Maldito Valentino

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Otro día perdido buscando pecadores que quisieran quedarse en su hotel. Charlie empezaba a pensar que este plan suyo no había sido buena idea, como les encantaba recalcar sus padres. Después del fiasco de la televisión, nadie la tomaba enserio y eso la frustraba aún más. Se subió a la limusina junto a su novia y se dirigió al hotel. Nadie dijo ninguna palabra en el trayecto, Vaggie miraba con tristeza el rostro de Charlie, tomándole la mano, intentando darle todo su apoyo. Al llegar allí escucharon un alboroto proveniente desde dentro. Apresuradas entraron por el lobby del hotel y vieron unas cuantas almas registrándose para quedarse en Hazbin. Charlie no cabía de júbilo ante aquella imagen, instantáneamente salió corriendo y empezó a ayudar a los huéspedes. Vaggie cautelosa, se acercó a Ángel quien daba la bienvenida al hotel. Vestía un ajustado vestido color lavanda, que dejaba entrever un pedazo de esas largas piernas que poseía.

-¿Qué ocurrió aquí?- pregunto la chica.

-¿No es obvio? Gente vino a quedarse en esta pocilga- se encogió de hombros- aunque cueste creerlo- Vaggie sin estar convencida al cien por ciento miro alrededor y se encontró con un par de ojos color sangre intenso, mirándola desde el rincón. Era Alastor, con su sonrisa característica que observaba cada movimiento que ocurría allí. No le daba confianza ¿Qué hacía el demonio radio en aquel hotel, en primer lugar? ¿Tan solo venía a divertirse como dijo? ¿U ocultaba algo? Se fue al lado de Charlie para ayudarle y protegerle. Aunque Vaggie no supiera la verdad detrás del altruismo de Alastor, lo cierto es que tenía tres motivos principales del porque honraba con su presencia en este lugar. El primero era su ya conocida disputa con Lucifer, rey del infierno. No era tan estúpido para enfrentarse a mano limpia con el padre de Charlie. Sabía que el demonio era más fuerte que él y en una pelea no podría ganarle (Ni si quiera tenía la certeza de poder golpearle si quiera), por lo que le desafiaba y molestaba de otras formas y que mejor castigo que ayudar a su hija en este estúpido proyecto, ayudando a los demonios, aun sabiendo que no tenían salvación, pero ¿Quién sabe? Quizás más de alguno se logre ir al cielo y joda a Lucifer en el camino. Eso sería maravilloso de ver y él quería estar en primera fila para presenciar su cara de enfado. El segundo motivo era conseguir almas que le ayudaran. Nunca estaba de más tener aliados, hacer tratos y conseguir adeptos para aumentar sus poderes. Algún imbécil iba a caer en sus tretas y él lo gozaría como nunca. Y el tercer motivo, le daba pena admitirlo y aún no lo entendía del todo. Hace muchos años no le llamaba la atención un alma humana. La última vez fue cuando estaba vivo y asesinó a su primera víctima. Aquella sensación nunca se le iba a olvidar. Aquel joven era un chico de su edad, pero tan diferente a su persona. Aquel joven era osado, vivía sin culpa, pero aun así era respetuoso, tenía modales y se vestía adecuadamente en cada ocasión. Sabia gozar de la vida como nadie. Un joven de la realeza que cautiva con cada mirada que daba y hacía suspirar a todos a su alrededor con aquella cabellera rubia y sus ojos verdes como esmeraldas. Le conoció en una gala, el tan solo era un locutor de radio, invitado para dar una nota por la llegada de aquel príncipe, pero al verlo quedó encandilado y decidió matarlos para saborear su carne, para deleitarse con su mirada llena de terror, para poseer aquella carne suave y aquellos ojos verdosos cuál esmeraldas. Al ver a Angel le provocaba la misma sensación. Aquella de fascinación, curiosidad por aquel ser y sobre todo un vacío en el estómago que lo asociaba con hambre. Se relamió los labios y continuó con su trabajo, ya habría oportunidad para poder pasar tiempo a solas con él.

Angel en cambio le había atraído desde el primer instante y se preguntaba, al igual que el resto, cual era la intención del ciervo en ese hotel, pero no tenía tiempo de pensar más en aquello. Se disculpó y se fue a su habitación a cambiarse, hoy era día de trabajo y no podía faltar por nada en el mundo. Valentino, el overlord que controlaba toda la industria pornográfica en el infierno, era su jefe y no tenía muy buen temperamento que digamos y por sobre todo, odiaba los retrasos. Era abusivo, posesivo y siempre se burlaba de él, a pesar de que la araña era una de las ganancias más grandes que tenía. Lo trataba como una puta barata que no tenía ningún valor, aunque en su mente lo entendía y hasta cierto punto lo aceptaba. Se veía así mismo como una prostituta manoseada y barata ¿Qué mas podía esperar de ésta "vida"? Entre suspiros se dirigió a la puerta principal.

TraicionadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora