5x11 | Expedición

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Dormía en mi cama tranquila cuando sentí los brazos de Daryl soltarme. Los pájaros cantaban fuera. Un rayo de sol se colaba por la ventana de la habitación

–¿Estás huyendo?–volteé a ver a Daryl.

–Claro que no.–respondió.

–¿A donde vas? Es temprano.–repetí sus palabras días atrás.

–Voy a salir con Aaron.

Se recargó sobre la cama con sus brazos, cerré los ojos y sentí sus labios en mi frente en un corto beso

***

Bajé las escaleras tarareando. Carol cocinaba. Fui directo a la encimera y comencé a preparar café

–¿Nunca sales de la cocina?–le pregunté con gracia y tomé una fruta de la isla.

–Fruta no. Desayuna.–me indicó que tomara asiento.

Dejé la manzana en su lugar, serví mi café en una taza y tomé asiento. La peliblanca me entregó un plato de huevos revueltos

–Gracias.–le sonreí.

Hoy saldríamos de expedición con Glenn y los demás. Pasó una semana desde mi pelea con Aiden

–¿Piensas sentar cabeza aquí?–me sonrío tras meter su tanda de galletas al horno.

Guardé silencio

–¿Crees que ninguno se dio cuenta de cómo Daryl se cuela a tu habitación por las noches como un adolescente?–bajé la cabeza ruborizada.

El cazador y yo nos considerábamos discretos. Daryl iba a su habitación luego de la cena y más tarde se metía a mi habitación

–¿Quieres sentar cabeza aquí y tener hijos?–tragué grueso ante su pregunta.

–Daryl no es alguien que quiera sentar cabeza y tener hijos.–dije nerviosa.

–¿Y qué quieres tú?–preguntó.

Decidí abrirme con ella. Me fijé que no hubiera nadie más en la casa que nosotras.

–No puedo tener hijos.

–¿Qué?–la mujer se quedó estática.

–No puedo quedar embarazada, Carol. Soy estéril. Completamente.

Bajé la cabeza recordando el día que crucé la puerta del hospital. La ginecóloga me había dado la peor noticia de mi vida

–Cariño... Lo siento mucho.

Ella rodeó la isla y me abrazó. Acarició mi cabello despacio. Solo me dediqué a mantener mi mirada pérdida. Era la única persona que lo sabía. Ni siquiera fui capaz de decírselo a Glenn

***

Nos preparábamos para salir. Tomamos un par de armas de la armería y un poco de comida del almacén. Eugene quería que le trajéramos algo. Noah le ofreció un arma para que nos acompañara

–Oh, no. Gracias.–Eugene lo rechazó.

–Llévala. Sabes que debes protegerte.–le contestó Noah.

–No si no voy.–se excusó.

–No conduciremos hasta allá solo para volver con cualquier porquería.–habló Aiden.

–Una docena de estos son similares en su apariencia en cada fabricante.–le enseñó el dispositivo— La porquería va a estar bien. Y yo voy a instalar la porquería. Y la red eléctrica volverá a funcionar bien.

𝐕𝐢𝐜𝐭𝐨𝐫𝐢𝐚 𝐆𝐫𝐢𝐦𝐞𝐬 | 𝐃𝐚𝐫𝐲𝐥 𝐃𝐢𝐱𝐨𝐧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora