41. Una montaña rusa de emociones

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Mar

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Mar.

La fiesta a la que nos invitaron se realizó en un parque de diversiones privado, las maquinas con luces rojas y rosas intensas, una rueda de la fortuna con cabinas en forma de corazón me llamó la atención, apreté la palma de Honne en mis manos. Luka vino con nosotras aunque lo perdimos en los largos pasillos oscuros con decoraciones brillantes.

La música resuena a todo volumen, me sentí libre al saber con certeza que nadie nos vendría a atacar, tomar fotos o interrumpir. De hecho, la mitad de invitados se reunió junto a la montaña rusa de tragos.

—Este sitio es precioso. —comentó con timidez.

—¡Mira, un túnel del amor! —señalé a la izquierda—. tenemos que ir, ven conmigo.

—Contigo al mismo infierno —respondió sin pensarlo—, pero ¿Qué es eso?

Una atracción escondida entre pequeñas montañas artificiales, un túnel acuático con barquitos rosas para parejas. Siendo sincera solo quería entrar para cumplir uno de mis caprichos creados por las irreales películas románticas que pasaban en televisión nacional, ella bajó su vestido que subió a sus muslos.

El día que duden que tan roja se pueda poner una persona de manera natural, recuerden que yo podría actuar de Spiderman sin necesidad de la máscara. Todo mi cuerpo sintió calor, jadeé sin saber qué más decir, corrí a subir a la atracción y Honne luego de salir de su parálisis, me siguió en silencio.

Deslicé mis piernas al otro lado del asiento de la pena, posó su mano sobre la mía arrebatándome el aliento como si fuera la primera vez que lo hace.

Creo que eso es lo malo de estar enamorado, uno de puede enamorar cientos de veces de la misma persona, cada día, con cada pequeño detalle que va averiguando y a veces ni siquiera se da cuenta hasta que es demasiado tarde para huir. Yo no quiero huir.

Al bajar vi que intentó preguntarme algo, solo que no pudo expresar qué, no le había dicho de el viaje para conocer a mi familia para no abrumarla, si fuera por mí no volvería nunca, pero hay algo en las personas que somos diferentes, una pequeña luz que nos hace tener la esperanza de que nos acepten como somos. Esperé eso de mi familia, al menos de un miembro para cumplir mi promesa.

***

Suelo sentir que doy demasiado cuando no me entregan nada.

No quería volver a ver a mi familia, pero se lo prometí a mi mujer y ella siempre ha sido más sabía que yo, en especial a decir que no debemos dejar heridas sin sanar o problemas sin resolver. Por eso traté de implementarlo antes de probarlo conmigo.

—Luka, puedes tomarte vacaciones si gustas. —ofrecí cuando me dieron mi maleta.

—No, no estoy mal. Y sí, descanso. Sí, ya estoy bien con mi familia pero no sé bien cómo así que no puedo darte un consejo y sí, estaba pensando en Vero.

Si ellos supieranDonde viven las historias. Descúbrelo ahora