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Estamos a sábado, el primer fin de semana desde que llegué. Mi madre me ha llamado unas diez veces para decirme que me he dejado tal camiseta, una colonia... y cosas varias que utiliza de excusa para llamarme.

Mi padre en cambio no para de mandarme fotos de lo que come, una ensalada con aguacate, plátano frito y sopa de estrellitas han sido mis favoritos.

¿Por qué los envía? No tengo ni idea, pero así es mi padre. Mejor no preguntar.

Esta mañana iba a quedarme durmiendo, pero me he levantado activa, cosa rara en mí. Me he despedido de Jane y le he dejado la mitad de mi donut por si más tarde lo quería.

Detallazo de mi parte.

Mientras daba una vuelta al campus me fijaba en como parecía un castillo fantasma, los días de cada día estaba a rebosar de gente, pero parece ser que los ricos no son muy madrugadores.

Fui a la biblioteca a chafardear un poco la variedad de libros, pero estaba cerrada y mientras me dirigía a secretaria a por las llaves de la biblioteca pensaba en como podría haber cogido un libro de la estantería de Jane y todo hubiera sido más fácil.

Pero como no, Amber complicándose la vida.

Y molestando a los demás obviamente.

El secretario no tenía cada de buenos amigos, y no me dirigió la palabra mientras le pedía las llaves, simplemente me dio las llaves de la biblio e hizo que me marchara.

Gracias, supongo. Encima que le pagan.

Ya tenía mi libro en mano y estaba a punto de ponerle una mala reseña al secretario de hace unos minutos en Google, pero vi que el sitio donde normalmente estaban todos los principitos y princesas de último año estaba inhabitado y me dirigí corriendo como si alguien más estuviera por la zona.

Salvado por la campana secretario.

Era precioso, el sitio, no el secretario. Había un banco forjado de acero pintado de blanco, detrás de este había un cerezo con las flores maduras que caía en forma de lágrima dejando una parte del banco con sol y la otra con sombra. De película.

Me senté ahí a leer durante un rato, todo era relajante y tranquilo hasta que escuché las ramas de este crujir.

Y está, se va a caer el cerezo justo encima del banco y moriré. Demasiado bien iba todo.

-Hey, hey- escuché él murmuro de alguien, pero no había nadie por el campus.

-Aquí arriba.- miré hacia el cerezo y vi unas piernas colgando centímetros encima de mi cabeza, pegué un salto y me puse a un lateral del banco.

El chico se dejó caer en el banco justo donde estaba yo antes.

-¿Qué haces aquí tan sola? ¿No prefieres estar durmiendo?- Mierda, el chico que había estado a punto de tirarle el libro en la cabeza era el hermano de Jane y el compañero de piso de Max.

-Estaba disfrutando de la mañana y del libro hasta que TÚ has saltado y me has quitado mi perfecta sombra. - me recordó muchísimo a la respuesta que le hice a Max el primer día de clase, ¿pero qué le pasaba a la gente con molestarme?

-Joder como están los humos de buena mañana.- me dijo mientras se quitaba algunas ramas del pelo.

-¿Y tú que? ¿Por qué has decidido molestarme? Me has visto de lejos y has pensado que sería gracioso o algo ¿verdad? No podrías haberte quedado durmiendo como los demás.- Vale estaba siendo muy borde, pero a mí de buena mañana no se me vacila por muy guapo que seas.

-No podía quedarme durmiendo porque no he dormido, y supongo que me gusta asustar a la gente.- Eso respondería a los sustos que se ha llevado el pobre conde.

Sola // en cursoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora