ErinleaSe levantó al alba, ya se estaba empezando a vestir. Tenía una "misión secreta" al pendiente del rey. No solía ocultarle las misiones, era algo nuevo.
Erinlea, elfa de pelo rubio trenzado en una única trenza apretada que le llegaba por debajo de los hombros, ya estaba poniéndose las botas de cuero como la que no había madrugado en su vida.
Ya se había puesto su traje de siempre, la armadura de Lewi, hecha con la seda más suave y resistente que puede haber en toda Zia y con un cuero inigualable y ligero como el aire, que por cierto se le pegaba muy bien al cuerpo sin dejar escapar ni una sola curva.
Se dirigía hacia el palacio, había un largo trayecto puesto que este estaba en los bosques azules, aunque, afirmaba que le encantaba ir, ya que ver los árboles color rosa palido, con hojas naranjas y marrones, mezaclandose con los árboles color azul pastel con hojas azul marino casi negro y algún que otro duende recolectando bayas, era una delicia para sus ojos.
Hoy en día ambos bosques estaban tan pacíficos... Quién diría que no hacía más de dos años que habían estado en guerra. Erinlea logró ver con tristeza algunas flores Blodelf, flores que solo crecían en un suelo fertilizado con la sangre de un elfo puro. Eran rojas amoratadas; color de la sangre de estos. La rubia sintió una punzada de orgullo, ella tenía ese color de sangre corriendo por sus venas.
Al llegar a la gigantesca puerta de un cristal entre lila y transparente algo opaco del inmenso palacio, cedió a entrar. Como siempre, saludó a algunos guardias y se dirigió a la sala de reuniones.
Era raro, pues Cerridwed, la dama de la reina, está misma o el rey no estaban en esta. Saludó a algunos lores ahí sentado hablando de temas coloquiales y decidió ascender las escaleras de piedra pulida por su cuenta.
Fue al despacho del rey, una puerta justo a la izquierda del pasillo de habitaciones, y efectivamente, ahí se encontraba. Estaba hablando con una bruja del reino vecino, la rubia tenía algunos espias allí y sabía que esas prendas eran de bruja, o hechicera.
—Hola —carraspeó llamando la atención del rey y de la bruja, quienes dirigieron la mirada a la elfa.
—Sientate, señorita. —Puso una mano extendida señalando al sillón frente a su mesa.
Se sentó siguiendo su acción, él ya sentado y la bruja, que ocultaba su pelo en su capucha color negro, se quedó de pie junto a su contrario.
El tío de la elfa carraspeó su garganta y comenzó a hablar.—Erinlea, esta es Arandora, una hechicera del pueblo vecino. —Miró a la chica y le hizo una seña para que hablara.
—Así es, un gusto. Vengo buscándote, para que emprendamos un largo camino buscando a las demás guerreras, las más poderosas de todos los reinos —hablaba con la seriedad propia de un soldado. —El fragmento de maldición de Lohelia ha sido robado. —Paró de hablar, a Erinlea se le secó la boca, estaba atónita, ¿un fragmento de la maldición, robado? ¿Para qué?
El rey le tendió una carta a Erinlea. La elfa la cogió y la abrió con facilidad, pues el sello de cera naranja ya había sido roto. Leyó la carta.
A su poderosa majestad;
Esta mañana, cuando yo y las sacerdotizas íbamos a rezarle a la maldición para que se mantuviera inmóvil como siempre, nos llevamos la sorpresa de que no estaba. La aldea y aldeas vecinas estamos buscando la con toda la fe de volverla a encontrar. Por favor, si sabe algo, háganoslo saber. No tenemos ni idea de quién ha podido haberla robado, pero anoche hubo silencio y nada más que silencio. Los guardianes dicen no haber visto nada.
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Healing by the Abyss
FantasyUn día mandan a llamar a las cinco guerreras más poderosas de toda Zia por un gran problema; Las cuatro maldiciones de Ónix han desaparecido. Juntas tendrán que encontrarlas e ir consiguiendo aliados por el camino para formar un ejército, pues la gu...