Capítulo 8: Confrontaciones.

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Steven se había levantado con el mejor humor posible. Sabía que hoy sería el mejor día de su vida, ya que el sol brillaba con esplendor, los pájaros cantaban, y su mejor amigo lo esperaba elegantemente vestido en el vestíbulo como un auténtico caballero. Steven recapituló sus pensamientos y la felicidad que adornaba su rostro se transformó en horror al imaginar lo que había ocurrido.

Al ver que Steven se daba la vuelta para alejarse de la empresa, Yeray no tuvo más remedio que correr para alcanzarlo.

Yeray corrió tras él, sin entender cómo alguien con piernas tan cortas podía correr tan rápido. Cuando finalmente lo alcanzó, lo obligó a entrar en el ascensor. Steven, horrorizado, entró junto a su mejor amigo y, finalmente, pudo hablar:

— ¿Cómo diablos te descubrieron?

— Steven, el jefe casi me viola anoche. No podía seguir con la farsa, ya que su "amiguito" casi se salía de esas horrendas pantaletas.

— ¿Así que si hubieras sido una mujer, te habrías dejado llevar?

Yeray no dijo nada y dejó que el ascensor los llevara al piso setenta y siete.

— Me gustaba este trabajo — lamentó Steven.

— Lo sé, Steven, pero te prometo que te compensaré. Abriré mi taller y tú serás el encargado de atender las llamadas en mi negocio.

Steven miró a Yeray y le dijo:

— Prefiero que me des un tiro.

Yeray rodó los ojos y al entrar en aquel piso, todos se preguntaron de qué agencia provenía aquel modelo tan hermoso y varonil.

Cuando una de las secretarias notó cómo ese alto chico elegantemente vestido entraba con el director de recursos humanos, llamó a otra y dijo:

— Dios, ese hombre es divino. ¿Será contratado para alguna campaña publicitaria?

— No sé —responde la otra—, pero es hermoso. Siento que lo he visto en algún lugar... Por cierto, ¿y la secretaria del presidente?

— Ni idea, pero has visto al jefe, ¿verdad?

— Sí, pobre. ¿Qué le habrá pasado?

— Esto es extraño. El jefe está lesionado y la secretaria perfecta no está por ningún lado —comenta la otra a su compañera.

Una de las chicas al fondo dice:

— Mejor nos centramos en nuestro trabajo. Sin esperarlo, doña mandona aparece y nos regaña —refiriéndose a Yeray.


                          ***

Yeray y Steven ingresan a la oficina y quedan atónitos al ver a su jefe con un dispositivo que se extendía desde la parte baja de la espalda hasta la cabeza, algo parecido a un collarín cervical.

Steven mira a Yeray, a punto de desarrollar un tic nervioso, y pregunta:

— ¿Qué diablos le hiciste anoche? ¿Acaso le causaste algún daño?

Yeray no puede evitar responder:

— No pasamos de la primera base.

Lufian se enoja aún más de lo que ya estaba, pues parece que Yeray es un joven imprudente que no comprende la magnitud del problema en el que se ha metido. Luego observa detenidamente a Yeray y piensa para sí mismo que no se parece en nada a la mujer de sus sueños. Al menos, eso se repite para tratar de calmar su corazón.

— ¿Qué? ¿Aún le gusto? —dice Yeray con un tono desafiante, notando la mirada de desaprobación de Lufian.

Steven se acerca a Yeray y le murmura al oído:

La Secretaria Yeray.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora