IV. Látigo: Dolor Justo

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Un hombre de cabellera verde oscura, la cual se veía más rizada gracias al esfuerzo y el sudor que adornaba como una fina capa la tersa piel, no podía dejar de jadear y removerse bajo el cuerpo del rubio. Abierto de piernas, intentando de sujetarse inútilmente de las sabanas, pensaba que iba a poder aguantarse las ganas de exclamar con deseo todos aquellos gemidos, esos jadeos insinuantes que nada más provocaban en demasía al de ojos de sol en ser más rudo, en abusar de aquel punto que sabía que dejaba en el cielo al joven hombre de cabello verde.

-V-voy a... -no logra decir nada, no puede articular más palabra ya que los labios del contrario lo toman, de tal forma que no pudiera concentrarse en nada más que ellos y el vaivén incesante.-

Ahora sin los gemidos tan fuertes de por medio podían escuchar el erótico y vulgar sonido húmedo de sus pieles chocar con cada embestida, cada una profunda y ruda. Midoriya apenas podía creerse eso, el placer que estaba sintiendo en aquel momento era simplemente intoxicante, era una droga, un placebo que no quería que acabara nunca.

Fue cuestión de unos pocos momentos para que se corriera entre los cuerpos de ambos, aun así el movimiento no cesa hasta unas cuantas embestidas mas que es cuando siente toda la esencia del contrario derramarse en su interior, se asegura que todo quede adentro ya que al momento de correrse el miembro de Kaminari estaba siendo envuelto completamente por las paredes internas de Midoriya.

El par de sacerdotes se separan, jadeantes uno del otro, pero solo lo suficiente para verse al rostro y sonreír, cómplices de todo lo que acababan de hacer, sabiendo la gran cantidad de reglas que ambos habían incumplido, habían desafiado para poder llegar hasta aquella instancia. Midoriya toma el rostro del rubio entre sus manos, acaricia con sus pulgares sus mejillas y lo termina acercando a su rostro para poder besarlo una vez más. Antes de que todo acabara.

El ruido ensordecedor por la cercanía del campanario lo termina haciendo despertar aquella mañana. Otra vez se había quedado dormido, otra vez había tenido uno de esos sueños, otra vez su pijama estaba manchada con su esperma el cual había dejado salir en la noche durante aquel sueño tan húmedo que ya se había repetido más de una vez en tan poco tiempo.

-¿...Q-qué... otra vez? No –dice con lastima de sí mismo, sintiéndose horrible. Se esconde entre las sabanas y no puede evitar sollozar nuevamente, con gran pesar.- No... no no no no.

Llora bajo las sabanas un poco más, en el más suave silencio que podía para no alertar a ninguno de los demás que estaban por allí aun a esas horas en los dormitorios, quienes debían ser pocos. En menos de 10 minutos puede sentir que alguien toca la puerta.

-¿Hermano Midoriya? –era la voz, esa voz que había oído gemir, jadear, decirle tantas veces "te amo" en sueños.- ¿se encuentra bien?

-¡Si! –dice rápidamente para bajar de la cama y tomar el pomo de la puerta, evitando que pudiera entrar si es que intentaba hacerlo. Es incapaz de enfrentarse a su mirada dorada en estos momentos.- ¡Estoy bien! S-solo... me he quedado dormido, pero ya bajaré.

-Le guardaré su porción del desayuno, lo espero detrás de la parroquia junto a la fuente –dice con esa voz siempre alegre y animada a pesar de lo temprano que era-

No podría verlo en ese preciso instante, porque si lo hacía, diría algo que nada más el Kaminari Denki de sus sueños había escuchado, mas no el verdadero, el tangible, el que lo cautivaba aun si no fuera en el mundo onírico.

Nada más escuchar los pasos de este alejarse en el pasillo espera dos minutos y puede empezar a lavarse y vestirse como correspondía, con aquella sotana café oscuro y el cuello blanco que tanto los caracterizaba a ellos los sacerdotes que hace poco habían hecho el sacramento correspondiente a su nueva vida sirviendo a su señor. Se ve unos segundos al espejo pequeño que tenía bajo su cama, se daba asco, porque a pesar de aquel sueño una sonrisa estúpida y de enamorado no abandona su rostro, sino que permanece ahí, nada más al pensar en el recién llegado a su orden religiosa.

Pesadillas [BakuKami KiriKami]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora