El maestro del viento parecía estar molesto, no era normal la violenta forma en la que los árboles bailaban de un lado al otro. Sus hojas caían y eran arrastradas por las fuertes corrientes de aire, lo que no era buena señal para las siguientes horas; una tormenta se acercaba y ellos no encontraban el camino de vuelta a lo que llamaban "hogar".
La desesperación no tardó en nublar los sentidos de los jóvenes quienes se quejaban al estar cansados y con miedo de no encontrar refugios tiempo. Uno de ellos culpando a los mayores por, aparentemente, no haber tenido la suficiente responsabilidad como para evitar por lo que estaban pasando.
── No era tan difícil poner atención por dónde íbamos.─ Sus brazos estaban colgando flojamente a los costados del traje amarillo, dejando salir el aire de sus pulmones en un suspiro. Levantó la vista a uno de los mayores, quién parecía estar un poco más tranquilo con la situación.
── Tranquilos, no estamos muy lejos de un pueblo dónde seguro habrá un lugar para pasar la noche, ¡Todo está bajo control!─ Señalo a lo alto, luces y casas viéndose cada vez más cerca de ellos. El sol se escondía y un manto de oscuridad comenzaba a cubrir el cielo, poco a poco viéndose con más intensidad la luna.
Estaba preocupado por sus acompañantes, aunque no podía dejar que el nerviosismo tomara control de su cuerpo. Lo primordial era encontrar un lugar dónde pudieran estar sanos y salvos de la lluvia que estaba cada vez más cerca, las nubes tornándose gris oscuro.
── ¿No es así, Lan Zhan?─ Sus ojos vieron al de su lado con tranquilidad, sonriendo al mismo tiempo que pasaba su brazo por los hombros de su ajeno. Sabía que con la aprobación del segundo jade, los menores confiarían más en sus palabras.
── Mn, necesitamos descansar.─ Al final tuvieron que guardar sus quejas para después. No podían discutir con un superior, mucho menos si se trataba de esa persona. Era algo mayormente por respeto, no es como si realmente nunca hayan dicho o hecho algo "irrespetuoso".
── ¡Ahaha, siempre pensando en el correcto!─ Al contrario de los otros, el de negro no tenía intención de respetar al más alto cuando no se despidió apropiadamente de él, solamente dándole un rápido abrazo, echándose a correr por el sendero, probablemente en busca de algo.
No le puso cabeza a eso, a veces solía ser de esa forma y no preguntaba porque lo hacía, simplemente era parte de su manera de ser y a él le agradaban todos esos detalles.
Su estómago dio una vuelta y sintió los pequeños vellos de su cuerpos ponerse de punta cuando una helada brisa pasó por su nuca. Ahora en alerta, miró con frialdad sus alrededores. Al estar en una nueva zona, no sabía cómo eran los locales o qué tipo de costumbres tenían, ¡Incluso si usaban su cultivación para hacer daño! Su mente pensaba en varias cosas al mismo tiempo cuando sus claros ojos vieron algo que le hizo parar el paso.
No se dio cuenta de cuánto tiempo pasó viendo aquella pequeña y rústica estructura de piedra. Se acercó por instinto y con cuidado vio lo que parecía un altar de ofrendas; estaba mal organizado y la pequeña mesa se encontraba llena de ceniza y hojas secas. Todo estaba roto, sucio o viejo, la comida comenzaba a llenarse de blanco y verde, seña de que estaba mala o ya había pasado un tiempo fuera.
Y como rayo de luz en una tempestad, la estatua del dios al que alababan era innegablemente elegante y bella. La manos del escultor eran talentosas al haber hecho algo tan real. Sentía los ojos de piedra mirarle y juzgarle, su cabello parecía moverse con el viento y las túnicas que portaba eran hermosas como costosas y lujosas telas de seda que ha visto en diferentes pueblos.
Y el rostro, cada curva y rasgo era delicado y precioso. No podía negar que aquel dios era agraciado, probablemente fue famoso y amado por todos debido a esto, no le sorprendería que fuera así. Describiría aquel rostro como difícil de olvidar, no todo mundo que veía lucia así.
Sacudió el cojín en el suelo y se agachó frente al altar, dispuesto a poner unas cuantas monedas como ofrenda buscó aquella especial bolsita entre sus túnicas, pero al no encontrar nada se volteó y buscó entre el ahora oscuro camino. Algo no encajo hasta qué recordó cómo el cultivador demoniaco huyó con tanta prisa de ahí, aquel extraño y rápido abrazo.
"Cada vez más escurridizo." Pensó el segundo jade. No le molesto que haya tomado su dinero, al contrario, él mismo se lo hubiera dado si el otro le hubiera preguntado, ¡Pero cada día se volvía más travieso, como un niño! Lo más seguro es que fuera a comprar una docena de jarras de aquel vino que amaba.
No tenía comida o incienso que ofrecer, no quería faltarle el respeto a su deidad al haber tomado su preciado tiempo. Por eso, comenzó a limpiar y organizar los platos, sacudiendo la ceniza y quitando las marchitas y secas plantas. ¡Su ofrenda era limpiar el altar! Poco común pero especial, era lo que podía hacer y al final, estaba mostrando respeto todo el tiempo.
La tormenta no espero más, y como si de lágrimas se tratase, su mejilla comenzó a mojarse con pequeñas gotas de líquido. No importaba, podía soportar una pequeña llovizna, él solamente deseaba decir lo a que su mente tanto atormentaba, que sus palabras trajeran la paz que necesitaba.
Junto sus manos y agachó su cabeza, pidiendo y diciendo todo lo que tenía en mente. Pocos segundos después se levantó y con los distantes llamados de sus compañeros marciales, se retiró y terminó su rápida visita, deseando que aquel ser haya escuchado lo que dijo, deseando que aquella persona lo haya notado.
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YUANFEN | Lan Wangji x Xie Lian
Fanfiction¿Qué es lo que todo discípulo del clan Lan necesita tener? ¿Disciplina, prudencia, y paciencia?, ¿o quizá coraje, fuerza, y vitalidad? Muchos de los candidatos a discípulo cumplían con cada una de estas, y bajo la enseñanza de Lan Qiren pasaban de s...