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Seúl, Corea del Sur

Me desplomé en la silla de mi oficina minutos después de devolver el Jaguar del señor Kim al garaje. Sin embargo, no me molesté en traer nada de su limpieza en seco. Si quería esos trajes, podía bajar al garaje y cogerlos él mismo.

Ahora, más que nunca, había una gran parte de mí que quería empacar todas mis cosas y nunca volver. Sin embargo, sabía que no podía dejar este lugar sin primero decirle personalmente que se jodiera. Había ganado más que eso.
Cuando finalmente dejé ir suficiente rabia, cogí mi teléfono de escritorio y marqué el número de Hana.

—¡Hola! —respondió en el primer tono—. ¿Te sientes mejor?

—No, en absoluto. —Suspiré—. No sé si voy aguantar dos meses más, Hana. Realmente no lo sé.

—Puedes hacer esto —dijo—. Este es sólo un mal día y estoy segura de que cuando llegues a casa más tarde te sentirás diferente. No dejes que te llegue. —Hubo un sonido repentino y fuerte en su trasfondo—. ¡Ugh! Déjame volver a llamarte, Hye. Los vecinos están siendo ridículos con su música hoy.

Terminó la llamada antes de que pudiera decir adiós, y escuché un ping en mi bandeja de entrada segundos más tarde, sabiendo que me había enviado uno de sus habituales "Mantén la Calma" correos electrónicos.

Abrí mi email esperando ver algo inspirador, pero en el segundo vi la línea de asunto y el remitente mi mandíbula cayó al suelo.


Asunto: Re: Mi jefe.
No, no me has dicho que odias a tu "jefe" hoy, pero viendo que me has enviado este correo directamente, lo sé ahora...
Sí, te pedí que recogieras mi ropa al segundo en que llegaste a trabajar hoy (¿Dónde está?) Y te dije que llevaras mi Jaguar a un lavado de autos y que recogieras mi reloj de miles de dólares. (Gracias por tomarte cinco horas para hacer algo que podía ser logrado en dos).
No tienes que esperar dos meses para ver la mirada en mi rostro cuando me digas que renunciarás. Estoy de pie fuera de tu oficina en este mismo instante. (Abre la puerta).
Sin comentarios sobre tus "fantasías", aunque dudo que "terminen".
Tu jefe,
Seokjin.
PD: Sí. Definitivamente mi día va mucho mejor que el tuyo...


¡Oh. Mi. Jodido. Dios!

Sentí que todo el color se desprendía de mi cara, y juro que no respiré durante más de un minuto.

Negué en absoluta incredulidad, rehusándome a aceptar que le había enviado mi discurso a él en vez de Hana. Actualicé la pantalla de mi computadora una y otra vez, esperando que fuera algún tipo de broma.
Un golpe fuerte y repentino llegó a la puerta y mi corazón casi se cayó de mi pecho, pero no me levanté. No hice un solo movimiento.
El golpe llegó de nuevo, mucho más fuerte esta vez, y oí su voz.

—¿Señorita Kang? —llamó de nuevo.

Me levanté despacio de mi escritorio y miré hacia afuera por la mirilla. El señor Kim estaba mirando hacia su reloj, su cara todavía imposiblemente perfecta y sin defectos. Sus labios apretados en una enojada línea plana.
Levantó la mirada de su reloj y miró a través de la mirilla, dejando que sus ojos se encontraran con los míos.
Salté de la puerta y pensé en mis opciones. Podía abrir y escuchar todo lo que tenía que decir, o podía salir por la puerta de salida de mi oficina.
Fue una obviedad.

Cogí mi abrigo, mi computadora portátil y apagué mi ordenador. Entonces salí corriendo por el portón lateral y tomé el ascensor hasta abajo donde mi coche asignado estaba esperando.
Mi conductor me miró sospechosamente mientras literalmente corría por el garaje, pero no protestó cuando le rogué que se diera prisa y me llevara a casa.

