Arándanos

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— Mi ángel caliente —susurró Emilio contra el oído del castaño, estremeciéndolo con su aliento, mientras acaricia las caderas desnudas con sus dos manos.

— Vamos a llegar tarde —mencionó Joaquín, intentando sonar como si en verdad quería que se detuviera cuando claramente quiere continuar, solo lo hace para poder decir que el intento parar.

— Nuestros padres pueden esperar —dijo despreocupado el rizado— Además todo esto es culpa tuya, no es buena idea despertarme temprano para hacerlo y que después no quieras terminar —agregó escuchando la risita del menor.

Así es el castaño despertó a Emilio para hacerlo, siendo él el activo y después simplemente se acostó dándole la espalda, sin intenciones de a completar la ronda donde cada uno está en ambas posiciones.

Claramente el rizado no se iba a dar por vencido, así que abrazo por detrás al menor, comenzando a provocarlo acariciando el cuerpo de esté y hablándole al oído, justo como están ahora.

— No hagas eso —pidió Joaquín al sentir como crecía la erección de su pareja contra su trasero, mordió su labio inferior para evitar soltar un jadeo.

— Yo no lo controlo y tú lo sabes —musitó como si nada el mayor, llevando una mano al pezón del menor presionando lo un poco, mientras que pegaba más su ingle para que sintiera mejor su erección.

El castaño mordió su labio inferior fuertemente para evitar gemir, lo que le sorprendió fue cuando Emilio se pasó encima de él para quedar frente a frente y con una de sus piernas sobre la cadera de esté.

— Sé que quieres hacerlo más que yo, pero no me molesta al contrario me gusta que te hagas el difícil —comentó el mayor, empapo sus dedos de lubricante para empezar a prepararlo.

Joaquín se aferró al cuerpo de su novio mientras que esté mueve los dedos en su interior, sacándole jadeos de satisfacción.

— ¿Cómo quieres hacerlo? —preguntó el rizado una vez que ya sintió lo suficiente preparado al menor.

El castaño no respondió simplemente se levantó quedando hincado en la cama, justo enfrente del gran espejo que han comprado hace unos días. ¿Acaso pensaron que era broma que comprarían un espejo? Pues no.

Emilio se colocó detrás de su novio dedicándole una sonrisa a través del espejo, antes de introducirse por completo, sosteniéndolo de la cintura para evitar que se apoye con sus brazos quedando todo el peso en las rodillas.

— Estás tan estrecho —gimió el mayor, con voz ronca.

— ¡Muévete! —suplicó Joaquín— ¡Ah, ah! —jadeó una vez que el ritmo empezó, haciéndole sentir bastante placer.

Emilio quito una de sus manos que estaban en la cintura del castaño llevándola al rostro del mismo, para hacer que gire su rostro, para poder besarlo profundamente, sin detener las estocadas.

Separaron sus labios con un chasquido, haciendo que los gemidos dejen de ser amortiguados. El menor llevó una de sus manos a su miembro masturbándolo un poco, quiere llegar al orgasmo lo más pronto posible.

— ¡M-más! —exigió Joaquín moviendo sus caderas buscando más contacto.

El rizado sonrió aumentado el ritmo, mientras que al mismo tiempo besaba el cuello del menor y al mismo tiempo tomaba el miembro de esté entre sus manos, masturbándolo él, con su mano que estaba en la mejilla anteriormente.

El ritmo continuó constante y preciso dando directo al punto del castaño, haciéndolo sentir un placer enorme, por lo que no tardó en tener su orgasmo manchando las sábanas.

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