Empezar de cero parte 1

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Nota: Este relato lo dividí en dos porque esta muy largo. Espero les guste y no olviden comentar cual es su favorito.

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Empezar de cero

Salí huyendo del hotel, me adentré en una calle estrecha y poco concurrida. Jamás creí tener la agilidad para poder salir de aquel lugar, la gente no podía reconocerme debido a la cachucha y a los lentes. Subí cuesta arriba con las manos temblando de nervios, al llegar me di cuenta que había tomado el camino equivocado, decidí cruzar la calle y estaba a pocos kilómetros de mi destino.

Las casas eran sencillas, poco coloridas y con una gran apreciación visual. El camino estaba agrietado e inestable.

Ya no podía seguir aguantando más el dolor de mi brazo, la herida se expandía y si no la atendía a tiempo correría el riesgo de tener una hemorragia en medio de la calle. La casa de mi madre no era la más grande del vecindario, sin embargo, era la más bonita. Toqué varias veces la puerta sin respuesta alguna, si me quedaba más tiempo fuera alguien podría verme y llamar a la policía.

—¿Samantha, eres tú? —preguntó mi mamá, traía una bata de dormir, el cabello desaliñado y denotaba cansancio en su rostro.

—Mamá, ábreme por favor —le supliqué.

—Si claro, pasa hija.

Me abrió la puerta y rápidamente me encerré en la casa. Mi madre le puso llave a todas las puertas y cerró las ventanas.

—¡Santo Dios! —exclamó al verme la herida en el brazo—. ¿Qué te pasó?

—No es nada. —Mi mamá fue por su kit de emergencia para sanarme, sin embargo, sentía que le estaba dando mucha importancia a algo tan simple—. Solo es un roce de bala.

Mi mamá emitió un ruido agudo.

—Hija, entiende que debes dejar a esa gente, es peligrosa. —Empezó a discutir con la misma excusa de siempre.

—Mamá, cuándo vas a entender que esto lo hago por nosotras y por...

—Sí, por Esteban. —Sacó los algodones y el alcohol del kit para pasar a desinfectarme la herida— El problema está en el hecho de exponer tu vida de esta manera, no te eduque para andar de ilegal por las calles, además, bien sabes el riesgo que corres al tratar a esa gente. Esteban es un buen muchacho, hija, pero no puedes huir de la policía toda la vida a causa de ese chico.

—Yo lo amo, mamá —dije dando fin a la discusión, ella empezó a sacar las vendas, el dolor del brazo era insoportable—. Perdón, no quería venir a incomodarte, pero no tenía a donde ir.

—Eres bienvenida en mi casa cuando sea y lo sabes, por mi encantada de verte. No me gusta tu trabajo. Samantha, te mereces algo mejor, una vida tranquila sin miedos e inseguridades, y sabes bien que Esteban jamás dejará su estilo de vida por ti. Nos guste o no, el destino ya está escrito, mi niña, y si me dejas darte un consejo, prefiero mil veces que sufras por dejarlo a que te pase algo y verme en la necesidad de ir a reconocer tu cuerpo.

No quise responder, terminó de vendar y me sentí mucho mejor. Después de eso mi mamá no volvió a sacar el tema, me dió cena para poder irme a dormir. Toda la noche le di vueltas a lo que me dijo, también estaba preocupada por Esteban, aún no había recibido noticias de él desde que salió huyendo del hotel hacia lado norte. Me calmé a mi misma, las malas noticias viajan rápido.

El miedo y la incertidumbre se apoderaron de mí, llevaba una semana quedándome en casa de mi mamá y seguía sin saber nada de Esteban o de mi jefe. Pensé en salir a buscar en el lugar de reunión o llamar por teléfono, sin embargo, me podría exponer, tenía mucho en juego.

La mayor parte del tiempo veía las noticias acerca de los asesinatos o criminales, me calmaba al ver que no había nada sobre ellos en televisión. Mi mamá se portó de maravilla conmigo y a decir verdad la anhelaba mucho.

Ya había anochecido, limpié el patio y sacudí mi recámara. Me puse una pijama antigua que encontré en uno de mis viejos cajones, no me quedaba nada mal después de tantos años sin venir a mi hogar. Estaba a punto de dormirme cuando de repente escuché un ruido.

Salí de inmediato de la cama para ver de qué se trataba, empezaron a tocar la puerta. Era un ruido pequeño pero perceptible. Me puse alerta y saqué la pistola del cajón, me acerqué lento y con cuidado.

La abrí despacio apuntando a la persona que estuviera detrás, sin embargo, me llevé una gran sorpresa.

—Baje eso, soy yo —dijo Esteban con la respiración agitada.

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El viernes les publicaré la segunda parte, no olviden compartir y votar por su relato favorito.

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Relatos románticos vol.1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora