitamos a una heredera Frederick. — Ya lo sé, Clarisse, es solo que... ¿Y si no sale como lo planeamos? — Yo nunca haría que algo fallara, soy la Reina de la Magia ¿Recuerdas? »