Capítulo V: Aferrada a mi cintura

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Dos días después de la propuesta de Sam mi cabeza continuaba dando vueltas. Natty, Sofía y Rebeca me repetían en la mínima ocasión que no me mudara para no complicar mi vida. Sin embargo, algo me causaba dudas sobre la vida actual de Sam y percibía su soledad a pesar de que sabía había alguien en su vida, pero no conocía hasta que punto la relación era difícil, por llamarle de alguna forma, carecía de detalles acerca del tema.

Divagaba entre la decisión de arriesgarme o no. Pensé en frío y lo decidí, total, la vida son dos días. Tomé mi teléfono y llamé a Sam, luego de dos timbres oí su voz.

- Hola Carol. –lo dijo con una emoción retraída-

- Hola Sam, ¿qué tal tu día?

- He tenido mejores. –al oir esto no quise indagar aunque me moría por hacerlo-

- Mmmm, bueno, ya tomé una decisión sobre compartir piso, ¿aún sigue en pie la oferta?

- Por supuesto, ¿y?

- Vale, quiero comprobar que tan desordenada puede ser mi roommate.

- Jajaja, te sorprenderás. Me alegro de que te hayas decidido a hacerme compañía. –ahí estaba otra vez, mi duda aflorando, ¿por qué alguien tan genial se sentiría tan sola?-

- ¿Cuándo me puedo mudar? Tampoco hemos hablado de precio.

- Por mi ahora mismo, por el precio no te preocupes, te hago oferta de amiga.

- Ahora mismo no puedo, aún tengo que hablar con el casero, pero para el viernes sí.

- El viernes entonces, si quieres te puedo ayudar con la mudanza.

- Me vendría bien un poco de ayuda, tengo algunos trastos para seleccionar su destino basural.

- El jueves podría pasarme por tu piso para ayudarte.

- Perfecto, el jueves será.

- Besos.

- Bye Sam.

Ya estaba hecho, ahora solo quedaba esperar una ayuda del destino y las circunstancias, pereza monumental.

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Era miércoles por la mañana cuando hablé con el casero, se tomó la noticia bastante bien, pensaba sería peor pues nunca había sido muy afable. Me monté en la moto rumbo a la facultad y al llegar visualicé a una pareja que parecía discutir, identifiqué de inmediato a Sam, tenía su imagen esculpida en mi mente, al hombre no lo reconocí de la primera, no obstante resultaba familiar. Pensé, ¿será ese el profesor de “Apreciación del arte”, Mario Fonseca? ¿será él el amante misterioso de Sam?

Caminé hacia mi clase con la idea revoloteando en mi cabeza. Si lo que pensaba era cierto, la situación iba a ser más difícil de lo que me imaginé, ¡vaya lío! Me centré en mis materias del día y por suerte no tocaba “Apreciación del arte” porque mi nivel de concentración bajaría sustancialmente.

Terminaba la última clase, faltaban 15 minutos para las 14:00 h y mi estómago no se acordaba de mi merienda a media mañana. Para mayor sorpresa me encontré con Sam en el parqueo de ciclos que quedaba de camino a donde tenía mi moto aparcada.

- Miren nada más a quien tenemos aquí, ¿robando bicicletas? –le dije a Sam en tono juguetón y ella sonrió, ya conocía esa sonrisa, era hermana del hey de la fiesta-

- No se que hice con la llave del candado, la debo de haber perdido y tengo mucha hambre.-respondió con cara de hambre- Mi día no ha sido el mejor y ahora esto.

- Propongo que vayamos a almorzar, conozco un lugar en la plaza San Bernardo donde hacen tortillas de patatas espectaculares y luego con el estómago lleno, pensaremos en regresar y robarnos “tu bicicleta”.-exageraba las comillas- ¿Te apetece? –vaya riesgo, me sentía orgullosa, no sabía como había dicho tanto sin voz temblorosa, prácticamente le pedía una cita en mi mundo paralelo-

- Ok, pero con una condición.

- Diga usted.

- Hoy tomamos limonadas porque la cerveza es muy tentativa con este calor pero vas manejando y luego me tocará a mi.

- Hecho.

Caminamos juntas y en silencio hasta mi moto, le cedí un casco rosado con margaritas blancas que guardaba bajo el asiento, lo tomó y se lo puso entre pequeñas risas burlonas, sabía que era muy de niña de diez años que aprende a patinar, pero era un obsequio de mi madre y no lo podía botar, al contrario, lo tenía que usar cada vez que iba de visita a casa.

Montamos en la moto y de inmediato sentí sus manos apretándome fuerte, sin despegarse de mí ni un segundo y sin importar el inmenso calor. La sensación de tenerla tan cerca me encantaba, pasó de escalofrío a calidez. Fueron diez minutos de mutismo y cercanía. Llegamos a la plaza y al ver la cara de Sam intuía que le preocupaba algo más allá de su bicicleta, ¿sería por la conversación que vi a lo lejos esa misma mañana?

Nos sentamos en una mesa rústica junto a la ventana izquierda en la Taberna de Paco, nos atendieron al instante a pesar de que el lugar estaba concurrido. Miré a Sam, toqué el dorso de su mano derecha para llamar su atención y le pregunté:

- ¿Estás bien?

- Solo pienso en lo raras que pueden llegar a ser las relaciones interpersonales, inclusive cuando todo acaba.

- No te quito razón, a veces son hasta incómodas.

- Totalmente.

Sam no quería hablar, estaba pasando por una situación desagradable por lo que capté del enigma y yo recolectaba piezas de su puzzle. Al rato vinieron la comida y las limonadas. Cuando terminamos subimos a su apartamento, mi próximo hogar, a por unas pinzas para cortar el seguro de su bicicleta, era la mejor idea que se nos ocurrió. El camino de vuelta a la facultad fue callado otra vez, pero Sam seguía aferrada a mi cintura y era una sensación a la que me podía acostumbrar fácilmente. Nos despedimos con un ¡Mañana empacamos tratos!

El mañana era casi inmediato pero todavía tenía una cena con Natty y Sofía esa noche, prometía ser larga. Quedamos en casa de las chicas para cenar y solté la bomba de la conversación que vi a lo lejos entre Sam y Mario Fonseca.

- ¿Lo dije o no lo dije? -decía Natty-

- Que todavía no me he mudado, no te adelantes. –replicaba-

- Huele a quemado por todos lados, el lío con un profesor de por medio lo hace más complicado a la vez que peligroso. -decía Sofía-

- ¿Alguien puede tener un poco de fe?, aún no está comprobado.

- Estás muy positiva, me enferma cuando te pones así. Sabes que hablas por hablar pero el pañal te huele a caquita. –decía Natty y Sofía lo acompañaba con una mirada cómplice-

- ¡Ay yaaaaaa! –sabía que el impacto sería duro pero Sam se me había quedado impregnada en la cintura-

- Carol, has lo que quieras, estás advertida. -finalizó Sofía-

Terminaron la cena y los sermones merecidos, estaba advertida con suficiencia pero me iba a arriesgar igual, si luego me lamentaba lo haría con base, no por lo que habría podido ser y no fue.

🏳️‍🌈El arte en nosotras🏳️‍🌈 [Completa] 🔞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora