James Barnes

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2014

 —Padre— hablé mientras caminaba tras él— No quiero seguir con esto.

 —No te puedes negar— me respondió sin voltear a verme— Tienes que limpiarlo, han habido fallas en la programación y Pierce lo quiere limpio por completo.

 —No estoy dispuesta a causarle más daño— paré en seco— No lo haré. Y no podrán obligarme a hacerlo.

 Justo en ese momento apareció Alexander Pierce junto con Rumlow. La mirada que me dio Alexander denotó su conocimiento sobre mis intenciones.

 —Señorita Idrid— saludó con falsa amabilidad y un poco de repudio en su voz.

 —Señor— agaché mi cabeza sabiendo el poder de Pierce y la capacidad de hacer que me mataran sin siquiera terminar de pedirlo.

 —No me haga esperar por favor— señaló el pasillo indicándome ir frente a él— Las damas primero.

 Seguí las indicaciones sintiéndome impotente al no ser capaz de negarme. Tenia miedo, lo que supongo que debería ser algo normal para cualquier chica de dieciocho años, sin embargo, en mi situación no era algo bueno.

 Mí padre era uno de los científicos más importantes de H.Y.D.R.A y por consecuencia de uno de sus experimentos terminé siendo yo, una herramienta importante para la organización, no se permitirían perderme en un momento como este.

 Llegamos a la sala de borrado causándome escalofríos al ver a el soldado en el medio de la sala.

 —Reporte de misión— preguntó Pierce— Reporte de misión, ahora— se exasperó dándole una bofetada.

 Inconscientemente provoqué un pequeño sismo en el lugar, algunos parecieron notarlo, pero Pierce, el soldado y el comando Strike lo ignoraron.

 —El hombre en el puente, quien era?— preguntó el soldado.

 —Lo viste hace unos días durante otra misión— respondió Pierce.

 —Nos conocíamos— respondió él.

 —Tú trabajo ha sido un don para la humanidad. Le diste forma a un siglo y necesito que lo hagas una vez más, la sociedad titubea al borde entre el orden y el caos. Y mañana vamos a darle un impulso... pero si no haces tu parte no puedo hacer la mía y H.Y.D.R.A no le dará al mundo la libertad que se merece— habló Pierce.

 —Pero lo conocía— titubeó.

 —Prepárenlo— ordenó Pierce.

 —Señor ha pasado mucho tiempo descongelado— habló el ayudante de mi padre.

 —Borren su memoria, empiecen de nuevo— dicho esto Pierce se acercó a mí amenazante— Lo quiero completamente limpio. ¿Entendiste?

 —Si señor— respondí comenzando mi trabajo, todo bajo la mirada expectante de el comando Strike y mí padre, con el soldado siento torturado en la maquina mientras sus gritos inundaban la habitación.

 Utilizando mis pocas habilidades me hice paso entre los pensamiento del soldado, su mente y recuerdos eran un laberinto con más callejones cerrados que posibles salidas. Me retorcí de dolor al sentir él suyo, esto consecuencia de mis propias habilidades, las cuales me permitían hacer ciertas cosas, aunque con un precio, sentir todo lo que mi víctima sentía.

 Comencé a guardar los recuerdos sobrantes que la maquina no podía borrar, suprimiéndolos en una parte dormida del subconsciente e intentaba recuperar todos los que la tortura, por la que él pasaba, se fragmentaban, ordenarlos y durmiéndolos.

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