Lufian estaba muy emocionado, finalmente se sentía listo para dar el gran paso. Sus padres lo aconsejaron, pues no creían prudente casarse tan joven. Apenas tenía veintidós años, pero había sido novio de Alexa desde los quince. Hoy sería el día en que le pediría matrimonio, pero no quería esperar más años; la boda sería máximo en tres meses. Quería experimentar todas sus primeras veces con ella. Esa misma tarde, fue a la casa de su mejor amigo para que lo ayudara a distraer a su novia y así decorar el lugar, llevar a un chef y proponer matrimonio, ya que era demasiado tímido para hacerlo en público.
Al tocar la puerta, una chica delgada con un overol corto y una camiseta blanca le abrió.
—¿Hola, niña? ¿Está Luke aquí?
Yeray miró detenidamente a aquel joven con frenos y gafas y se preguntó: ¿cómo no se da cuenta de que es un chico?
—¿Acaso eres ciego? Soy un chico.
Lufian se sintió muy apenado, pero es que su apariencia lo hacía parecer así. Luego recordó que existen chicos y chicas andróginos, y este joven lo era. Además, era bastante bonito.
—Oye, deja de mirarme de manera extraña. Si buscas a mi hermano, está en la habitación con Alexa.
Lufian tragó saliva. ¡¿Con Alexa?! Si ellos no hablaban, pensó sorprendido. Yeray lo dejó entrar, y él se dirigió silenciosamente hacia la habitación de su supuesto mejor amigo, ya que el joven bonito le había dicho cuál era. Entró con cautela, esperando encontrarlos en el acto. Sin embargo, lo que vio le dolió aún más. Ambos estaban acostados, abrazados y con ropa, y lo peor de todo era que Alexa tenía una hermosa sonrisa en los labios, una sonrisa de enamorada de la cual él no era la razón.
Así como entró, salió. En verdad, no tenía el valor de enfrentarlos. Al ver que aquel joven de gafas salió, Yeray sintió curiosidad y le dijo:
—¿Viste a mi hermano tan pronto?
—No quería molestarlo, volveré más tarde.
—Está bien, le diré que viniste. Dime tu nombre para que sepa quién eres.
—No, lo llamo más tarde.
Yeray notó que Lufian parecía cabizbajo y preguntó:
—¿Quieres agua?
Lufian, a punto de llorar, asintió, y Yeray suspiró, llevándolo a la cocina. Ya sentado en una silla del desayunador, Yeray preguntó:
—¿Por qué estás así?
Lufian suspiró y dijo:
—Lo siento, pero no le contaré mi vida a un niño de diez años.
—Tengo quince años —dijo Yeray sin enojarse, consciente de que aquel chico delicado estaba herido.
—Iba a pedirle matrimonio a mi novia, y mi mejor amigo al parecer se la está cogiendo...
Yeray abrió los ojos sorprendido. Al darse cuenta de su error, Lufian trató de corregirse:
—La está cogiendo de la mano —dijo, con la esperanza de que el joven de cara bonita no entendiera su verdadero significado.
Yeray rodó los ojos y respondió:
—No soy un idiota. Ya en la escuela nos enseñaron educación sexual...
Lufian suspiró, sintiéndose patético por desahogarse con un niño de quince años, hermanito de su mejor amigo, quien le quitó a la novia.
—Mejor me voy —dijo Lufian, agradeciendo por el vaso de agua.
Yeray se levantó y respondió:
—Ven, te acompaño.
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La Secretaria Yeray.
RomansaSteven, jefe de recursos humanos, se siente frustrado porque cada mes tiene que contratar secretarias para el presidente Lufiam. Está cansado de ver cómo estas mujeres caen rápidamente en los encantos del presidente y luego son despedidas cuando bus...