YARIMAR - Parte IV

18 1 0
                                    

El visitante se acercó a Yarimar cuando ella reposaba en la enfermería de la sección, huía de la visita en persona del director, que ya había comenzado su tour de presentación oficial por todas las oficinas y secciones. A primera vista, no reconoció a la persona que se acercaba, porque tenía la mitad de superior de la cara cubierta por una capucha larga. Vestía un uniforme de operario de banda baja, de contextura delgada, hombros estrechos y ningún rasgo de género específico, su físico ni gestos correspondían a cualquier conocido de Yarimar.

Cuando la figura removió la barrera de privacidad de su cubículo y entró sin anunciarse, Yarimar se echó para atrás. Pronto el visitante se reveló a sí mismo.

—director —exclamó Mar con amargura.

La persona sonrío. Yarimar volteó a ver en otra dirección, esa era la cara que menos quería ver en ese momento.

—No, no soy el director. Mi nombre es Zee, Mar.

Al escuchar su diminutivo, Yarimar se arriesgó a regresarle la vista, aún sin intención de aceptar a su visitante como tal. Luego, lo estudió de pies a cabeza, sin tratar de ocultar su incredulidad.

—Tu voz —Mar recordó a su madre quejándose de su voz—. Es diferente a la del director.

Para ofenderlo, había enfatizado en su tono retador y burlesco.

—Porque no soy el director, te repito —el joven se encogió de hombros y levantó las cejas—. Tu mejor que nadie lo debe saber, eras lo mismo que yo.

Yarimar bufó en respuesta. Dedujo, por la voz gruesa con agudos que de vez en vez se escapaban, que se trataba de un chico cercano a su edad. Era difícil saberlo con los modelos de director.

—Eres el que me robó que me robó MI trabajo. Así que ¿A qué vienes? —Mar se siguió en su silla, y se inclinó ligeramente en dirección al chico—. ¿A burlarte de mí, a ver en lo que me he convertido? Ni siquiera debería importarte yo. No soy nada

—¡No digas eso! Claro que no vengo a burlarme de ti —el joven se acercó más a ella, los labios apretados y los ojos caídos, las manos levantadas y las palmas hacia el frente—. Vengo en paz. A darte un empujón en la dirección correcta. Solo quiero ayudar.

Mar lo miro con reserva. Solo conocía a esa persona de la publicidad oficial de la empresa. Su imagen siempre la había llenado de odio e ira, pero lo había visto tantas veces que, al tenerlo frente a frente, siendo humano, la hacía sentirse mal de todo el desprecio que haba dirigida a las pantallas, después de todo, cualquiera que la fuera a visitar a la enfermería, no podía ser una mala persona.

—A menos que me con ayuda te refiera a que vas a renunciar o transferirte, no encuentro ninguna forma de que me ayudes. ¡Todo es tu culpa! Y del director, por elegirte a ti y no a mí.

—¿Por elegirme sobre ti, entonces? —el joven, Zee, se río—. El director no me eligió solo sobre ti, sino sobre muchos otros candidatos. No es especial.

Mar se quedó callada, porque no quería aumentar sus horas de limpieza, pero quería gritarle que ella si era especial, que era muy superior a otros y sin embargo la habían movido a un oficio para el que no estaba preparada.

—Solo escúchame, no me puedo quedar demasiado tiempo, este es mi break de almuerzo —El chico comenzó a subirse la manga de su overol, mientras sacaba algo de su bolsillo—. Solo acepta la opción que te voy a dar y tendrás tu venganza, por eso estas a limpieza mental, ¿no?

Yarimar guardó silencio, lo miró con desconfianza. No recordaba haber hablado de venganza en ninguna de sus sesiones.

—Bien, Yarimar. Pues esto es.

Los descartablesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora