06. Virgo

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Honne.

Era mi fin.

No solo me dolía la cabeza, sino también los pies por los zapatos y las piernas de tanto bailar. Me desperté en el sofá de la residencia sin tener idea de cómo llegué, el ardor de mis ojos confirmaba que los abrí por costumbre no por haber terminado de descansar.

—Son las seis y media, te dejé treinta minutos más porque estás en la mierda.

Oh no, mi peor pesadilla. Se metieron ladrones madrugadores.

—¿Cómo entraste, Vero?

—Vivo contigo —declaró exaltada—. Si llevas años sin tomar alcohol, debes que tener cuidado cuando lo haces.

—Es un poco tarde para advertirme —me quité la sábana de encima—. Me preparo y nos vamos.

—Deberías cuidar lo que haces, en especial ahora que tanta gente joven te ve como una figura a seguir.

—Mira Verónica, cuando tú opinión sea dinero me la das.

Corrí hasta el baño, sentía como si me hubieran tirado de un acantilado la otra noche, imágenes vagas de luces y chicas atravesaron mi mente. En lo que me cepillé los dientes me hice la idea de cómo sería mi vida ahora, si estoy en una supuesta relación ante el mundo no puedo siquiera hablar con alguien más.

«Ya no puedo reforzar la amistad por tu culpa, Mar. Gracias. Caes mal».

Recién en el pasillo me percaté de lo bien vestida que iba Verónica, es decir, los trajes elegantes y ajustados son primordiales en su guardarropa, aunque le noté un toque especial desde ese día.

Al abrir la puerta nos encontramos con nuestro primer obstáculo, una rosa roja sobre una caja con una nota pegada. Retrocedí preocupada de que pudiera tratarse de algún regalo por parte de fans que descubrieron mi dirección, ella cubrió el silencio aclarándose la garganta y procedió a tomar la nota.

Como persona respetuosamente curiosa que soy, ladeé la cabeza intentando ver.

"Dicen que la mejor manera de empezar el día es frente al espejo, así que aquí te dejo uno. -L".

—¿Qué es?

—Nada —la arrojó al bote de basura—, ve junto al chófer, ya te sigo.

Otra pequeña caja apareció a mitad de camino, se puso en cuclillas a abrirla, permaneció inmóvil unos segundos al notar que allí había otra flor con un nuevo papel, giró a verme y yo activé el modo incógnito de la vida: fingir que miraba a otro lado.

"Espero que esta rosa no corra la misma suerte que la anterior, ¿Ya te he dicho que soy un intenso? Eso significa que a la próxima serán tres. -L".

—Con lo caras que están las rosas —gruñó antes de guardarla en su bolso—. Con qué lunáticos me mandaron a trabajar.

—Perdón ¿Qué dijiste?

—Tonterías. Llegamos tarde a sesión de fotos, anda.

En camino me metí a Instagram con la intención de matar el aburrimiento, tenía miles de notificaciones más a las habituales, pero las atribuí a que estuve rato sin entrar a la aplicación. Fui directo al chat que tengo con mis amistades, hay cien mensajes pese a que seamos cuatro.

Me metí a los videos enviados, entre un montón de imágenes divertidas encontré un video mío bailando en la fiesta y como soy un poquitito narcisista, fue el único que vi entero. El labial rojo se me había corrido sobre la copa, vestí mi pieza favorita, el sombrero "de vaquero" rosa que quizás fue una mala elección llevarlo con un vestido negro.

Si ellos supieranDonde viven las historias. Descúbrelo ahora