Capítulo 17

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Se abrieron paso entre la multitud que estaba en la sala principal de la Cueva para llegar a una puerta doble bastante elegante. Raina tenía la sensación de que esas puertas no pertenecían ahí, sino que aquellas personas las habían puesto.

Cuando cruzaron la puerta encontraron un gran salón de paredes color vino, muchísimas mesas de madera por todo el lugar y en el fondo una gran mesa. Estaba en penumbra hasta que Magnolia prendió la luz, la cual provenía de un hermoso candelabro. Ok, pensó Raina. Esto en definitiva no estaba aquí antes.

Cierto, le contestó Clarisse por telepatía. Esto no estaba aquí en mis tiempos. Debieron poner todo esto ellos en cuanto llegaron.

-Este es el comedor-les explicó Magnolia mientras los llevaba a través de las mesas-. Podrán venir y sentarse aquí a la hora de la cena, desayuno o comida. O, si son menos sociables, pueden venir por su comida y llevársela.

Llegaron hasta la larga mesa rectangular del fondo y al fin vieron más. Detrás de la mesa había varias alacenas del mismo color que las paredes, tres estufas y cuatro refrigeradores blancos. La mesa estaba llena de verduras a medio cortar, una olla con pollo crudo y algunos frascos con especias. El chico que cortaba las naranjas era de tez oscura, delgado y alto, con un cortísimo cabello de color negro.

-Y esta es la cocina-les dijo Magnolia sentándose sobre la mesa-. Nathan...-La chica se acercó al chico un poco, quien se encontraba muy concentrado cortando la fruta- ¡Nathan!-El chico al fin salió de su trance con un sobresalto-Nathan, ellos son Clarisse, James, Ethan y Raina. Chicos, él es Nathan Forks, el cocinero oficial de la Cueva.

-Un placer conocerlos- Nathan ni siquiera les tendió la mano, después de decir eso volvió a su trabajo.

-¿Aquí también se puede ser voluntario?-preguntó Ethan, con un poco más de seriedad de lo usual.

-Sí-le contestó Magnolia-. Pueden ofrecerse voluntarios para cualquier actividad, además, serían de mucha ayuda.

-¿Por qué lo preguntas, Ethan?- le preguntó Clarisse acerándosele con una sonrisa burlona en el rostro- ¿Acaso a bicho raro le gusta cocinar?

-Sí, ¿algún problema?- Su tono de voz bromista y masculina volvió.

-Me gustaría saber qué puedes hacer- le dijo Nathan sin apartar la mirada de lo que hacía-, será bueno tener a un nuevo voluntario. ¿Alguien más cocina?

Clarisse y James sólo se quedaron mirando. No habían tocado la estufa ni una vez en sus vidas. Tal vez Clarisse sí había pisado la cocina cuando iba a la casa de Raina, pero no le ayudaba en mucho. Raina le había comentado que no fuera inútil y que no por tener un mayordomo tenía que quedarse sin hacer nada, pero Clarisse no hizo nada al respecto. Y por otra parte, James de seguro no sabía ni atarse las agujetas de los pies.

-Yo sí-dijo Raina.

-Oh. ¡Claro que sí!- exclamó Clarisse, recordando aquellos deliciosos platillos que su amiga alguna vez le había dado de probar-. Y los mejores que he probado.

-¿Estás retándome?-dijo Ethan- A mí nadie me supera.

-Entonces hay que hacer una competencia- La frase dejó los labios de Raina antes de que la pudiera pensar bien. En realidad no era tan buena. De seguro el mayordomo de Clarisse era pésimo en la cocina. Chiara y Andrew, los padres de Raina, siempre le veían algún detalle malo a sus platillos, por más esfuerzo que le pusiera. Su madre decía que era para que mejorara aunque, Raina creía que, en primer lugar, una chica de quince años no tenía la obligación de cocinar, asear toda la casa y hacerse cargo sola de su propia vida sin ninguna clase de recompensa.

Ethan la volteó a ver con los brazos cruzados y con una expresión seria, pero con el tono de diversión claro en su voz.

-No sabes en lo que te estás metiendo, abejita. Es arriesgado retarme.

- Correré el riesgo.

-Oigan, oigan-intervino Nathan, al fin prestándoles atención-. Se supone que yo soy el chef aquí, por lo que se supone que soy el mejor.

-Tú lo has dicho: se supone- le dijo Ethan.

Magnolia se rió de la situación.

-Bueno se supone que les tengo que dar el recorrido de toda la cueva en una hora o menos, así que vámonos o mi madre me despedirá- la chica se bajó de la mesa y los guio hacia la sala principal de la Cueva.

Subieron unas escaleras situadas a la izquierda, del lado contrario por el que estaba la sala en la que Mamá Osa los interrogó. Mientras caminaban, Raina veía hacia abajo mientras tocaba el barandal con una mano. Bueno, la Cueva no era un lugar tan raro. Tal vez este si era un lugar bueno en el que no les harían daño. Ya se estaba encariñando un poco con el lugar, pero aún así no podía descartar la idea de que fuera otra trampa por parte de la Colmena para atraparlos. Aunque no había muchas posibilidades de que le hubiera dado tiempo a la Colmena de crear una trampa muy bien detallada.

Hasta el final del pasillo, a la izquierda, había una puerta doble de color morado. Magnolia la abrió y vieron toda una habitación con las paredes en color morado, las cuales tenían rollos de muchísimas telas pegados a ellas; un mostrador del mismo color con retazos telas y una máquina de tejer. Un claro taller de costuras, Raina supuso que ahí fabricaban las prendas que en ese momento vestían. Detrás del mostrador había una chica de cabello negro con flequillo, de piel pálida, de ojos casi oscuros, vestía una chamarra de cuero negra y, lo más llamativo, tenía cuatro brazos.

 Detrás del mostrador había una chica de cabello negro con flequillo, de piel pálida, de ojos casi oscuros, vestía una chamarra de cuero negra y, lo más llamativo, tenía cuatro brazos

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Colmena de muertos #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora