El pasado de Alastor.

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Desde que tenía uso de razón, el vudú fue parte de su vida, al igual que la rectitud que regia en el mundo europeo. Su padre era un francés establecido en la colonia francesa de New Orleans y su madre, una mujer haitiana libre, de una familia algo acomodada. El había quedado entre aquellos dos mundos. Por su parte el de los modales estrictos que exigía el protocolo francés, donde el buen vestir era más apreciado que una buena comida, y por otro, los santos, dioses, rituales y bailes frenéticos de las ceremonias. Por supuesto se decantó más por el segundo, practicando desde que era un infante todos los maleficios, hechizos y cánticos. Aunque todo ese amor por el vudú menguo al momento que asistió al colegio católico, donde aprendió “la verdadera religión" y convivir con sus pares, quienes les aterraba el mundo de las artes oscuras (debía conservar las apariencias) Aunque nunca se sintió a gusto en aquel lugar, ni convivir con las personas a su alrededor. Todos eran básicos, aburridos e iguales. No le interesaban ni los hombres con sus juegos bruscos ni las mujeres y su coquetería barata. Odiaba asistir a los bailes en sociedad que su padre le obligaba (para mantener el estatus familiar) haciéndole bailar con todas las adolescentes que estaban allí y conversando con sus posibles jefes y gente importante. Odiaba esos fuertes perfumes, la máscara de maquillaje que cubría los feos rostros de las doncellas, los vestidos pomposos y las voces chillona que decían mentiras tras mentiras. Aunque los hombres de su edad no eran la gran cosa. Siempre hablando de mujeres, sexo, dinero y deportes, repulsivo.

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Su madre, además del vudú le enseñó algo muy valioso y eso fue la radio y el mundo de la música. Aquel aparato reproducía bellas melodías, con trompetas, saxofones, pianos y guitarras, que envolvían el alma. Cada tarde, después del colegio se ponía en el comedor a escuchar las hermosas canciones y bailaba con su madre, mientras preparaban la cena. Aunque toda magia acababa, cuando su padre llegaba a casa y apagaba la radio—No es apropiado que escuches este tipo de música—aunque el castaño no entendía muy bien a que se refería (tiempo o después se daría cuenta, que su padre de refería al tipo música, el jazz y el soul, eran considerados géneros paganos y de mal gusto) Pero la radio era su pasión (por mucho que su padre se empeñara en prohibirlo) Quería aprender los secretos de la locución y la música, por lo que sin consultarlo con nadie, se inscribió en la universidad en la carrera teatro y locución. Su padre pego el grito en el cielo, su madre lo apoyó—Tienes la música en tu sangre, en tus raíces africanas. Nunca reniegues quien eres my dear—Le regalo una muñeca destartalada, con ojos de botones y pelo de lana. Para el era un tesoro inigualable que conservaría hasta el día de su muerte.

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Un día al llegar a la casa, se encontró con sus padres peleando. Su padre se alteró, por encontrar un retrato de un dios vudú, de un santo, en la cómoda de su mujer. Odiaba todo lo que tenía que ver con la cultura haitiana y negra, y no quería que en esa casa hubieran prácticas paganas. Su madre no daba su brazo a toser—Te casaste con una haitiana, no tienes el derecho de botar a la basura toda mi cultura—Alastor observaba todo desde el marco de una puerta, tenía la mandíbula apretada de la rabia que sentía al observar a su padre.

-Pensé que eras una mujer decente, de una buena familia católica-

-Creo en dios, pero también creo en el vudú- aquella frase fue la gota que rebasó el vaso. Su padre se abalanzó hacia su madre, golpeándola con violencia. Al ser un francés alto, de metro ochenta, su madre menuda, no tenía oportunidad. El castaño al ver aquella escena, sin pensarlo dos veces se interpuso entre ellos, golpeando con fuerza a su padre.

-Alastor…- su padre lo miraba sin reconocerlo. Su hijo de buen porte, espalda ancha, cabellos y ojos castaños. Piel oscura, buen vestir y elegancia al andar. Ya era todo un hombre y la fuerza que poseía era de temer.

TraicionadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora