33. Sinastrías

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Honne.

—¿Tienes un tatuaje, Mar?

Me arrastré sobre las sábanas, se estaba colocando su decena de collares con cuarzos de vuelta, se detuvo por completo cuando posé mi mano sobre su espalda, aparté su cabellera.

—Estoy segura que esta es la constelación de capricornio —toqué los puntos, uniéndolos—. como insistes tanto en esos dibujos, los memoricé.

—No, son mis lunares —aclaró—, pero debes de confundirte, es imposible.

Busqué mi teléfono entre las almohadas, de cerca sí era obvio que eran lunares, no obstante, sigue siendo extraño. Me costó creer que no lo hizo a propósito, aunque si fuera eso tendría mayor sentido que se ponga el suyo.

Tomé una fotografía con flash, una mano en el botón y otra en su pecho para ocultarla de los aliens que espían nuestras actividades cotidianas. Para nada solo quería hacerlo, como sea el caso, se lo mostré, quedó helada.

Se tapó la boca, por la forma en la que miraba la foto pensé que se iba a ir después de venirse tanto.

Se levantó sin terminar de vestirse, solo llevaba su ropa interior con runas dibujadas, corrió al espejo de cuerpo completo. Mentiría si dijera que mi mirada no la siguió como si fuera lo único que quiero por el resto de mi vida.

Al menos tomó su vestido rosa, corría descalza por el cuarto buscando objetos que mejor no preguntar para qué son, abrió su laptop a buscar información. Parecía una ranita, chiquita, saltarina y feliz, pero si la ves de sorpresa te da miedo.

Agarré la mitad el cuaderno, ella la otra y como personas maduras, racionales que no se estaban riendo a carcajadas en esa pelea empezamos a estironearlo pensando que las hojas eran de acero, Mar tiene más fuerza de la que jamás imaginé.

Pero no me iba a rendir, es especial porque si lo soltaba sin previo ella iría a chocar con la pared, me esforcé en usar inclusive el peso de mi cuerpo, al irme por completo hacia atrás, olvidó que tenía sujetadas sus manos por lo que cayó encima mío. Abrí las piernas apresurada de que no choquen con las suyas, de igual forma se escuchó un fuerte estruendo ocasionado por sus rodillas chocando con el suelo.

Nuestras caras quedaron a pocos centímetros, su respiración acelerada se convirtió en suspiros. Se puso a murmurar cosas en el idioma que no entiendo, su aliento me acariciaba la piel, en ningún momento soltamos el cuaderno.

Quizás era mi impresión, pero mi novia creció bastante desde la primera vez que nos vimos, sus ojos verdes combinados con la luz solar son hipnotizantes.

El romance que tengo con Mar puede ser tantas cosas artísticas, había odiado toda mi vida a las personas de ojos verdes por acaparar las canciones, la literatura y el arte alabándolos, pero siento que no es hasta el momento donde son los ojos del ser amado que ves toda la divinidad de la naturaleza en ellos.

Su atención no se apartó de mis labios, tragué grueso.

—¿Qué te puedo dar para que me dejes verlo completo?

—Nada, no tengo precio y si lo tuviera no podrías pagarlo. —le guiñé un ojo.

—Honne —llamó, al ser cantante es perfectamente consciente de cómo usar su voz, por ejemplo, cuando desea algo habla bajo y se parece bastante a sus gemidos—. yo te agradecería con mi vida si me muestras.

—Estás haciendo esto por un montón de cochinadas, sucia.

—Tu sucia.

—En fin, hay que hacer mucho hoy, ve a darle de comer a copito por favor.

Si ellos supieranDonde viven las historias. Descúbrelo ahora