Capítulo 11

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Esta vez la luz del sol no fue quien la despertó, sino Ethan. Él llamó a las dos chicas para que despertaran y poder decidir cuál sería su siguiente paso. Raina pensó que, antes, para una persona normal era habitual que su madre los despertara por la mañana, a ella eso nunca le pasó; y en la Colmena era como si ella estuviera programada para despertarse a esa hora, era algo normal. Que lo primero que escuchara fuera la voz de Ethan la molestó un poco, su voz era masculina pero aun así le extrañó eso. De todos modos, no había podido dormir bien durante la noche en aquel ambiente devastador, sentía que algo o alguien los atacaría en cualquier instante. Además despertarse era como tener que enfrentarse al pequeño lugar en el que viajaban.

-Buenos días. Ya despierten, abejitas-les dijo Ethan.

-Hey- soltó Clarisse-, dile así a Raina; si quieres, a mí ponme algo así como leoncita.

-Está bien, abejita.

Clarisse frunció el ceño.

-¿Qué? Viviste en una colmena durante cinco años-Ethan puso las manos en el volante- Y, ¿ahora a dónde vamos?

-Creo que deberíamos buscar más cosas para sobrevivir-dijo Raina hurgando en la mochila-. No creo que tengamos todo lo necesario, o por lo menos no nos durará.

-Podríamos ir a mi pequeña refugio que tenía, antes de que los bastardos me capturaran- El chico arrancó el coche y lo condujo por lugares que parecía conocer muy bien.

Raina sintió lastima por él, aunque no sabía si debía sentirlo. No se podía imaginar cómo había sido para Ethan vivir solo durante tanto tiempo. Destrucción y soledad eran lo único que él había tenido. Llegó a sentirse afortunada por no haber vivido de esa manera, ella había tenido a Clarisse a su lado, y él a nadie; además, ella no había visto cómo su ciudad y la gente que vivía ahí se iban al infierno.

Ethan estacionó el coche detrás de otro edificio, delante de un basurero.

-Pónganse las máscaras de gas-les indicó. Ellas le hicieron caso y en las mochilas encontraron las máscaras.

Bajaron del vehículo con las máscaras antigás puestas. Ethan movió él solo uno de los grandes cubos de basura, dejando al descubierto en el piso una puerta de metal que llevaba a una habitación subterránea. La abrió y les indicó que bajaran por las escaleras; estaban hechas de cuerda y madera así que se les dificultó un poco bajarlas. No había mucho, era una pequeña habitación de paredes grises y desgastadas. En el centro había una mesa de madera con cartas para jugar pinacle y con algunas hojas para resolver crucigramas esparcidas por esta. De igual manera, las hojas de crucigramas estaban pegadas a las paredes. A la derecha de la mesa había una pequeña camilla con algunas mantas de color negro, Raina supuso que Ethan había dormido antes ahí. Cuando se quitaron las máscaras notaron que lo que más destacaba en la habitación no era algo material, sino el olor a alcohol.

Ethan se acercó a recoger una mochila negra que estaba tirada en el piso, extrajo de ella unas latas de comida en buen estado y botellas de agua. No tenía idea de dónde había conseguido esa comida.

-Creo que deberíamos pasar el día aquí ¿no les parece?- propuso Clarisse, y agregó mirando hacia la salida-: Afuera no parece muy seguro.

-No podemos-dijo Ethan, acercándose a ellas y guardando la comida en la mochila blanca de la Colmena-, por lo menos no todo el día. Los depredadores no se rendirán hasta encontrarlas.

Raina se preguntó si eso era verdad. Tal vez sí las dejarían ir porque ellas no eran de gran importancia, pensó. Pero por otro lado sí las seguirían porque tenían información de lo que se hacía en la Colmena.

-Creo que tiene razón Ethan. Sólo nos podremos quedar un tiempo.

Vio un ápice de miedo en Clarisse, y la entendía: ahora el exterior daba una sensación de inseguridad, de que cualquier cosa te podría pasar en cualquier momento.

Clarisse se sentó en la camilla, por lo que Ethan y Raina se sentaron en el piso, al otro lado de la mesa. 

Primero el trío comió otra vez los sándwiches que Ethan había robado. Después Raina sacó el cubo Rubik que se había traído y lo armó esta vez con las manos, tardó solo un par de segundos más que cuando lo hacía con telequinesis. No sabía si quería o en algún momento de su vida tendría que volver a usar sus poderes. Sentía que eso la mantendría conectada con la Colmena para siempre, porque no había ningún método para que se los quitaran. En cambio, si Clarisse dejaba de recibir sus dosis cada tres meses entonces sí perdería sus poderes. Raina no entendía por qué ella no necesitaba del Suero de Evolución, y Clarisse, en quien la Colmena había experimentado desde que sólo era un infante, dependía del suero para usar sus poderes. Le había pedido a Ethan que robara las dosis del Suero de Evolución, pero en realidad no sabía si Clarisse querría seguir teniendo esos poderes.

Volteó a mirar a Ethan, quien sacó de la mochila negra una playera roja del tamaño de un niño pequeño para meterla en la otra mochila. Raina se preguntó si él la había usado de pequeño o le pertenecía a alguien más. Le daba pena preguntarle, así que no lo hizo, tal vez Ethan aún no estaba listo para revelarles más cosas de su vida a ellas.

Clarisse dormía en la camilla porque la noche en la camioneta blanca no la había pasado muy bien.

De repente, el silencio se rompió por el sonido de la puerta de metal siendo. Alguien trataba de abrirla. De inmediato, los tres pensaron que se trataba de los trabajadores de la Colmena.

Ethan sacó rápido una pistola de la mochila negra y caminó despacio, tratando de no hacer ruido, hacia la puerta. Raina siguió a Ethan y cuando pasó a lado de Clarisse, la despertó. Los tres se pegaron contra la pared y esperaron a ver si la persona que tocaba la puerta se iba, y si entraba, podrían defenderse con la pistola y los poderes de las chicas; claro, si es que no era todo un grupo de personas. Ethan no se imaginaba que pudiera ser otra persona más que algún trabajador de la Colmena, porque nadie, excepto tal vez Joanne, sabía la ubicación de su pequeño refugio; aunque se mostró confiado ante la situación.

La puerta se abrió y dejó pasar una brisa de aire de afuera, gases tóxicos y al chico.

   La puerta se abrió y dejó pasar una brisa de aire de afuera, gases tóxicos y al chico

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Colmena de muertos #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora