CAPÍTULO I Kari Miskal.

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La habitación era algo pequeña a lo que estaba acostumbrado, aun así, suponía que se trataba de una buena habitación. Se encontraba bien amueblada y tenía excelente iluminación, Kari no pudo evitar preguntarse desde cuándo tendrían ese lugar preparado para su visita. Desde el primer momento en que entró al templo, sintió que los estaban esperando, como si fuese algo predicho el que ellos aparecerían allí. Kari no deseaba pensar mal del templo, pero las acciones de este solo lo hacían pensar así.

Sin poder evitarlo, Kari chasqueó mientras estaba sentado en aquel cómodo sofá. Desde hace un buen rato que se encontraba solo en aquel cuarto, hace poco vinieron unos frailes y dejaron un par de cosas para él, pero nada más. Lo que más le enojaba es que se habían llevado a Dewis antes de que se diera cuenta. Ese lugar no dejaría de darle mala espina y aun desconocía el motivo de ello. Tal vez encontrarse en una habitación completamente solo causaba que su enojo incrementara, para su suerte, la puerta sonó, dejándose ver a uno de los frailes. Todos se veían igual para él, así que no sabría decir si se trataba de la misma persona u otra.

-Está todo listo, ¿puede por favor venir conmigo?

No acotó nada y se levantó de su asiento.

Obviamente su paso sería firme, lleno del enojo que lo había estado carcomiendo en la habitación. Siguió al fraile en completo silencio y este le guió a una puerta bastante asombrosa si lo pensaba un poco, con tantos detalles que Kari sentía que iba a quedar completamente ciego si la veía por demasiado tiempo. Cuando la abrieron fue peor el brillo que recibieron sus ojos, la sala estaba demasiado brillante y que hablar sobre las cosas dentro de aquel lugar. Pudo notar que el techo sobre él era completamente de vidrio, podría ver perfectamente el cielo desde adentro.

Cuando la puerta por la que atravesó fue cerrada, se percató de que el fraile no entro en la sala. Eso le causo intriga, pero algo lo llevó a seguir hacia adelante. No dejaría de pensar que aquel lugar era increíble, podía notar el esfuerzo que pusieron en cada uno de los detalles dentro de la sala, no había nada que no fuese hecho con dedicación. Al llegar al final, donde vio aquella estatua de mármol, se le quedó mirando un largo rato, uno que pareció eterno, como si no pudiera apartar la vista de aquella figura inanimada. Mientras más la veía, más sentía que su cabeza iba a explotar, solo llego a desviar la mirada cuando la cabeza le comenzó a doler con intensidad, llevando una mano a su frente.

El dolor causo que retrocediera un poco y casi tropezara, cayendo de rodillas al suelo. Se agregó a su malestar el mareo, si no fuese porque el ambiente no olía a nada, podría creer que lo estaban drogando, pero no fue así. De pronto, todo su escenario cambio por un corto momento, en vez de la baldosa del suelo, había tierra, no solo eso, podía apreciar sangre en sus manos. Cuando llego a elevar la mirada, la estatua ya no se encontraba colocada majestuosamente, sino algo fisurada e inclinada, podía decir que hasta tenía algo de sangre.

¿Qué se supone que estaba viendo?

Simplemente no pudo más y antes de poder darse cuenta, se inclinó hacia su derecha y cayó en el mundo de la inconsciencia, siendo cubierto su alrededor de oscuridad. Todo fue borroso después de allí, oía voces a lo lejos, escuchaba cosas que no reconocía, todo estaba siendo demasiado confuso y por eso no pudo volver a abrir los ojos. No fue sino rato después que los abrió de golpe, encontrándose con un techo desconocido. Su respiración estaba agitada y cuando se sentó en aquella cama donde estaba acostado, pudo darse cuenta que tenía compañía.

Dewis estaba allí, sentado en una silla y recostado a la cama, dormía tan tranquilamente que todo lo de antes parecía una lejana pesadilla. Solo verlo a él le traía una extrema paz, una inexplicable. Se inclinó hacia su compañero, besando un poco su cabeza e impregnándose un poco de su olor. Ciertamente tener a ese chico cerca le aliviaba de muchas formas. Se separó y llevó su vista en una cierta dirección al sentir que había alguien más en la habitación. Cuando se acercó pudo observar al sumo sacerdote, que se encontraba solo por muy raro que eso sonase.

Mi niño amadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora