VIII. No puedo creer.

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Carlota

Después de aquella absurda visita, me fui al primer bar que encontré. Heme aquí bebiendo por una pena que no sabía que existía, que doliera tanto, que me molestará tanto, sé que no es fácil ni para ella ni para mí, pero ¿un viaje para sacarnos de la mente? Idiota forma de correr.

-¡No te buscaré! – dije molesta para terminarme el milésimo shot de tequila –
- Búscame cuando quieras – volteé y era un hombre asqueroso –
- No estoy hablando con usted, métase en sus problemas – dije sin tacto alguno –
- Fiera, así me gustan – colocó una mano en mi muslo, la cual quité con fiereza y lo miré seria –
- Si no quiere ir preso por abuso – le mostré mi carnet de abogada – váyase de aquí – su rostro se empalideció y enseguida se fue –
- Estuvo bien señora – me dijo el chico de la barra – ese asqueroso se la pasa intentando abusar de las mujeres – asentí y le pedí la cuenta al chico –

Después de pagar me fui a casa, estaba borracha pero podía manejar hasta casa. Un rato después llegué y todo estaba en silencio, llamé a los chicos y no salía ninguno, definitivamente no estaban, a los minutos llegó mi marido quien se sorprendió de verme en el estado que estaba.

-¿Estás bien? – me preguntó preocupado –
- Estoy bien – no estaba muy consciente de lo que hacía pero necesitaba sacar esta rabia –

Me acerqué a Emiliano y lo besé intensamente, haciendo que éste me alzará y enredar mis piernas a sus caderas, gemí en medio del beso, me llevó hasta el sofá donde lo hicimos sin parar. Cuando descansamos un poco, me llevó hasta nuestra habitación donde volvimos a estar juntos, pero algo fallaba, la tenía a ella en mi mente al cerrar los ojos, así que decidí sólo dejarlos abiertos y ver como mi marido estaba emocionado por estar conmigo, al aparecer ella por mi mente se me fue la emoción.


-Amor – susurraban y yo refunfuñaba – amor son las 10 de la noche y los chicos tienen hambre, despierta – abrí los ojos y me atacó un dolor de cabeza insoportable –
- Me ducho y voy a cocinar algo – dije con voz ronca –
- Pedimos comida pero los chicos quieren cenar con nosotros – asentí y me levanté notando la mirada de mi marido en todos lados menos mi rostro – eres tan perfecta Carlota – se levantó y me atrajo a él –
- Gracias Emiliano – me alejé y caminé hasta el baño –

Me dolía el pecho y sólo tenía unas ganas inmensas de llorar, no puedo creer que solo usé a Emiliano, no puedo creer que corrí de mi marido, no puedo creer que bebí despechada por alguien más, las lágrimas salían incesantes, no podía evitarlo, lo necesitaba, necesitaba sacar todo esto que siento en el pecho, este dolor, estas náuseas, esto es un maldito chiste, estar con mi marido por despecho, por rabia, por dolor, por alguien más.

Una hora más tarde, salí con mi pijama y los chicos junto a Emiliano estaban arreglando el comedor para sentarnos a cenar hoy tocó comida china y me alegré mucho por ello. Hablamos de nuestro día, como casi pierdo un caso pero logré ganarlo, inventé una excusa de porque llegue bebida y cada uno contó su día, me reí muchísimo y por un pequeño rato estaba feliz de estar con mi familia. Después de cenar cada quien se fue a su habitación y yo me quedé a arreglar la cocina y lavar los platos, revisé mi celular que estaba dentro de la cartera la cual estaba en el sofá, suspiré al notar que no había rastro de ella, sonreí irónica es obvio que no lo habrá ella fue la que marco distancia.

Me preparé un té y decidí ponerme a trabajar un rato, tenía muchos casos pendientes, debo organizar mi vida y dejar de pensar en ella, como lo decidió, no puedo sólo volverme loca por alguien que no le interesa nada conmigo. Trabajé hasta la madrugada, estaba agotada así que me fui a dormir, cuando estaba acostada viendo al techo, los brazos de Emiliano rodearon mi cuerpo, pegándome a él haciendo así que me apoyará en su pecho, antes era feliz por ello, ahora no y me molesta tanto porque yo no pedí esto, yo no pedí que 20 años después me gustará alguien que no fuera mi marido y que ese alguien sea mi comadre, esto es patético. Minutos más tardes me quedé profundamente dormida.

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