Fiesta Real

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Fiesta Real

El castillo contaba con una fortaleza por todo el borde, la parte frontal estaba iluminado y cubierto con grandes ventanales de cristal. Princesas deslumbrantes, príncipes corpulentos, condes y duques, entraban en el gran salón. El salón era grande, con escaleras dobles por donde bajaba la realeza; servían vino en copas de cristal con detalles en oro puro, las damas vestían hermosas, algunas usaban deslumbrantes tiaras, collares y pendientes. Los árboles del jardín estaban repletos de escarcha.

Aine jugaba con los mechones de su cabello mientras una doncella la maquillaba.

—Esta noche será inolvidable, Karla.

—¿Por qué señorita, Aine?

—¿Apoco no lo sabe? Tendremos de invitado al príncipe Henry.

—Entonces necesita apurarse porque la sala esta abarrotada de gente.

—Espero estar debajo de un muérdago junto a él.

—Ay, señorita, cómo le gusta fantasear.

Las doncellas deprisa vistieron a la Princesa. Un vestido de color esmeralda, con telas suaves y finas, la parte superior adornada con encaje blanco, y la falda amplia acentuaba las caderas de Aine. Una señora de tez morena entró a la habitación.

—Aine necesito que bajes ya, los invitados se encuentran en la recepción esperándonos.

—Está bien, madre.

La sala tenía alrededor de 150 personas, niños, jóvenes y adultos danzaban por los pasillos. Los villancicos alegraban a la Familia Real. Aine parloteaba con sus primas en el gran comedor, observando posibles pretendientes. Los príncipes no expresaban emoción alguna, eran rígidos, serios y engreídos, con porte y elegancia se comportaban ante la sociedad. La fiesta iba de maravilla, abrieron la veintava botella de vino cuando se escuchó como golpeaban la puerta.

Un hombre ebrio entró al salón con una botella de whisky en la mano, saludó a todos los invitados con gran ironía. Cuando llegó al comedor, su hermano le lanzó una mirada fulminante, pero al señor no le importó. Vacilante subió al escenario donde se encontraban los músicos.

—Qué bonito, hoy es un día muy especial. Cuanta gente tenemos aquí. —El hombre se detenía en los ojos de cada persona—. Pero estoy cansado de fingir, con una tonta sonrisa en la cara toda la noche. Como si todo estuviera bien, cuando en realidad no lo está. Especialmente con la Familia Real, tan lindos ellos sentados aparentando ser un ejemplo a seguir, pero la verdad es...

—Bájate de ahí, Gabriel —dijo el Rey con un movimiento de mano.

—¿Por qué Maximiliano? —río—. Tienes miedo de revelar aquello que ocultas, anda dile a la sociedad tu involucramiento en los tratos sucios de dinero. —La gente empezaba a alarmarse y murmurar.

—Cállate, por favor —ordenó la Reina.

—Cuñadita, gusto en verte. Siempre defendiendo a tu marido, tapando todos sus delitos. Yo no sé qué hago para terminar traicionado y decepcionado de la gente a la que realmente le doy mi apoyo, pero se acabó. —Tomó un tragó de su bebida y prosiguió—. Escuchen bien, estas personas tratan de formar una alianza casando a su amada hija Aine con el príncipe Henry, por conveniencia. Están en bancarrota y no tienen otra salida. Por eso organizaron está fiesta. Y hay más, ven Maximiliano porque no les dices lo que quieres hacer.

Gabriel invitaba a su hermano al escenario. El Rey estaba a punto de estallar de enojo, apretaba los puños para controlar su ira, mientras tanto, la Reina se llevó las manos a la boca intentando calmarse, y Aine estaba estupefacta al enterarse del matrimonio planeado por sus padres. Las personas hablaban a sus espaldas, esperando la respuesta del Rey. Pero Maximiliano no musitó ninguna palabra.

—Su querido Rey quiere meterme a la cárcel por sus crímenes. Y se preguntarán, ¿Cuál es el crimen que cometió? Mi hermano aquí presente, mató a nuestros padres, fue el responsable de incendiar el hogar en donde se encontraban, todo para tomar la corona. Están idiotas si creen que saldrán indemnes. Disfruten de la velada.

Gabriel quiso bajar del estrado, pero llegó a un nivel de ebriedad alto, al querer poner el pie en el segundo escalón, tropezó y se fue hacia adelante. Su cuerpo quedó inconsciente en el piso del gran salón, la Familia Real estaba alrededor alarmada por la situación. Y como había dicho Aine, esa noche fue inolvidable.

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Relatos románticos vol.1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora