Podemos entender

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Mil setecientos treinta y seis dólares y cuarenta y dos centavos. Eso era todo lo que les quedaba. Esperaba haber sacado mucho más por la moto pero la desesperación los había dejado en una mala posición para negociar. Su intención había sido vender también el móvil pero no había sido capaz de deshacerse de él. Eddie miró la tarjeta SIM cortada en pedazos en la palma de su mano. No tenía claro que fuera a ser suficiente, pero no iba a ponerles las cosas fáciles a quien fuera que estuviera intentando seguirles el rastro. Nada importaba más que proteger a Vee.

"Nosotros importamos, Eddie" Ve había estado extrañamente callado mientras Eddie negociaba un precio para la moto.

–Podríamos hacer algo de turismo antes de coger el autobús. –Eddie se alejó de la casa de empeños con las manos en los bolsillos. Ve lo envolvió vistiendolo en un una chaqueta de cuero negro.

"Los Ángeles es fea" el simbionte se quejó observando los edificios anodinos que los rodeaban.

–No estamos en la zona turística. –Eddie rió–. Es tan fea como cualquier otra ciudad.

"Podemos hacer turismo" Ve concedió no demasiado convencido.

***

Su opinión sobre Los Ángeles no había cambiado demasiado pero Eddie parecía contento de pasear entre sus calles a pesar del horrible calor del sol de mediodía. Por suerte, la gente parecía ignorarlos cada vez que Eddie hacía algún comentario en voz alta.

–¿Ve? –preguntó la cuarta vez que el Otro no había respondido a ninguno de sus comentarios–.¿Estás bien?

"Cansado" gruñó no queriendo entrar a discutir. El Otro recordaba el sabor adictivo de Eddie cuando en la redacción lo felicitaban por un trabajo bien hecho y no se parecía en nada al extraño sabor empalagoso que parecía embargar todas sus interacciones con su huésped desde que se marcharan de San Francisco. "Entendemos más de lo que crees" .

Eddie se detuvo en seco.

–¡Vigila por dónde vas! –La mujer que andaba tras ellos gritó al chocarse contra su espalda–. Maldito subnormal –musitó esquivándolos y siguiendo su camino.

El Otro no pudo evitar dejar escapar algunos de sus tentáculos, nadie insultaba a su huésped.

–Ve –Eddie susurró agarrándolo asustado–. ¿Qué crees que haces?

"Nos ha insultado" El Otro volvió a hundirse avergonzado. Odiaba ser la causa de la ansiedad de su huésped. "Odiamos que no sepan que eres nuestro" . El Otro envolvió el anillo, haciéndolo parecer obsidiana.

–No eres el único. –Eddie se dejó caer en un banco observando las parejas que paseaban cogidas de la mano. El Otro no pudo evitar notar el anhelo en su huésped. Por mucho que quisiera que las cosas fueran diferentes, el Otro no era humano.

MALA VIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora