La tortura de Angel

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Valentino ya tenía todos los detalles listos, el día en que atacarían el hotel estaba decidido. Gracias a Seviathan habían conseguido poderosos aliados entre los overlord y la realeza del infierno. Muchos querían ver caer al demonio de la radio, ya que de una forma u otra les había herido (además de ser una constante amenaza) Y a la princesa del infierno, por el simple placer de dañar a Lucifer indirectamente. Estaban hartos de la tiranía de la familia Magne, querían un golpe de estado, querían poder y Valentino era la respuesta a esas preguntas. Seviathan había aceptado por puro resentimiento hacia su exnovia Charlotte. Aquella perra lo dejó totalmente en ridículo cuando rompió su compromiso con él y eso le había herido el orgullo. No podía olvidarlo ni permitir que se siguiera saliendo con la suya, la vergüenza lo estaba corrompiendo y esa oportunidad le caía como anillo al dedo para dañar a Charlie, para completar su venganza y volver a tener su estatus—créeme querida, después de esto vas a estar rogando que te posea—río para sus adentros el Von Eldricht, imaginándose aquel momento y saboreándolo.

Ángel sabía que a la mañana siguiente atacarían, era inevitable y era su culpa. Él había entregado información de los horarios, de las actividades que se realizaban dentro y fuera del hotel, las fortalezas y debilidades de los objetivos. Y los movimientos del mismo Lucifer, que ese día no estaría en el anillo del orgullo, dando una oportunidad única e irrepetible. Se sentía sucio, usado, traidor y lo peor de lo peor (Como siempre, pero multiplicado por mil). Pensaba que no podía caer más hondo, por lo que aquel día quería borrarse, quería olvidar lo que iba a pasar, que él estaba formando parte de ese asqueroso plan. El no odiaba a Charlie ni a Alastor, por el contrario, los quería. Había entablado una fuerte amistad con la chica, incluso llegando a confiar en ella (cosa que no le era fácil, gracias a las enseñanzas de su familia). Le había contado parte de su pasado, le había platicado de su infame vida criminal en New York. Y Alastor le había robado el corazón, le gustaba más de lo que podía admitir. Aquel abrazo compartido había significado tanto en su patética vida, aquellas palabras dichas y aquella inocente curiosidad del demonio radio, le había provocado ternura, ganas de cuidarlo, de enseñarle y guiarlo a través del amor, del deseo y el placer. Pero eso no iba a pasar. Después de esa pelea él iba a morir y Angel iba a quedar muerto en vida, sirviendo a Valentino por el fin de los tiempos.

Había dejado a su adorada mascota en casa de su amiga Cherry, ya que este hotel iba a ser destruido, además de guardar un par de prendas y objetos necesarios ¿Pero qué iba a importar después de esto? Aquel sentimiento le deprimió por lo que decidió tomar un poco del polvo blanco que lo hacía olvidar aquellas penas, aquellos abusos, aquel dolor que le recorría cada parte de su cuerpo. Con aquel polvo de ángel se sentía feliz, relajado, sin problemas. Se metió un poco, también aspiró cocaína, un poco de metanfetamina, se inyectó heroína y mezclo un poco de trago a su potente coctel, una bomba de droga a su sistema. Lo dejo en coma, lo dejo tirado en su cama solitario pero feliz, riéndose de algún recuerdo estúpido de su pasado. Quizás su fiesta de disfraces con su hermana o su primer asesinato, también puede ser la tonta idea de la hora del té en el hotel. Todos aquellos recuerdos se juntaban y confundían, dejando la mente de la araña confusa, entre una niebla. A lo lejos sintió una voz, una dulce voz un poco ronca que pronunciaba su nombre –Angel, Angel—el intentaba enfocar la vista pero lo único que veía eran sombras moviéndose, dando vueltas. Sonrió y saludó al aire, ya que alguien estaba saludándolo. Sintió unos manos en su cuerpo y se imaginó que Valentino lo venía a ver y lo tomaba por la fuerza. Intento alejarse, intento gritar, pero de su boca no salía sonido alguno. Estaba teniendo un mal viaje y estaba solo, solo contra overlord que intentaba violarlo cada vez que tenía la oportunidad. Se sintió débil e impotente ¿Así iba a ser su vida? Un fuerte sentimiento de arrepentimiento se apoderó de su ser, pero no tenía la fuerza ni el poder para salirse de ese embrollo.

TraicionadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora