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Es extraño cómo los poderosos siempre encuentran la manera de saltarse las reglas, incluso en el mundo de los no-muertos. Los príncipes vampiros andaban a sus anchas cuando deberían haber estado atrapados en una alucinación repetitiva de sus últimos momentos en vida; pero si alguien que aún respira puede descender aquí en contra de todo pronóstico, entonces sus enemigos también podrían escapar de sus tormentos para hacerle pagar por enviarlos allí.
Sin embargo, las reglas del universo también rigen aquí, son inamovibles, y todo vuelve a su curso finalmente.
Donte, Maximus y Altus huyeron al darse cuenta de que habían abusado de la hospitalidad de su anfitrión, dejando a Lex moribundo, confiando en que en cuestión de horas se convertiría en otro habitante del lugar.
Lex extendió su mano hacia la visión de la mujer, no obstante el dolor en todo su cuerpo no le permitió mantenerla en el aire por mucho tiempo. Sus ojos amenazaban con cerrarse. Sintió una mano tibia tocando su mejilla, y con ella cómo su corazón se ensanchaba. Solo podía pensar en Leary y sentirse satisfecho de haber alcanzado su cometido.
—Mira cómo te han dejado... —dijo una voz femenina un poco áspera.
Lex se quebró al descubrir que no era su Leary. Y solo hasta ese momento entendió que no había amado a esta mujer como a su Leary.
Abrió sus ojos empapados en lágrimas para encontrarse con el rostro misericordioso de Mila, su primer esposa, la verdadera esposa.
—La muerte no conoce de diplomacia y fraternidad. Sin eso, tus hermanos son solo bestias —decía Mila entre otras cosas, mientras atraía a su esposo para que se apoyara sobre su brazo, y le ofrecía su otra muñeca para que bebiera de su sangre.
Lex agradeció el gesto para sus adentros, se aferró a Mila con sus dos manos y clavó sus colmillos en la suave piel. Bebió con desesperación, había pasado mucho tiempo desde su última cena y los golpes de sus hermanos lo dejaron débil sobremanera; sentía una necesidad de alimentarse primitiva, instintiva, salvaje.
Mila acarició sus cabellos y le susurró al oído:
—Eso es. Buen chico. Bebe como lo hiciste con Leary, vacíame, saciate como una bestia sin control.
Lex apartó su cabeza. Pudo saborear la malicia de Mila en mordida, pero ahora sus ojos destellaban odio.
—¿Qué pasa, mi sangre ya no satisface a mi señor como cuando me quitó la humanidad? —volvió a asaetear Mila— ¿No es tan buena como la de Leary, ni tan deseable como para querer drenarme por completo?
Hasta entonces Mila había hablado en un tono bajo y dulce, pero luego empezó a usar su voz real, altanera y ronca, en todo su esplendor, dando rienda suelta a la repulsión que sentía por quién la convirtió en vampira.
Lex estaba espantado, y con sus pocas fuerzas retrocedió arrastrándose para alejarse de ella. Enfrentarse a este fantasma del pasado era mucho peor que a sus hermanos, porque ella conocía su interior.
—¿Qué pasa, me temes? ¿Sientes lo que yo cuando apareciste en casa de mis padres y me llevaste a la fuerza? ¿Temes como Leary cuando le hiciste lo mismo a ella... y cuando la atacaste para volver a beber hasta su última gota de sangre?
>>¡Miren todos al patético rey Alexander, el protector del pueblo, quien abandonó a todos para rescatar a una mujer que no merece y cuyo amor nunca se ganó!
Lex seguía retrocediendo.
—¡Basta! ¡Calla! —le imploró— No sabes de lo que hablas.
Mila lo perseguía coartándole toda oportunidad de levantarse.
—Ah, ¿no? Dime, entonces, por qué Leary no corrió a buscarte tras volverse humana, por qué no te suplicó que la convirtieras de nuevo.
—Basta, te lo ordeno.
—¡Tus ordenes no tienen ningún valor aquí, ya no eres mi amo!
>>Contéstame, ¿por qué a mí? ¿Por qué no me buscaste en tu exilio? ¿Por qué la preferiste a ella? ¿Por qué quieres rescatarla ahora? ¿Por qué a mí no?
Las palabras de Mila se apiñaban una tras otra como decenas de saetas que atravesaban las carnes de Lex. El tormento de este era espantoso porque lo enfrentaba a verdades que él no quería ver.
—Ella no te ama, entiéndelo, prefirió la venganza, a un humano, a cualquier cosa antes que a ti.
Con cada palabra, Mila se volvía cada vez más agresiva y lanzaba zarpazos contra Lex.
Él se arrastraba a punto de desvanecerse, pero todos sus esfuerzos se dirigían a evitar pasar más tiempo frente a lo quedaba de su difunta esposa, quien, sin el lazo de sangre que los unía, había perdido todo respeto y obediencia hacia él. Y él empezaba a perder las esperanzas de que Leary lo recibiera con los brazos abiertos. No obstante, se convenció de que el cambio en Mila se debía a los tormentos que hubiera sufrido en el Inframundo, y Leary no aún no pasaba suficiente tiempo allí como para odiarlo, por lo que era imperioso no perder más tiempo en encontrarla.
Esquivó las garras de Mila una y otra vez, hasta que se quedó sin suelo por donde avanzar, y cayó y rodó hasta perder la conciencia. Mila se asomó por la pendiente para observar su caída. Abajo, alguien lo socorrió y comenzó a limpiar sus heridas. Lex escuchó entre delirios una voz suave y dulce que lo arrullaba:
—Tranquilo, mi amor, ya estás en casa.
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¿Qué les parece la historia hasta ahora?
Se acerca el final, ¿creen que Lex podrá rescatar a su amada?
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Los Amantes Tienen su Propio Infierno (TERMINADA)
VampireCuento participante de "7 pecados capitales", un desafío de WattpadVampirosES. SINOPSIS: Luego de buscar a su segunda esposa durante años, el rey de los vampiros se quebró al saber que había muerto. Pero, al mismo tiempo, prometió que iría hasta el...