Ropa

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Eddie estaba convencido que era una batalla perdida pero veinticuatro horas más tarde el dinero estaba en su cuenta. Ahora sólo quedaba llamar. Eddie suspiró intentando controlar el temblor en sus manos. Después de tantos años el viejo seguía conservando el mismo número. El tiempo parecía alargarse infinitamente a cada tono. Quizá su padre no cogería el teléfono y podría olvidarse de él para siempre. Sólo un tono más para que saltara el contestador.

–¿Diga? –la voz de su padre sonó cansada al otro lado del teléfono. Durante un segundo Eddie se quedó callado sin saber qué decir–. ¿Diga? –repitió el viejo.

–¿Padre? Soy Eddie. –Notó los nervios en el estómago. Ve llevaba desde que había decidido hacer esa llamada en un silencio absoluto–. Ya tengo el dinero

–Los del banco lo quieren ingresado mañana –Carl lo interrumpió sin importarle que no hubiera terminado de hablar–. Supongo que ya has hecho la transferencia.

–No –contestó con algo parecido a aplomo–. No, no te lo he ingresado.

–¿Y a qué esperas? ¿Eres tan retrasado que ya has olvidado

Retrasado, fracasado, inútil, idiota, anormal... eran demasiadas las palabras que le venían a la memoria al oír a su padre con el único tono con el que siempre se había dirigido a él. Por un segundo, Eddie desconectó de la conversación. El desprecio podía palparse en cada una de las palabras de su padre. Por un instante, era como volver a tener doce años, con el brazo colgando en una posición extraña, las lágrimas resbalando por sus mejillas. O como aquella vez en la que Carl había encontrado el gato escondido bajo la cama. Los moratones en forma de dedos alrededor del cuello habían tardado semanas en desaparecer.

"Eddie" Ve lo sacó del espiral antes de que pudiera ir a peor. No era consciente de en qué momento había sucedido pero sus manos, sus brazos, su pecho, todo su cuerpo estaba envuelto en la masa negra y viscosa como si de una armadura se tratara.

–Tengo un cheque preparado–. No era capaz de entender cómo su voz conseguía escapar de su garganta–. Si voy a hacerte este favor, quiero que me lo pidas mirándome a la cara.

Carl gruñó en respuesta. Eddie estaba seguro que iba a desmoronarse en cuanto colgara el teléfono. Quizá Ve tenía razón y no deberían haber hecho esa llamada.

***

Había sido una noche complicada para ambos. Eddie se había dormido con una leve sensación de enojo que parecía no querer abandonarlo. El sueño había tardado demasiado en llegar y lo poco que había conseguido dormir había sido a trompicones. Cada vez que se despertaba, la sensación extraña seguía allí como un rumor molesto que lo sacaba de quicio.

Estaba completamente destrozado cuando al fin sonó el despertador. Eddie gruñó frotándose los ojos apergaminados. No quería ni imaginarse el aspecto que debía tener.

–¿Ve? –preguntó con un hilo de voz. No podía dejar de mirarse las manos, aún cubiertas en el cieno negro.

"¿Estás bien, Eddie?" La masa viscosa empezó a deshilacharse alrededor de los hombros, los filamentos formando el rostro de Ve. El simbionte lo miró con sus enormes ojos opalinos.

–No tenías por qué. –Salvo su rostro, no había un solo centímetro de Eddie que no estuviera cubierto por Ve–. ¿Has estado fuera toda la noche?

"Nos necesitabas" Ve mostró sus dientes afilados con una sonrisa depredadora en el rostro.

–Supongo que sí. –Eddie rió desesperado sin acabar de creerse que mereciera el afecto absoluto de aquel ser–. Siento que tengas que conformarte con un perdedor.

"Si no fueras un perdedor, no serías Eddie. No seríamos Venom" el simbionte se acurrucó contra su cuello, sin que los enormes ojos blanquecinos lo dejaran de mirar en ningún momento.

Eddie revisó por cuarta vez que el cheque estaba bien guardado en su cartera. No entendía porque se había tenido que empeñar en ir personalmente a entregarle el maldito cheque a su padre y si seguía procrastinando no llegaría a tiempo. Quizá hubiese sido mejor hacer la maldita transferencia y olvidarse de Carl para siempre. No sabía a quién estaba intentando engañar, pero en algún rinconcito, el niño que había sido seguía desesperado por la aprobación de su padre. Eddie sabía cuán cruel podía ser la calle. Lo último que necesitaba era preocuparse por Carl.

"Si nos lo comiéramos ya no tendría que preocuparnos" Ve ronroneó satisfecho con su razonamiento.

–¡No vamos a comernos a Carl! –gruñó exasperado. Eddie no necesitaba volver a tener esa discusión con Ve.

"Cobarde" murmuró el simbionte.

–Lo que tu digas. –Suspiró derrotado echando de menos ver el azabache resplandeciendo en aquella mano extraña que no era Eddie o el simbionte, sino algo más. Eddie cerró tras de sí con un portazo y bajó las escalera de dos en dos. A cada paso se sentía más pequeño pero ya no había marcha atrás.

***

Eddie estaba convencido que nunca iba a volver a pisar ese barrio, pero allí estaba. La casa en la que había crecido se divisaba al final de la calle, casi como un mausoleo de su antigua gloria. El cheque pesaba en su bolsillo y nunca había deseado tanto poder gritar "máscara" y ser Venom. El terror irracional era del patético humano que era Eddie.

"Eddie, no existe tu y yo. Sólo nosotros" Los filamentos empezaron a formarse a su alrededor, tiñendo la ropa en el negro brillante tan característico del simbionte. Sus tejanos, sus botas, incluso los calcetines parecían hechos de vinilo. Lo último fueron sus manos. Eddie no pudo evitar llevarse la palma a los labios y dejar allí perdido un leve beso. Quizá por una vez las palabras de Carl no iban a conseguir derribarlo cuando algo tan extraordinario como Ve creía que Eddie valía la pena. 

MALA VIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora