En casa

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Él salía del hospital.

Su mirada seria volteaba a diestra y siniestra analizando el lugar. Su mirada seria no era la misma de antes. Evaluaba todo a su alrededor, lugares por donde escapar. Estaba perdido en su cabeza.

Una mano tocó su hombro.

Izuku: ¡AHH! ¿QUI-QUIÉN?

El grito llamó la atención de las demás personas y se acercaron para observar. El chico sentía el como temblaba, como su corazón se agitaba mientras esas personas se acercaban. La respiración se cortó cuando sintió un abrazo por detrás.

Se sacudía intensamente para liberarse del agarre.

Inko: ¡Soy yo hijo! ¡Soy yo!

El chico empezaba a tranquilizarse, pero las personas a su alrededor lo agobiaban. Lo aterraban.

Las lágrimas continuaron acumulándose en sus ojos.

Inko: Todo estará bien... yo estoy contigo.

El chico ocultó su rostro en el hombro de su madre mientras ella le hacía señas a la gente para que se alejara.

Ellos, obedientes, lo hicieron y continuaron con sus caminos.

Inko: Ven hijo. Vayamos a casa.

El peliverde trataba de acostumbrarse al contacto de su madre. Le incomodaba pero a la vez, le reconfortaba. Lo hacía sentir seguro.

Ambos peliverdes caminaban por la calle, evitando a la gente lo más posible. La mujer frotaba la espalda del chico, quien lucía asustado. Miraba a los lados todo el tiempo, buscando peligro.

Se había vuelto un paranoico.

Siguieron en su camino hasta que el peliverde chocó con alguien. Sufrió un ligero espasmo, pero luego se recompuso para voltear y disculparse con la persona con quien chocó.

Sus ojos se abrieron.

Toga: ¿Estás bien?

El chico empezó a hiperventilar mientras retrocedía lentamente. Su madre veía sorprendida a su hijo, y la anciana que le preguntó se asustó un poco. Se preocuparon por él.

El chico alucinaba y veía a esa lunática. Tropezó con su propio pie y cayó al suelo, mirando con temor a la mujer. Cubrió su rostro y apretó sus ojos con fuerzas.

Izuku: ¡No me hagas nada! ¡POR FAVOR!

La anciana fue la que retrocedió ahora e Inko se arrodilló junto a su hijo. Tomó su mano y la apretó con un poco de fuerza. Inko estaba genuinamente asustada.

Inko: Izuku... abre tus ojos por favor.

El peliverde empezó a abrir sus ojos con lentitud, esperando lo peor. Vio a una anciana que lo veía temerosamente. El peliverde empezó a temblar un poco.

Izuku: Je... soy... patético.

El peliverde se arrodilló con lentitud antes de abrazar a su madre y pararse. Volteó a ver a la anciana un momento, después hizo una ligera reverencia.

Izuku: Lo... lo siento...

El chico se vio rodeado de rayos verdes antes de salir disparado y perderse entre los edificios. Su madre extendió su mano inútilmente.

Inko: Izuku...

.

.

.

El peliverde estaba acostado mirando el cielo. En el techo de su apartamento sentía la reconfortante soledad.

Pero cada vez que cerraba sus ojos, no veía nada más que cuchillas. Sangre.

El Descenso de un Héroe (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora