Caja de Corazones

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El desenlace de aquel encuentro condujo a Natasha a una pequeña depresión que quiso curar con barritas de chocolate bajas en calorías y pasos de baile con canciones sacadas de la banda sonora de uno de los libros de Victoria Francés. Sabia que su padre se daría cuenta, ya que la falta de chocolatinas se haría presente si seguía con ese ritmo. Su padre llamo advirtiendo que llegaría tarde y que se fuera a descansar, a pesar que al día siguiente fuera festivo. Ella no se acordaba de ese día por todo lo que había pasado y obedeció casi al instante.

Paso una noche nefasta. Entre pesadillas, intentaba respirar, pero sentía que se ahogaba. Durante esa noche se llego a duchar dos veces más, solo por intentar quitarse ese mal sabor. Pero no hizo efecto. Agradeció que al día siguiente nadie fuera a ver ese rostro horrible que tenía.

Durante el desayuno, su padre le reveló que iba a estar ausente. Al parecer, las sesiones de comida eran muy importantes para ganar la confianza y todo ese rollo. Ella no quería entenderlo, eran demasiados datos de un mundo que jamás quería pisar. Espero a que se marchara para poner la música en alto. Se dedico en buena parte a limpiar la casa y hacer la colada. A pesar de ser una casa grande para dos personas, era fácil de limpiar y mantener. Entre las cajas que todavía tenia que guardar en el desván encontró una caja. No una una caja cualquiera: de madera, bien pulida y barnizada, sin color alguno, y unos decorados tallados que llamaban la atención de cualquier individuo y lo haría comprar. Varias veces pensó en tirarla a la basura, pero por todo lo que había dentro, claro estaba que eso no iba a pasar. En el se concentraba todo el pasado que seguía acosándola con tanta violencia. Termino con su habitación, guardo los cacharros y cogió la caja. Se sentó en el columpio improvisado en el árbol que le hizo su padre y la abrió con mucho cuidado. Estaba todo: desde fotos a pequeños trozos que simbolizaban algo. Contenía las lagrimas con una fuerza que nadie podría jamás definiría. Todo estaba en malditas perfectas condiciones.

-¡Natasha!

Miró a todos lados hasta que encontró en el vallado a dos chicos: Bucky e Steve. Con aquella caja, discutir y mandar a freír espárragos a aquellos chicos no le daba la gana. Ya ayer lo paso fatal como para soportar al dúo dinámico. Steve tenía aquella sonrisa tan característica y Bucky iba serio, pero por lo menos, se había afeitado. Tenía que reconocer que eran dos caras completamente diferentes.

-Hace una mañana para jugar un poco a futbol...¿te apuntas?

-Déjame, Rogers...¿soy yo o no tienes casa?

-Se quedo a dormir porque esta mañana iba a desayunar con mi madre...- explico James, entonces Natalia comprendió enseguida. La señora Barnes era una maestra cocinando- además sus padres están de viaje, así que...

-Me quedo por las clases y porque no quiero ir a Irlanda...ellos son inmigrantes irlandeses pero yo tuve la suerte de nacer aquí, y...

-¿Te lo he preguntado?- le interrumpió Natalia antes de querer Marcharse con la caja- que os cunda el día

-No te vayas y cuéntanos que tienes en esa caja- soltó la caja de inmediato, de susto. Gracias a dios, no se abrió y lo cogió enseguida

-Guarda lo que jamás debe ver el mundo

-¿El lado humano de Natalia Romanova?- preguntó Bucky, sorprendiendo a los dos presentes- si no quieres enseñarnos ese lado tuyo, haya tu, pero te lo digo: queremos saber de ese lado oculto tuyo. Además, si nos lo cuentas, no tenemos porque contárselo a nadie y puede que te ayudemos a superarlo

Sorprendió que el un tanto espontáneo Steve tuviera un amigo como James. Era directo, sincero, serio, pero con comentarios que mostraban un lado amistoso que no engañaba en absoluto. Le recordaba un tanto a Clint, solo que este le insistía en coger un bando.

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