ThomasA pesar de estar atado, el sátiro podía hablar (cosa que no le permitían), y mirar a Erinlea. Ella iba como siempre: con sus manos agarradas por la espalda y andando a un paso rápido. Esta vez estaba hablando con Arandora a lo lejos, él solo se fijaba en su rubio, lacio y trenzado pelo. Era perfecto. ¿Realmente le estaba gustando esa criatura? ¿Una elfa? Aunque..., Thomas se lo planteó, sería fácil llevarla a la cama.
Las dos guerreras empezaron a andar a paso más lento, lo que le permitió acercarse a Erinlea.
—Tss —dijo llamándola.
Erinlea se volteó y lo miró confusa.
—¿Qué?
—¿No puedes hacer que me desaten?
—No se ni yo si quiero que te desaten...
Le sorprendió su comentario. Thomas le hizo un mohín.
—¿De verdad? Porque veo en tus ojos que tienes ganas de hablar más conmigo —le guiñó el ojo, pero lo único que consiguió fue un corte de manga de la rubia y que Arandora le echara un hechizo sellando le la boca.
—Callate, o el siguiente hechizo será de unirte la boca al trasero, para ver si te comes la mierda que dices —dijo Erinlea cortante y llevándose a Arandora de hacia a delante para seguir hablando.
A veces Thomas simplemente quería morirse. Él era el príncipe de Herbiner, el amado por todos y todas, el que vivía de sus hazañas. Y quizás aún no se había desatado por esa elfa tan interesante.
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Erinlea
Cuándo estuvieron delante empezaron a reír.
—"Siguiri qui tinis michis guinis di hiblir quinmigui". —cuando la elfa dijo eso, y en ese tono, explotaron a risas.
—Es un idiota, Erinlea.
—Ya... —empezó a jugar con un mechón de su cabello. —Su fama de mujeriego no le conseguirá ningún amorio más, desde luego
Volvieron a reír por su comentario, pero de repente, entre risa y risa ya tenían el gran castillo de Herbiner frente suya.
Era un hermoso castillo que parecía tener más de quinientos años sin reformar. Era de piedra luna, una piedra preciosa, lisa, blanca, que tenía reflejos de todos los colores.
Cuando las grandes puertas se abrieron para ellos, parecía un castillo que se limpiaba cada tres horas. Entraron y los recibió una larga alfombra roja.
Como los guardias indicaron, solo podían pasar Arandora, Erinlea y Thomas (ahora desatado), así que los tripulantes se quedaron fuera.
Avanzaron guiados por guardias hasta llegar al despacho del monarca. Les abrieron la puerta de cristal opaco y pasaron, donde el rey de Herbiner y su hija estaban sentados frente a ellos en un escritorio de madera oscura.
Reylin parecía nerviosa, con una pierna moviéndose sin parar. Era guapa; pecosa, vestida normal y unas alas del mismo color que el castillo salían de su espalda. Tenía el pelo negro y rizado, propio de un hada. La piel era de un tono bronceado, justo como lo tenía su padre también. Erinlea y ella se miraron. Y la elfa le sonrió a el hada. Tenían las orejas de la misma forma, puntiaguda y rojiza por la punta.
—Ustedes debéis de ser Arandora, Erinlea y...¿eh?
—Hola, papá, ¿qué tal el día? ¿Todo perfecto, verdad? —Dijo Thomas entrando por la puerta.

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Healing by the Abyss
FantasíaUn día mandan a llamar a las cinco guerreras más poderosas de toda Zia por un gran problema; Las cuatro maldiciones de Ónix han desaparecido. Juntas tendrán que encontrarlas e ir consiguiendo aliados por el camino para formar un ejército, pues la gu...