11.

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Mi cocina era una zona de guerra silenciosa. Claro que podría haber elegido comer en el salón o en el cuarto de baño encima de la taza del baño, pero seamos sinceros, soy torpe y probablemente habría terminado con la cena por todo el suelo. Asi que en vez de eso, estoy sentado en la mesa con mi jefe, que acabo de ver hace una hora en el trabajo, mientras como mi ramen, y él tiene pollo frito.

Terminando primero, se levantó y tomó su plato antes de salir. Suspiré e hice lo mismo con mi plato y cogí una cerveza antes de entrar en la sala de estar. Sam ya estaba acostado a sus pies mientras cambiaba los canales del televisor. Me senté en la otra silla esperando a que Sam viniera a mi, pero por supuesto no lo hizo.


—Um, ¿Quieres una cerveza?



—No bebo alcohol.—Deberias. Tal vez te soltaría un poco.



—¿Por qué, no puedes manejar el alcohol?—La mirada que me dirigió fue equivalente a haber sido apuñalado. Intensa.



—Si es que bebiera, estoy seguro de que sería capaz de manejarlo bien.—Maldita sea, ahí va con su discurso de superioridad. En seguida me callé y terminé mi cerveza mientras cambiaba de canal como un hombre bipolar. Cuando leí rápidamente pasó por Weekly Idol, tuve que detenerlo.



—¿Podrías detenerlo ahí por favor?—Escucha. Estoy pidiendo reinar sobre mi televisor en mi casa. Eso tiene que ser otra decepción más. Él gruñó y bajó el control, cruzando una pierna sobre la otra. Eché un vistazo a mi propia postura y la diferencia era casi graciosa. Mi única conclusión en cuanto a por qué era tan tenso era porque secretamente era una monja atrapada en el cuerpo de un hombre.



—Me voy a mi habitación. Si te emborrachas trata de no ser tan ruidoso.—¡¿Su habitación?! Se levantó y salió de la sala, gritándole a Sam que no lo siguiera. Cuando la puerta se cerró, me levanté y fui a la cocina a buscar más cerveza. 



—Voy a beber toda la maldita cerveza que quiera en mi casa. Maldito, solo quiere hacer mi vida un infierno en todos los sentidos. Seis cervezas y Weekly Idol era todo lo que necesitaba para pasar un buen rato.



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Por desgracia mi vejiga no pudo manejar mi idea de un buen rato, asi que rodé del sofá antes de la hora en que debería despertar con el objetivo de hacer pis. Tropezándome con Sam, mis zapatos y la alfombra que conduce al pasillo, me las arreglé para llegar al baño. Ni siquiera se me ocurrió por qué sonaba el agua que venía desde el otro lado, hasta que la puerta se abrió y todo lo que ví fué desnudez. Oh. Dios. Mio.


—Jimin, ¿Qué estás haciendo?



—Ah-oh-eh...lo siento. ¡Por favor, no me dispare!—Cerré los ojos y salí del cuarto de baño cerrando la puerta. Cuando los abrí y miré hacia abajo a la parte delantera de mis pantalones, tuve el otro susto de mi vida.



—¡Es el apocalipsis! Voy a sufrir una muerte lenta y dolorosa. ¡Desnudo! Estaba desnudo en mi cuarto de baño—Duh, ese es el lugar para estar desnudo. Allí y en el dormitorio. Mi hombría se movió. ¡NO!


Corrí hacia la cocina y abrí la última cerveza. La bebí en alrededor de un minuto sin respirar. Cuando estaba vacía, golpeé la botella contra la cabeza varias veces hasta que sentí que era suficiente. Cerré mis ojos y lo único que vi fue a mi jefe muy desnudo detrás de mis párpados.


 —¡Oh dios nunca voy a ser capaz de mirarlo otra vez sin sonrojarme o sin decir algo estúpido, o las dos!—Estaba a punto de llorar hasta que alguien se aclaró la garganta detrás de mi. 



—Puedes arreglarte ahora si quieres. Ya terminé con el baño.—Me mordí el labio sin darme vuelta.



—Uh-um bien, gracias.—Ah, hasta ahora iba bien. Ahora, sal de la cocina al cuarto de baño sin mirarlo. Tiré la botella de cerveza a la basura y me retiré tratando de no mirarlo mientras se movía hacia a mi para llegar al refrigerador. Casi estaba libre, hasta que me volvió a llamar.



—¿Si, señor?



—¿Dónde guardas tus sartenes?—Tragué saliva y me di vuelta, pero no lo miré.



—Bajo el miem…¡MOSTRADOR! ¡Los guardé bajo el mostrador!—¿Miembro y mostrador? ¡Ni siquiera suenan igual! Salí corriendo de la cocina hacia el baño. Cerré la puerta y me senté en el borde por un buen rato. Estaba muy atrasado para el trabajo.



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Miré el reloj de la pared, mientras escribía la última de las notas de la reunión de hoy. Mi cerebro estaba a tope y lo único que quería hacer era encontrar un agujero y vivir en él por un tiempo. Miré al otro lado de la oficina a su escritorio, pero no estaba allí al haberse excusado unos veinte minutos. Suspiré y envié las notas a su equipo de trabajo antes de cerrar mi ordenador portátil y empujarlo en mi bolso.


—Por fin, el final del día había llegado.—Todavia tienes que llegar a casa y verlo otra vez. Suspiré y sacudí la cabeza. Una existencia tan triste.




—Oh Gguk, adivina quién es…¡Oh, hola pata tí también!—Me quedé inmóvil y mire a la mujer que había interrumpido en la oficina. ¿Quien es Gguk?





—Um, ¿En qué puedo ayudarle?—Ella sonrió y saltó, sí salto, hacia mi escritorio.






—Puedes, si me dices quién eres.






—Park Jimin, secretario del Señor Jeon.—Por desgracia.






—Bueno, eres demasiado sexy para ser secretario, uhm?






—Gracias. Entonces, ¿Cómo puedo ayudarle?






—Oh si, cierto. Mi nombre es Jeon Jihye y estoy buscando a mi hermano, JungKook.—¡¿Hermana?! Si, y yo soy Santa Claus.






—Él salió de la oficina hace veinte minutos—Ella hizo un mohín y se cruzó de brazos.






—Y él sabía que yo iba a venir. Caray, siempre hace esto. Bueno, voy a ir a buscarlo. Gracias Sr. Park Sexy.—Ella me lanzó un beso antes de salir corriendo de la oficina "Oppa ¿dónde te escondes?" Negué con la cabeza y me dirigí a la puerta. Si esa era su hermana, entonces solo podría significar que se debe estar tomando medicamentos para suprimir su personalidad real.





—Sin embargo, ella me agrada.—Tal vez no tenga que emborracharme esta noche después de todo.


Devil Boss // Kookmin //Donde viven las historias. Descúbrelo ahora