Los imprevistos del amor

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Los imprevistos del amor

Nerviosismo, esa es la palabra correcta para expresar lo que siento. Esta mañana desperté con un objetivo en mente, sin embargo, al recibir el mensaje de ella mi día cambió por completo. Me siento satisfecha con mi vida, los logros y las metas que he alcanzado. Pero muy en el fondo de mí algo no estaba bien, sentía un vacío.

Después de irme de Washington, todo ha sido diferente, mi cuerpo cambió ligeramente. Me vestí con un vestido rosa holgado, unas balerinas color negro y un sombrero grande.

Llegué puntual, cinco para las ocho. Mis manos sudaban, tenía la respiración entrecortada y por más que me rehusaba sentía pánico. Verla de nuevo resultaba una incertidumbre en mi ser. 

La cafetería estaba de lado este de la ciudad, el anuncio no era muy llamativo y había poca gente. Para ser un restaurante donde venden desayunos, no estaba nada mal. Entré despacio, intentando asimilar la situación. Ahí estaba, en una mesa al fondo. Seguía teniendo la misma luz de antes, su cabello castaño y sus ojos color miel. Parecía que los años no le habían afectado en absoluto.

—Hola —saludé, mi voz salió temblorosa.

—Hola —dijo ella parándose de su asiento y abrazándome—. ¿Cómo has estado?

—Bien y ¿tu?

—También, vamos siéntate.

Tomé la silla y me coloqué en mi lugar. La camarista me dio el menú, tenían una amplia variedad de sándwiches, opté por pedir un baguette de pollo. Platicamos bastante, Jazmín me contó acerca de su trabajo, es empleada en una agencia de marketing y parece fascinada con los proyectos. La charla me abrumaba, porque después de todo no tuve más remedio que mentirle. Mentí sobre mi vida, sobre mi matrimonio y sobre mi embarazo. Conté la misma historia de hace cinco años. Ella cree que sigo estando soltera, rentando mi apartamento y acudiendo a diario a la oficina de correos.

—Tengo algo que contarte —dijo.

—Si, adelante.

—Me gustaría empezar una vida contigo. No somos las mismas de antes, lo sé. Pero quiero estar a tu lado cada día. Entiendo que han pasado ya cinco años desde nuestro encuentro y nos dijimos adiós para nunca volver. Quisiera borrar el pasado y empezar de nuevo, eres la única que me comprende. —Empezó a sollozar—. Me he portado como una tonta al rechazar tus llamadas los primeros años, sin embargo, estoy dispuesta a ser feliz. Ya me cansé de vivir engañada. Te amo y eso es lo que importa.

Estuve a punto de echarme a llorar. Después de tanto tiempo, le rogué para que volviéramos, suplique por su perdón y ahora es muy tarde.

—Jazmín, tengo que confesarte algo. Estoy embarazada.

La taza cayó haciendo un ruido ensordecedor. Jazmín bajo la mirada un momento y dijo:

—¿Estás casada?

—Sí, siento no habértelo dicho, pero me dijiste que empezará una vida.

—Si, lo sé. Jamás hubiera imaginado esto. —Su mirada estaba fija en algún otro punto de la estancia, no se atrevía a mirarme.

—Mi madre me presionó. Tú sabes el miedo que sufría constantemente de que alguien descubriera nuestra relación y no tuve más remedio que aceptar.

—Aun así, me lo ocultaste, además, siempre te importó la opinión de la sociedad.

La fulminé con la mirada.

—Eso es mentira, te juré decir la verdad a todo el mundo a cambio de empezar de nuevo. Iba en contra de mi madre con tal de mantener nuestro amor y me rechazaste. —Mi voz iba en aumento.

—De todas maneras, siempre quisiste tener un hijo.

—Pudimos adoptarlo —dije con resentimiento.

—No era la misma, me alegro de haber tomado aquella decisión, ahora tu eres feliz —añadió Jazmín.

—También estaba feliz a tu lado y lo echaste a perder.

—¿Que lo eché a perder yo? —rio amargamente

—Esta plática no nos está llevando a ningún lado. Trata de buscar nuevos aires y cambiar. Te deseo lo mejor Jazmín, adiós.

Me levanté de mi silla, dejé dinero suficiente para pagar la cuenta, tomé mis cosas y salí de aquel lugar. Entré a un baño público y lloré tanto que parecía que mi fuente se había roto. Sin embargo, eso no era posible, apenas tenía tres semanas de embarazo. Me entristecía cada vez más, pude haber tenido un futuro hermoso a lado de jazmín. Dejé de lamentarme tanto y juré nunca regresar a esta ciudad. El amor de nosotras quedó en el pasado y quién presenció la pureza de nuestro romance, tendrá una buena historia por contar.

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