Capítulo 12

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Cuando el chico de piel morena y cabello castaño rizado entró en el refugio para acto seguido quitarse la máscara antigás, Raina detuvo la mano de Ethan que estaba a punto de dispararle porque de inmediato reconoció esos, según ella, desagradables ojos verdes.

James Beggler era esa clase de persona que sabías que siempre reconocerías pero no sabías el porqué; tal vez, en el caso de Rai, la razón era que ella había tenido muchas malas experiencias por culpa de él. James era el típico chico millonario que presumía de la riqueza de sus padres. Él molestaba a Clarisse y a Raina, y se había encargado de que el resto de la escuela hiciera lo mismo.

James se volteó con estupefacción en el rostro. Ni siquiera observó los rostros de las personas con las que se acababa de topar. A su mente llegaron las dos opciones más obvias: pedir piedad y prometiendo que no volvería a escaparse; o salir huyendo con la alta probabilidad de que lo mataran en el intento. Se decidió por la primera.

-¡Alto! ¡Por favor! Prometo no volver a escaparme-suplicó James mientras se ponía de rodillas.

-¿James Beggler?-dijo Clarisse en tono burlón mientras apartaba a sus dos amigos para ver al pobre James. Le daba gracia verlo en ese estado. Con una chamarra y pantalones beige muy sucios, al igual que su cara. No sabía dónde había estado todo este tiempo, pero tampoco era como si le importara.

James levantó la vista y se encontró con esa rarita a la que tantas burlas le había hecho. Se puso de pie de inmediato. No le suplicaría a alguien como ella ni en mil años.

-James...-le llamó Raina, sintiendo un poco de tristeza por verlo así. Estaba acostumbrada a verlo rodeado de una multitud de personas que lo alababan- ¿Necesitas ayuda?

Ayuda. Eso era lo que pocas personas le ofrecían a James, y lo que tanto quería desde hacía tiempo. No pudo evitar soltar un mar de lágrimas en ese momento. Le sorprendió un poco que después de haber llorado día y noche aun le sobraran lágrimas.

Raina sintió pena por él. Tal vez ya no era ese desagradable chico egocéntrico, a lo mejor, después de cinco años, él había madurado y aprendido la lección. Sabía que la gente cambiaba y que debía aprender a aceptar ese cambio.

Ethan no sabía lo que estaba pasando, ni quién era James, pero como siempre, estaba dispuesto a ayudar. Dirigió al chico llamado James a la camilla y le ofreció un sándwich.

-¿De dónde vienes?-le preguntó Raina a James.

-Eso no te incumbe.

-¡Oye!-le grito Clarisse, cruzándose de brazos-Si quieres nuestra ayuda vas a tener que respetarnos.

James no dijo ni una palabra y le dio una mordida a su sándwich.

-Y bien-dijo Ethan-¿A dónde vamos ahora? No podemos quedar aquí por más tiempo. No solo lo digo por los guardias que deben estar buscándonos, la atmósfera de Washington ya no es segura.

-¡Yo sé!- exclamó Clarisse alzando la mano como en clase- Bueno...no sé. A lo que me refiero es que sé que en algún lugar de la camioneta debe haber un mapa.

-Pues vayamos a ver.

Los cuatro se pusieron sus respectivas máscaras antigás y fueron hasta la camioneta. Se subieron al vehículo y cerraron las puertas rápido.

-Clarisse, ¿dónde está el mapa?- le preguntó Ethan.

-Bueno eso es lo que no sé. Pero...

James la apartó con el codo hacia el asiento de atrás, el cual compartía con ella.

-Quítate, inútil. Yo si se. Y espero que funcione la información que estoy a punto de darles porque si no... Bueno, yo estuve trabajando en una de las colmenas durante mucho tiempo, en contra de mi voluntad, como muchos. Pero durante mi estancia ahí examiné... bueno, me metía en problemas, y en una de esas tuve la oportunidad de arreglar una de estas camionetas. Mejor dicho era un castigo. Como sea, sé dónde está el mapa.

James presionó un botón situado al lado del asiento de Ethan. Se abrió una pequeña puerta detrás del mismo asiento y de este cayó una hoja doblada que James recogió y entregó a Raina. Cuando ella lo desdobló se encontró con un mapa de todo Estados Unidos. En distintas zonas de Washington había dibujos de conejos con un número; cerca de donde estaban había una abeja con el número 23 marcado. En zonas de Texas había dibujos de pájaros y en partes de Nevada había dibujos de conejos.

-¿Por qué están marcadas de esa manera?- preguntó Raina a James.

-No sé sobre los conejos, ni de los pájaros. Pero por obvias razones creo que con las abejas se refiere a la ubicación de las colmenas.

-Sí, que bonito y todo-los interrumpió Ethan-. Decidamos a qué lugar ir; después habrá tiempo de resolver acertijos.

-No resolvíamos ningún acertijo-le reclamo Raina-. Sólo quería entender la simbología del mapa.

Ethan se acercó a Raina para examinar el mapa.

-Según la maldita simbología, deberíamos ir a Nevada. Está marcada como un lugar sin gases tóxicos, y está más o menos cerca.

Tenía razón. Los estados estaban coloreados de rojo, amarillo y verde. Nevada era de los pocos en color verde, y Washington estaba en rojo.

-¿James irá con nosotros?- le susurró Ethan a Raina, mientras veía como Clarisse y James se lanzaban insultos en el asiento trasero. Después del comportamiento de James, ahora a Ethan no le parecía tan buena persona, y tampoco a Raina. No había cambiado mucho.

-Tendremos que hacerlo. No podemos dejarlo aquí.

Durante el trayecto los cuatro se sentían observados por alguien desde afuera. Casi todo estaba oscuro. Se podían topar con cualquier cosa. No se sentían seguros en ningún lado.

 No se sentían seguros en ningún lado

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Colmena de muertos #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora