La noche que Yarimar descubrió la verdad tras la reasignación de su madre, estaba empacando de nuevo para dejar la sección de comunicaciones. Mar no se sentía más triste con este cambio, que por el anterior. Los dos meses que había permanecido en la sección fueron una experiencia cercana a la tortura, pero ser degradada, por segunda vez, tampoco eran buenas noticias.
Primero se enteró extraoficialmente, de boca de su representante, del que seguía sin memorizar el nombre. La notificación oficial vino un día después, por correo institucional, con anuncio en el muro de novedades del equipo y todas las despedidas, tanto virtuales como presenciales. Yarimar no se sorprendió por el anuncio, ni en el primero ni en el oficial. Pero era consciente de lo que significaba.
—¡Ay! MariMar —el hombre, su representante, tampoco sabía bien su nombre—No sabés como me da de pena, tener que decirte esto, muñeca. Vas a pensar que en este equipo somos una mierda, que es una injusticia, que alguien con tu talento. Pero no más mírate y decime ¿Vos te ves cómo alguien deseable? ¿Tenés la pinta de una de nuestras caras publicitarias? No me respondas, vos sabes porque tengo razón, Mari, vos sabes —el representante sacudía las manos y la cabeza mientras hablaba casi sin para a respirar—. No te lo vayas a tomar a mal, pero es que ya no tenemos un lugar pa' vos acá en comunicaciones.
Mar se había visto así misma, sus manos delgadas, su piel reseca y en el espejo, los labios cortados, las cuencas oscuras alrededor de sus ojos que casi todas las mañanas amanecían hinchados de tanto llorar a solas en las noches y, muy a su pesar, era consciente de su situación; sin embargo, escucharlo hablar así de ella, le seguía revolviendo el estómago.
—Vos sabés. Acá lo que importa es la imagen y es que te das cuenta que ya no sos lo que eras.
El representante se llevó la mano a la cabeza y, sosteniéndose la cien, la sacudió. Mientras empacaba, Yarimar le vió de reojo y casi creyó que le importaba. Dándole la espalda, asintió y le dio las gracias. No necesitaba seguir escuchando, de algún modo empezaba a creer que ese sería el desenlace de todos sus trabajos en adelante, aunque al menos ahora sabría cómo enfrentarlo.
— Te tenés que cuidar Maricita —se acercó a darle una palmada en el hombro—. Esto te lo digo, porque yo sé que todos estos cambios te deben a ver pegado fuerte. Yo te entiendo que eso de que la mamá de uno se vaya, y de la empresa, cuando uno está tan jovencito ¡Eso si es mero golpe pa' duro! pero tenés que cuidarte o no vas a durar en ningún lado. O pensalo y regrésate con tu papá, todavía tenés edad de acogerte a la tutela...
—¿Qué mi mamá qué? —Yarimar soltó las prendas de las manos, se giró hacia su representante—. ¿Me puedes repetir lo de mamá, por favor?
El hombre se quedó viéndola, como si no entendiera su sorpresa. A Mar las lágrimas se le habían formado en los ojos de un momento para otros y amenazaban con dejarse caer en cualquier momento.
Aunque en esos dos meses no había visitado a su madre, ni recibido visitas de ella, a pesar de que los mensajes que compartían eran cortos y poco informativos, Mar seguía pensando que era temporal y que cuando ambas se acomodaran a sus nuevos roles, todo volvería a la normalidad. Lo que fuera que eso significara.
—¡Ay, Marimari! —el representante alargó la mano para tocarle la cabeza.
Mar la alejó de un manotazo.
—Nada de Mari. Dime lo de mamá, por favor —suplicó, con las la voz quebrada y los ojos aguados—. Necesito saber de mamá.
El hombre sabía poco más de lo que ya había dicho, así que Mar lo echó del cuarto para seguir con el proceso de mudanza y poder llorar en paz, lo único que nunca parecía agotarse eran sus lágrimas, que jamás la dejaban solas, sin importar la situación. . Las horas siguientes no supo mucho sobre la sección, locación y funciones nuevas, tampoco se interesó en preguntar. En su lugar como un muerto en vida, una hoja a merced del viento a la que el tiempo se le escurría como baba en la cara al dormir.
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Los descartables
Science FictionLa historia la escriben los ganadores, pero por cada que gana hay una fila de perdedores detrás suyo, historias que construyen leyendas desde el anonimato. Ana, Yarimar y Mauricio, hacen parte de una historia más grande que los revuelve alrededor de...