No esperé a que abriera la puerta para mí o me deseara un buen día cuando llegamos. Prácticamente salté del coche y corrí directamente a mi edificio, yendo derecho hacia el lugar de Hana.

—¿Hana? —llamé a su puerta—. ¡Hana!

—¡Ya voy! —Abrió inmediatamente y me tiró dentro—. No hay necesidad de golpear en mi puerta así, Hye. ¿Qué demonios te pasa?

—Creo que me han despedido.

—¿Qué? ¿Por qué piensas que te han despedido? O lo hizo o no lo hizo.

—De acuerdo, de acuerdo. No me han despedido todavía, pero estoy bastante segura de que me va a despedir. Definitivamente va a despedirme. Oh Dios, oh Dios, oh Dios...

—Hye, baja la velocidad. —Puso sus manos en mis hombros—. Habla nuestro idioma, lentamente. Muy lentamente.

—Le envié accidentalmente uno de mis correos electrónicos donde me quejaba, uno donde me quejaba y era cien por ciento para ti.

—¿Era peor que la que me enviaste ayer por la mañana?

—Mucho peor. Le mencioné mis fantasías sobre su polla en este... lo llamé un idiota y le dije que solía querer que me doblara sobre su escritorio.

El rostro de Hana se puso rojo también, y abrió la boca para decir algo, pero el sonido de mi teléfono sonando nos llamó la atención.

Lo saqué de mi bolsillo y casi lo dejé caer al ver el nombre del señor Kim en mi pantalla. Sin saber qué hacer, lo arrojé al sofá.

—¿Es él? —preguntó Hana. Sólo podía asentir—. ¿Planeas contestar?

—No. —Lo miré fijamente hasta que fue al buzón de voz. Pero entonces volvió a sonar. Y otra vez.
Rodando los ojos, Hana cogió mi teléfono y presionó "responder" antes de arrojármelo a mí.

—¿Hola? —hablé, mi voz era básicamente un susurro.

—Hola, señorita Kang. —El sonido de mi nombre cayendo de su boca me hizo sentarme—. ¿La atrapé en un mal momento?
Sacudí la cabeza como si pudiera verme.

—¿Está ahí, señorita Kang? —Su voz profunda envió calor a través de mi cuerpo—. ¿La atrapé en un mal momento?

—Realmente no...

—Bueno. ¿Dónde está ahora mismo?

—Oh, um... —Miré a Hana por ayuda, pero ella estaba sonriendo, como si esta mierda fuera realmente divertida—. Acabo de correr hacia la sala de copias.

—¿Así que aún está en el edificio?

—Podría decir eso.

—Le vi en su auto de la ciudad hace media hora. —Había una sonrisa en su voz—. Definitivamente no está en el edificio ahora mismo.

—Sí, bueno... ¿Hay algo que necesite de mí ahora mismo?

—En realidad —dijo, su voz aún más profunda, más sexy—, fui a su oficina esta tarde porque tenía que discutir algo privado y muy importante que nos incube, pero la perdí de alguna manera. Así que, necesito que vaya al trabajo una hora antes mañana para poder tener esta conversación privada e importante. ¿Puede hacer eso?
Asentí, ligeramente encendida por la forma en que había dicho la palabra «privado».

—Señorita Kang —repitió—. ¿Puede hacer eso?

—Sí...

—Bueno. La veré por la mañana. —Terminó la llamada, y una copa de vino fue empujada inmediatamente en mi mano a través de Hana.
Mierda. Mierda. Mierda...

Ella intentó hacer lo mejor para distraerme del error épico de hoy haciéndome ver los espectáculos terribles de Netflix y dejándome estar en su sofá por horas, pero era inútil.
Me desperté dos veces en el medio de la noche, esperando que todo esto fuera algún tipo de mal sueño. Y por un momento, parecía que realmente lo era, hasta que revisé mi teléfono y vi que el señor Kim me había enviado un mensaje minutos antes de la medianoche.

Asunto: Mañana.
Llegue una hora antes de lo normal. No lo olvide. (Yo no lo haré.)
Kim Seokjin
CEO, Kim Publishing

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