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Arandora

Pelo negro azabache, ojos grises, gesto serio, vestido de mangas largas que le llegaba hasta los tobillos, muy habilidosa, fiel...

Así es como le podría describir cualquier persona de Lohelia y, de fuera de ella, aunque la realidad era bastante distinta.
Sí que tenía esa apariencia, no era la típica guerrera con grandes poderes, es más, ni siquiera debería estar aquí, pero eso no importa ahora.

La travesía en barco fue un poco movidita, el tiempo no se puso de su parte, pero por suerte lograron llegar sanos y salvos, las olas apostaría la bruja a que superaban tres dragones juntos y la fuerza del viento era como el primer hechizo que se aprende en la vieja escuela, te hace volar por los aires.

Cuando llegaron a Herbiner lo primero de lo que se dieron  cuenta es que no tenía puerto, por lo cual el barco tubo que encallar en la arena de la bahía de aquel reino.

El capitán de barco junto a sus tripulantes se quedaron en el barco mientras ellas partían rumbo a la extensión de árboles que empezaba al acabar la playa.

La pelinegra sacó el mapa más reciente que un cartógrafo consiguió hacer hace doscientos años. Desde entonces Herbiner había cambiado demasiado, ni siquiera lograba reconocer la bahía en la que habían encallado y por si fuera poco el mapa estaba escrito con la antigua lengua de los elfos, por lo que no se entendía nada.

Tras darse cuenta de que nada encajaba se dejó llevar por su sentido de la orientación y le dio el mapa a la elfa para ver si lograba encontrar el lugar en el que se encontraban.

Entraron en un inmenso bosque. No iban a dejar de encontrarse con ellos, los bosques de Herbiner son de los más frecuentes.

A medida que se íban adentrando más y más en el bosque todo se volvía más oscuro, hasta el punto que no podían avanzar, porque no se veía nada.

Tanto los hechizos de luz como el fuego de Erinlea no funcionaban, como si hubiera una fuerza mayor invisible que les impidiera usar sus poderes.

Estaban jodidamente indefensas ante cualquier amenaza, aunque Arandora tenía su espada de ónix, una herencia de familia, y Erinlea su arco y cuchillos.

Erinlea le explicó que en la guerra que tuvieron sus reinos, Herbiner era el más atacado porque tenía más riquezas, por lo cual el bosque desarrollo este mecanismo de defensa para los visitante no deseados.

Ilusa de ella, pensó que si llegaban al punto de partida se iría aclarando el camino, el problema fue que como no veían nada no sabían hacia donde dirigirse, hasta que de repente Erinlea, delante de la bruja, se paró en seco poniéndole la mano por delante del pecho para que no siguieran andando.

A los pocos minutos se escuchó una rama crujir. La elfa le agarró la mano y salieron corriendo a toda velocidad, cada vez más ramas crujían y todas detrás suya, fuera lo que fuera lo que les perseguía les estaba pisando los talones.

Y de repente...nada. Y entonces, un extraño resplandor de luz dejo ver todo lo que tenían alrededor, Arandora notó algo cálido llenar su vacío, ¡sus poderes!

Eso significaba que estaban cerca de la salida.

Erinlea empezó a alejarse pensado que la bruja iba detrás suya, está se quedó parada para poder observar que criatura las estaba persiguiendo.

Al principio no veía nada y se llegó a plantear que solo fue su imaginación, ya no se escuchaba el crujir. De repente, algo le tocó el brazo y se giró bruscamente.

Era Erinlea, que le informaba de que había encontrado la salida.

Aun un poco confusas de lo que había ocurrido le informaron a la tripulación que tendrían que buscar otro lugar en el que encallar, pero para eso tendrían que encontrar el barco.

Unos kilómetros más adelante se encontraban en una playa, sin ver el barco. Estaban cansados de buscarlo decidiendo volver a intentar encontrar el castillo, y como no les quedó otra, tuvieron que subir un acantilado con la carga de los tripulantes humanos.

¿Podrían haber subido con los poderes de la bruja? Si. ¿Por qué no lo hicieron? Porque los humanos, al no tiener ningún tipo de poder mágico son demasiado orgullosos y no necesitan ayuda de nadie.

Así que mientras la bruja ya estaba arriba, Erinlea ayudando a algunos a subir, y los demás subían con cuerdas, se puso a inspeccionar el lugar.

Era una pradera, constituida por pequeños lagos. A lo lejos se veían pequeñas colinas y cerca se distinguían unas manchas de color blanco aparente mente vivas.

No le dio tiempo a mirar mucha gran cosa porque ya habían subido todos, ellos al igual que la pelinegra también vieron esas manchas blancas vivientes, pero decidieron seguir su camino sin más interrupciones.

Esa parte de Herbiner no era tan siniestra como aquel bosque de antes.

Esta estaba llena de colores alegres, la criaturas más curiosas se acercaban y los olisqueaban. Todo era tranquilo, demasiado tranquilo pero, así mejor ¿no?

La manchas blancas vivientes se acercaban a ellos cada vez más, y más rápido y por fin lograron distinguirlas eran... eran... ¿qué eran?

—Son pegasos, —se atrevió a decir Erinlea, —normalmente son pacíficos pero por si acaso marchémonos de aquí.

Siguieron para el lado contrario de donde habían subido y de donde habían visto por ultimas vez a los pegasos, poco más delante se encontraron...Arandora maldijo. Otro bosque.

Volvieron a escuchar los mismos crujidos de ramas y los pegasos se acercaban más y más.

Esto no era un sitio seguro, por lo menos no para los tripulantes que las acompañaban.

De repente, de un matorral salió una mano moviéndose y una voz masculina pidiendo ayuda, tiraron lo mas fuerte que pudieron de la mano y pudieron verle el rostro. El cuerpo. Pezuñas debajo de los pantalones. Cuernos. Oh, un sátiro.

Su ojos eran verdes y su pelo castaño.
Su ropa parecía de buena calidad, pero estaba lleno de rozaduras y llena de espinas, la bruja supuso que se quedaría atrapado en unas zarzas.

—¿Hola? —dijo algo confuso —¿Ustedes no sois de por aquí verdad?

—No, buscamos a una ninfa llamada Reylin.

—Conozco a Reylin tan bien como conozco Herbiner, así que seguidme porque os llevaré con ell...,

Antes de acabar la frase, ya lo tenían  atado.

Healing by the AbyssDonde viven las historias. Descúbrelo ahora