Celeste VII

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Mis planes suelen ser buenos, si lo malo de todo esto es que mi suerte no es de las mejores. Seguir a Sebastián era una idea genial, teníamos que saber qué es lo que planeaba, y secuestro aparte, finalmente nos enteramos qué es lo que quería, o por lo menos, nos enteramos que nos quería utilizar a nosotros para conseguirlo.

-¿Y qué sucederá si no viene Apolo? ¿Cómo vas a esconder nuestros cuerpos? Somos tres, no es que se te vaya a hacer tan fácil -

-¿Estás loca? Estamos maniatados en un sótano húmedo y oscuro, un hombre amenazó con matarnos ¿y no se te ocurre una mejor idea que discutir con él? ¿No tienes miedo? -Enrique está cada vez más miedoso, a veces, hasta prefiero al mujeriego aguerrido que era antes.

-¿Y qué quieres que haga? Si el imbécil éste nos quiere matar, lo hará igual, venga o no el cantante. ¿No te das cuenta? Si le mintió a Apolo, que era su supuesto aliado, dudo mucho que no nos haya mentido a nosotros. Y prefiero mil veces gritar antes de morir, que quedarme callada como los idiotas. ¿En serio, chicos? ¿Tan pocos huevos tienen? -

Claro, para que después digan que los hombres son el sexo fuerte. ¡Pamplinas! Esos dos estaban cagados de miedo, si solo les faltó mearse encima cada vez que Sebastián sacaba la pistola.

El sujeto fue enigmático, no pronunció su discurso de villano como se muestra en las películas. No, solo nos apuntó con el arma y nos amarró, nos llevó al sótano y ahí nos dejó, por eso estaba tan impaciente, porque no sabía nada, no podía inferir alguna pista porque el sujeto era hermético, al parecer, no era un novato en esto de secuestrar gente.

Cerró la puerta de hierro, la que chirrió tan fuerte que llegó a destemplarme los dientes. Así, los tres mosqueteros maricas, nos quedamos encerrados en el subterráneo, esperando por nuestra hora para morir.

-Si sabe comportarse tan bien cuando secuestra a tres personas, no me parece extraño creer en las palabras de Patricia. Quizás es verdad lo que dijo en televisión y en realidad la violó -medité luego de un rato.

-Esa curiosidad tuya es la que nos tiene a punto de morir -Enrique seguía lloriqueando.

-Contigo no se puede hablar, eres un niñito llorón. ¡Ey Marcelo! ¿Tú qué piensas? -

-Que solo somos la carnada, que finalmente no importa si vivimos o morimos, porque a Sebastián solo le importa atraer a Apolo. Es él quien está realmente en peligro -

Vaya, entre el que está muerto de miedo y el que piensa en otras cosas, no sé si podía tener una conversación decente en ese sótano.

-Ok, entremos en ese debate... ¿qué insinúas? ¿Qué somos unos idiotas que solo pusieron en peligro al cantante ese? -

-Pues sí, intentando ser unos héroes, terminamos logrando todo lo contrario -

-¿Me quieres echar la culpa? -sentía su resentimiento.

-Ok, chicos, no estamos en una situación en la que podamos ponernos a pelear, ahora debemos estar más unidos que nunca. En vez de hablar de estos temas, lo mejor que podríamos hacer es idear una forma de escapar. Si Apolo o Miguel están en peligro, lo mejor sería que contaran con alguien y encerrados acá no podremos hacer nada -Por fin Enrique dijo algo casi cuerdo.

-¿Y cómo quieres escapar? ¿Escuchaste cómo sonó esa puerta al cerrarse? Es maciza y muy pesada, no es que podamos derribarla con una patada -acoté.

-Quizás no necesitemos hacer eso, sino que nuestra oportunidad llegará cuando Sebastián vuelva a entrar -Marcelo se había calmado.

-¿Lo quieres derribar? -

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