Frambuesas

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La habitación apenas era iluminada por los primeros rayos del sol, proporcionándoles a penas lo suficiente para que los jóvenes acostados en la cama, besándose apasionadamente y casi desnudos, pudieran verse.

Joaquín introdujo aún más su lengua en la boca del rizado, escuchando un jadeo. Deslizó la mano que no estaba sosteniendo su peso, al abdomen contrario, acariciando un poco antes de introducirla en la ropa interior, tomando el miembro entre sus manos.

— ¡Joa! —gimió Emilio al separar sus bocas, sintiendo como masturbaban su miembro.

El castaño rio un poco, ama ver a su novio así, sumamente sonrojado, algo sudado y lo más importante gimiendo su nombre. Pero aún así se alejó quitando la ropa interior de un movimiento, admirando por un momento la desnudes, antes de tomar el lubricante vaciando un poco en sus dedos, sonriendo ampliamente al ver al contrario abrir sus piernas para qué lo preparará.

Emilio jadeó, cuando introdujeron un dedo en su interior. Sin poder evitarlo se preguntó ¿cómo era que estaban a punto de hacer el amor, a las seis de la mañana? Sin embargo recordó que él había tenido algo de insomnio la noche anterior por la discusión que habían tenido en la noche, aún debían hablarlo, pero sería después de lo que están haciendo ahora.

— ¿Quieres que use? —preguntó Joaquín sacando se sus pensamientos al rizado rizado, que no siquiera se había dado cuenta de que ya lo habían terminado de preparar.

Emilio negó, aún sin poder creer que se perdió tanto en sus pensamientos de la discusión que tuvieron anoche, que no se dio cuenta de que lo seguían preparando y él jadeaba. Sacudiendo un poco su cabeza quitó todos esos pensamientos, para disfrutar del miembro del castaño introduciéndose en él, gimió.

— Eres precioso —susurró Joaquín inclinándose para unir sus labios por unos segundos, empezando a mover su pelvis.

El rizado no dijo nada, simplemente subió sus brazos hasta que quedarán encima de su cabeza, apretando un poco la almohada, intentando aliviar un poco del inmenso placer que sentía, por las estocadas de su pareja. Extrañaba casa una de las sensaciones, pues habían tenido dos semanas sin hacer nada por las lesiones que tuvo el menor al caerse de la motocicleta.

Joaquín entrelazo sus manos con las del mayor, mientras le besaba el cuello y hombros, jadeando por la sensación al rededor de su miembro.

El ritmo aumentó un poco más y con ello las sensaciones de cada uno, pero principalmente de Emilio, ya que al cambiar un poco la posición, tocaron su punto, haciéndolo sentir un gran placer, estremeciéndose un poco.

— ¡Ah, se s-siente tan bien! —gimió el castaño, besando torpemente de nuevo a su novio, al menos hasta que lo separaron.

— Quiero estar arriba —pidió Emilio tomando de las caderas al menor, evitando que continuará moviéndose.

Joaquín asintió, se retiró con mucho cuidado, sentándose en la cama, tomando de la cintura al rizado cuando se sentó en su regazo.

— Te amo —susurró el castaño, soltando un jadeo en el momento que su novio introdujo su miembro de nuevo.

— Yo también —jadeó Emilio empezando a mover sus caderas, disfrutando de las estocadas en su punto.

El ritmo aumentó un poco más con ayuda de Joaquín, quien besaba torpemente los pezones del rizado, causándole estremecimientos por el placer y el hecho de que el orgasmo estaba cada vez más cerca.

A Emilio no le dio tiempo de avisar cuando el orgasmo le llegó, soltando un gran gemido de satisfacción, dejándose caer por completo en las piernas de su novio, solo moviendo un poco sus caderas, para aumentar sus sensaciones e intentarlo hacerlo llegar.

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