Capítulo 10

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Sentía cómo la camioneta se movía pero no miró al exterior hasta que Ethan la llamó:

-¡¿Nos persiguen esos bastardos?!

Raina volteó a mirarlo y tardó un poco en mirar hacia atrás, seguía pensando en que acababa de salir y en quería calmarse. No quería que su casi vencida fobia la limitara. Vio a tres camionetas idénticas a la que ellos habían tomado para escaparse. Cuando las vio no pudo evitar por fin ver a su alrededor. No era lo que esperaba. El cielo tenía un manto gris, de contaminación, suponía, que lo cubría por completo. El asfalto y los edificios estaban destruidos y, lo más notable, no había personas. Ni siquiera animales. Washington D.C. estaba devastada, pero aun así Raina y Clarisse reconocieron su ciudad natal.

Por su parte, Raina sí esperaba encontrarse al mundo en el mismo estado que en el que lo había visto por última vez, se había aferrado todos esos años a esa idea, a esa pizca de esperanza; pero Clarisse no, ella había escuchado algo sobre una crisis, y sabía que aquellas máscaras antigas tenían un propósito. Para Ethan, ese mundo ya no tenía nada de extraño, había vivido allí durante cinco años, casi solo. Había tenido que aprender a sobrevivir, pero como una sola persona, no tenía idea si ahora que llevaba a dos personas consigo sería diferente la situación.

Clarisse abrió el quemacocos de la camioneta y sacó solo la parte superior de su cuerpo, lo suficiente para ver las tres camionetas que los perseguían y usar su telequinesis en ellos.

-¡No respiren el aire!-le gritó Ethan, cubriéndose la nariz y la boca con una manga.

La chica usó su telequinesis para arruinarle las llantas a dos de las camionetas, quería volcarlas pero su poder aún no estaba preparado para eso. Clarisse cerró el quemacocos y se sentó de nuevo en el asiento de atrás.

La verdad era que Raina no había vivido una situación peligrosa en carne y hueso desde hacía cinco años y por eso no sabía cómo reaccionar o qué podía hacer, su mente estaba en blanco.

Ethan revisaba de vez en cuando por los espejos de afuera si aún los seguían, y al verificar que no, paró la camioneta detrás de un edificio que parecía ser un restaurante. Los tres suspiraron aliviados.

-¿Qué acaba de pasar?- soltó Clarisse.

-Que nos descubrieron por tu culpa- Raina se arrepintió de inmediato de haber usado la palabra culpa - ¿Qué se supone que ibas a hacer con el celular?

- Yo quería la conversación para... ¿poder enseñarle a la policía los crímenes de la Colmena? ¡No sé! Sólo... quería que alguien se enterara sobre lo que ellos hacían, pero ahora ya no hay alguien con quien acusarlos.

Ahora Raina entendía a su amiga. Y ya no sabía qué lugar era mejor: la Colmena o ese mundo destruido. Ese lugar, se dijo, ahí no había nadie que le pudiera hacer daño y que experimentara con ella y que la mantuviera encerrada contra su voluntad. Pero a la vez le aterraba que al final no hubiera nadie, así que le preguntó a quien, supuso, sabía del tema:

-Ethan, ¿qué pasó aquí?

El chico se quedó viendo a la nada, pensando en lo que recordaba de aquel día.

-El maldito virus. Él fue el causante.

-¿Qué?

Ethan al fin vio a las chicas que se habían acercado más a él por intriga.

-Ya se había anunciado que existía un virus tipo zombi... no sé el nombre ¿ok? Bueno, el virus se fue propagando rápidamente por cientos de países, no solo Estados Unidos. Cuando la gente y el gobierno al fin vieron las consecuencias que dejaba el virus, decidieron poner a la gente en cuarentena. Una cuarentena que solo duró siete días. Estos días después fueron bautizados como la crisis: las personas salían a supermercados y a otros sitios para conseguir comida y otras cosas que necesitarían después. Pero el virus arrasó con millones de personas, se trató de encontrar una vacuna pero nadie pudo encontrar una. Además el gobierno quemaba los cadáveres de los zombis pero sólo lograron llenar el ambiente de gases tóxicos. Por eso la última tendencia son las máscaras de gas-sacó una de esas máscaras y se las mostró, tratando de sonreír, aunque se le notaba que no le gustaba recordar esos días.

-¿Entonces ya no queda nadie vivo?-preguntó Clarisse.

- Sí, hay grupos de supervivientes o algunos que sobreviven por su cuenta, como yo antes.

-Deberíamos ir con ellos-propuso Raina- . No creo que sobrevivamos mucho tiempo nosotros solos.

-Pero por hoy deberíamos descansar-contestó Ethan.

Ya se estaba acomodando para dormir en el auto cuando Clarisse elevó la voz:

-¡Oigan! Yo no pienso dormir sin comida- le dirigió una mirada escéptica a Ethan-. Hiciste tu parte del plan ¿verdad?

El chico sonrió.

-Claro. Soy un hombre de palabra.

Ethan sacó de su mochila tres sándwiches envueltos en servilletas y los repartió. Él desenvolvió el sándwich con entusiasmo pero al ver el alimento hizo un gesto de desaprobación.

-Sándwich de mermelada y mantequilla de maní- se lamentó-. Soy alérgico a las fresas, y creo que todos son iguales.

Raina confirmó la suposición del chico, pero se le ocurrió una idea.

-Podrías darme la parte de tu sándwich cubierta de mermelada y yo te doy la que tiene mantequilla de maní. Así yo me quedó con uno de mermelada y tú con uno de mantequilla de maní.

-Pero, Rai-intervino Clarisse-, a ti no te gusta la mantequilla de maní.

La chica se encogió de hombros.

-Es mejor a que Ethan se nos muera por una alergia a las fresas.

Después de un rato, Ethan miró a su lado y se encontró a Raina con los ojos cerrados, no pudo evitar pensar que se veía bonita. 

-Tiene claustrofobia ¿verdad?- le preguntó a Clarisse, quien estaba en la parte de atrás revisando su mochila.

-Así es, ¿cómo lo sabes? Creí que ella había logrado ocultarlo esta vez.

-Aquí tal vez, un poco, pero en el conducto se escuchaba su respiración agitada.

-Ethan...

-¿Qué?

-¿Tú cómo te sentías estando en estando en este mundo, así de destruido?

-Me sentía solo, y con mucha culpa por... nada, deberíamos dormirnos.

Clarisse entendía cómo Ethan se debía haber sentido, sólo con escuchar la palabra ¨culpa¨. Ethan trataba de tener una sonrisa en su rostro siempre, pero se sentía igual que ella por dentro; aunque Clarisse no sabía el porqué de su sentimiento, sí sentía empatía por él.

Raina se quedó dormida pero seguía inquieta. Se sentía en un ambiente inseguro, y tenía la sospecha de que así sería durante mucho tiempo. No tenía idea si ahora el mundo permanecería así, destruido, para siempre. Tal vez la Colmena le había ahorrado ver cómo el mundo se destruía. Su vida de antes, aquella que llamaba apocalipsis, no se comparaba en nada con lo que estaba a punto de vivir.

  Su vida de antes, aquella que llamaba apocalipsis, no se comparaba en nada con lo que estaba a punto de vivir

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Colmena de muertos #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora