Apolo III

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No es que sea imbécil, no es que sea sencillo manipularme, tan solo es que todo fue maquinado de una forma tan perfecta, que caí por completo en las mentiras de Sebastián.

-¿Pero cómo? ¿Cómo lo hiciste? –

-Nunca subestimes el poder de las drogas -sonrió el hombre que poco a poco me mostraba su verdadero rostro. Su mirada vil me corrompía, destruía todas mis fortalezas y es que yo le amaba, me había enamorado de aquella mentira, de esa careta tan bien armada que creo para engatusarme.

Recibí la llamada de Foster mientras estaba en el sur, justo en el momento que había averiguado junto con Miguel, que Pedro Sotomayor jamás había recuperado a su hijo y que, de hecho, le había considerado muerto. No lo quería asumir, pero me habían mentido, ¿pero con qué intención? A las horas me enteraría.

-¿Tienes pensado ir? Es una trampa, te quiere atrapar para quizás hacer qué cosa contigo. Imagina, fue capaz de secuestrar a nuestros amigos... quizás de qué otras cosas es capaz -mi amigo intentaba aconsejarme después de la llamada de Sebastián.

No sé cómo, pero tenía en su casa a Celeste, Marcelo y Enrique, a quienes les haría daño si yo no me presentaba a la brevedad. Esa llamada la recibí cuando ya nos habíamos ido de la casa Sotomayor, justo cuando caminábamos por el centro de aquella ciudad sureña, donde atardecía temprano y el frío encrudecía rápidamente, congelándome aún más de lo que ya estaba por dentro.

Saber que Tomás jamás había sido cuidado por su padre, que aquella había sido otra mentira más, me dejó desconcertado y es que ya no sabía en qué creer, ¿qué era mentira y qué realidad? Y todo empeoró cuando me percaté de algo tan pequeño, pero que a la vez me derrumbó por completo.

-Tengo hambre, ¿crees que podríamos comer en ese restorán de allí? -Miguel apuntó a una marisquería ubicada a la orilla del mar.

-Ese lugar es terrible, toda su comida es añeja y huele feo. Mejor vayamos a ese otro, su dueña es muy tierna y cocina excelente –

-Supongo que la vez que hiciste un concierto aquí, averiguaste muy bien dónde comer...-

Me detuve en seco en medio de nuestra caminata.

-Sebastián nunca me dejaba comer afuera, todo era preparado por un chef que nos acompañaba a todos mis conciertos -respondí, intentando encontrar una explicación lógica a mi conocimiento.

-¿En serio? ¿Entonces cómo sabes todo eso de los restoranes? De hecho, llegamos sin problemas al centro, parecía como si supieras a la perfección el camino...-

Hay que girar la manilla dos veces para que salga agua, porque las cañerías son viejas y la presión se demora en llegar. La puerta principal hace un chirrido especial al abrirse, el que se intensifica luego de cada lluvia. Hoy era el caso. ¿Cómo? ¿Cómo era posible que aquellos detalles de la casa Sotomayor hubieran llegado a mi cabeza de pronto, si nunca había estado allí? ¿Por qué conozco cada rincón de esa ciudad y de su gente, si quizás solo estuve por un par de días para un concierto?

-¿Apolo? Acabo de buscar en Google e hiciste un tour de conciertos hace un año por ciudades del sur, pero justo no estuviste en ésta... Creo que es demasiado pequeña como para albergar un evento así. ¿Acaso habrás venido con tus padres cuando niño? -Miguel vio su teléfono al percatarse que no le escuchaba.

-¿Mis padres? –

¿Por qué? ¿Por qué de pronto no podía recordarlos? Sé que los vi hace unos meses, que ellos seguirían viajando por el mundo, disfrutando de mi éxito, pero por más que hacía el esfuerzo de recordar alguna anécdota, alguna situación de mi infancia a su lado me era imposible. ¿Qué me estaba sucediendo? ¿Tan conmocionado había quedado?

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