Prólogo

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-¿Inuyasha?- llamó Aome en medio del oscuro bosque- ¡¿Inuyasha?!- pero nadie respondió- ¡Sango! ¡Miroku! ¡Shippo! ¿Dónde están?

Se han ido. Te han dejado. Dijo una profunda voz en algún lugar.

-¡No, ellos jamás lo harían!- dijo la chica de cabello azabache mientras buscaba en la oscuridad, tanteando entre los árboles, habían entrado a los dominios de Naraku y les habían atacado, estaban separados completamente...

Dame la perla, Aome. Escuchó la voz muy cerca, Aome corrió mientras apretaba más hacia si la mayor parte de la perla, podía decir que estaba casi completa, casi.

-Inuyasha- escuchó un suspiró, Aome se detuvo, frente a ella estaba Kikyo con algo en sus manos- Toma Inuyasha...

-Kikyo- suspiró Inuyasha mirando lo faltante de la perla- ¿Cómo...?

-Deben irse, no puedo permitir que te lastimen- dijo la chica de cabello negro y ojos castaños- Confió en que esa chiquilla sabrá que hacer.

-No...Kikyo, no puedo irme sin ti- dijo el hanyou tomando las delgadas y blancas manos de la sacerdotisa- Yo nunca podré dejar de amarte...

-Inuyasha...- murmuro Aome con los ojos llenos de lágrimas

-Siempre te amare- murmuro la sacerdotisa besando suavemente los labios de Inuyasha- pero Aome te espera.

-Kikyo- murmuro Aome dando un paso atrás.

-Ven conmigo...- dijo Inuyasha apenas notando que la atención de Kikyo iba a otro sitio.

-Ella te necesita- dijo la sacerdotisa tomando una flecha y lanzándola hacia el lugar donde se encontraba Aome. Inuyasha se dio vuelta cuando la flecha pasó por el hombro de la otra chica, tras ella un monstruo se purifico.

-¡Aome!- grito Inuyasha quien negó con la cabeza y corrió, corrió lo más rápido y lejos que pudo.

Aome no sabía cuánto tiempo llevaba corriendo y le sorprendía que aún no hubiera sido atacada.

Aome sabía que no podía parar de llorar.

Aome podía reconocer que los sentimientos de Kikyo e Inuyasha eran completamente sinceros.

Aome quería desaparecer.

-¡Señorita Aome!- escucho un grito un par de metros por encima Kirara sobrevolaba con Miroku y Sango- ¿Está bien?

¿Estaba bien? No. Quería morir.

-Sí- dijo deteniéndose junto a Kirara- Sango...Miroku, ¿me harían un favor?

-Por supuesto- dijo Sango con una sonrisa dulce mientras le secaba una lágrima que surcaba su mejilla.

-Sango eres mi mejor amiga, monje Miroku, siempre le he admirado, quisiera que cuidaran mucho a Shippo y tuvieran esto por mí...- dijo entregándole la perla a Sango- Me marcho, díganle a Inuyasha que debe comportarse...

-¿Qué hizo el tarado, señorita Aome?- pregunto un poco enfadada Sango.

-No importa- murmuro Aome negando con la cabeza- Yo creo que esto es lo mejor para mí, lo siento. Él la ama...

Él en verdad la ama. Eso era todo y ella a él también.

-No podemos quedarnos con la perla- dijo Miroku tomando la perla de las manos de Sango, tenía esa expresión que colocaba cuando se trataba de algo muy espiritual- Me temo que si se va nadie pueda purificarla...

Confió en que esa chiquilla sabrá que hacer

-Kikyo puede- cortó Aome.

Confió en que esa chiquilla sabrá que hacer

-Señorita Aome- la miró perplejo Miroku- Este es un lugar muy peligroso ahora para los fragmentos. La señorita Kikyo no podría hacerlo tan bien como usted, eso es porque usted ha convivido más con el alma que hay dentro de la perla, a diferencia de usted, la señorita Kikyo no es completamente pura.

Aome suspiró, casi podía escuchar a Inuyasha correr, o tal vez eso deseaba, que él estuviera allí.

-Bien, me los llevo- dijo Aome tomando aire y miró a Sango- dudo que los fragmentos que tiene Kikyo sirvan de algo por si solos...bueno, no serán mucho problema, yo en serio tengo que irme, Sango, lo lamento.

-Entendemos Aome, no queremos que sufras- sonrió Sango- ¡Kirara! Te llevaremos.

Al otro lado del pozoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora